Así se reparten las tareas del hogar las parejas más felices
Aunque los hombres heterosexuales están asumiendo hoy más tareas del hogar que históricamente, la mayor parte de la carga mental sigue recayendo en la mujer.
De todos los motivos por los que discuten las parejas, el reparto de las tareas del hogar está entre los más frecuentes.
Y aunque las mujeres en la actualidad suponen prácticamente la mitad de la población activa, las que viven en pareja con un hombre siguen siendo, por lo general, las que más tareas domésticas realizan.
Las tareas del hogar son actividades físicas como planchar, limpiar, hacer la comida, hacer la compra, cuidar de los hijos... pero también supone un trabajo invisible: la carga mental de asegurarse de que todo se hace, anticiparse a las necesidades de la casa (comprar leche antes de que se acabe), planificar (¿qué vamos a comer esta semana?) y delegar cuando no queda otra (¿quién puede ir a recoger a los niños?).
Aunque los hombres heterosexuales están asumiendo hoy más tareas del hogar que históricamente, la mayor parte de la carga mental sigue recayendo en la mujer.
Laura Danger, asesora y directora de talleres para parejas que buscan un reparto más equilibrado de las tareas del hogar, advierte que es “sorprendentemente fácil” para las parejas “caer en la espiral de los roles de género anticuados” cuando se mudan a vivir juntos o cuando tienen hijos.
“En las parejas cisgénero heterosexuales, la persona que suele llevar la agenda social, apuntar a los niños a los campamentos de verano y asegurarse de que la lista de la compra está planificada y preparada suele ser la madre”, añade. “Los médicos, los profesores y los entrenadores suelen llamar primero a mamá. Incluso el veterinario llama antes a mamá que a papá”.
Los estudios han revelado que las parejas LGTBQ+ tienden a dividirse las tareas domésticas de forma más equitativa, quizá porque no pueden ceñirse a los roles de género tradicionales. Sin embargo, después de tener hijos, suelen empezar a repartirse las cosas como las parejas heterosexuales: uno de los miembros de la pareja aporta más ingresos y el otro se encarga más de las tareas domésticas y del cuidado de los niños.
Encontrar un buen equilibrio sigue siendo un reto para todas las parejas, sostiene Annisa Pirasteh, terapeuta de afirmación LGTBQ+ y propietaria del Act2Change Therapy & Wellness Center.
A las parejas LGTBQ+ “a menudo les cuesta hablar sobre la división de las tareas domésticas, sobre todo si crecieron en hogares donde las tareas se dividían según las normas cisgénero-heterosexuales”, explica.
Si quieres saber cómo se reparten las tareas domésticas las parejas más felices, presta atención a los consejos de los expertos:
A la hora de repartir las tareas del hogar, una comunicación clara y directa puede salvar la relación, asegura Danger. Y eso es algo que la mayoría de las personas no hacen.
Las parejas que se reparten las tareas con éxito tratan todos los detalles de cada una de las tareas de su lista. No reprimen sus frustraciones (porque eso a la larga genera resentimiento), no hacen suposiciones sobre quién debe hacer qué ni se comportan de forma pasivo-agresiva.
Danger utiliza el “método del juego limpio” con las parejas con las que trabaja, un sistema basado en un libro de Eve Rodsky. Consiste en identificar todos los pasos necesarios para completar una tarea y pactar una norma sobre cómo debe hacerse.
″Este método brinda la oportunidad de hablar de todos esos pasos invisibles que implican darse cuenta de cuándo hay que hacer algo, planearlo para que se haga y luego cumplirlo”, explica Danger.
No basta con mantener una sola conversación para dejar zanjado el tema. Las parejas más felices hablan al menos una vez a la semana de todo lo relacionado con el trabajo doméstico.
“Aprovechad ese momento para hacer un balance, celebrar los éxitos de la pareja y pactar quién se encargará de las tareas de la semana siguiente”, recomienda Danger. “Sed coherentes. Cuanto más practiquéis la comunicación sobre el reparto de tareas, más fácil os resultará y más felices seréis los dos”.
Añadir una tarea más al calendario semanal puede parecer una molestia de primeras, pero merece la pena, dice Danger.
“Invertir tu tiempo y energía en comunicarte sobre una división justa del trabajo del hogar es una inversión a largo plazo en la salud de tu relación”.
Las parejas felices tienen en cuenta sus puntos fuertes y preferencias a la hora de determinar quién se encarga de cada tarea.
“Pensad con qué tareas os sentís más cómodos o con cuáles sois más eficientes”, dice Pirasteh.
Digamos que un miembro de la pareja odia plegar la ropa, pero disfruta planificando las comidas y haciendo la compra. A su pareja, por el contrario, no le importa plegar la ropa (se pone un podcast y termina en un santiamén), pero detesta hacer la compra. Tener en cuenta estas preferencias hace que todo el sistema funcione mejor.
No se trata solo de lavar los platos, “es mostrar a tu pareja que valoras su tiempo y que quieres cuidarla”, dice Danger.
Esto es especialmente relevante con las tareas que suponen una carga mental. Por ejemplo, apuntar a tus hijos a las actividades de verano o a las extraescolares. No solo quieres que tu marido te ayude con la tarea física de rellenar los formularios de inscripción; también quieres que se implique en el proceso de investigación y decisión para encontrar las actividades que mejor se adapten a tus hijos.
“Compartir algo más que la ejecución de las tareas significa que ambos miembros de la pareja se sienten capacitados para participar activamente en el hogar”, afirma Danger. Es posible que uno de los miembros de la pareja tenga que guiar al principio al otro para que asuma un papel más proactivo, pero la recompensa es menos resentimiento, menos discusiones y más confianza. Dividir la carga mental y compartir de verdad la responsabilidad permite que ambos miembros se muestren como adultos funcionales dentro y fuera del hogar”.
Las parejas felices entienden la importancia de mostrarse constantes con sus parejas y hacer de la relación una prioridad, dice Pirasteh.
“Tanto en las tareas domésticas como en una crisis, las personas quieren saber que pueden contar con su pareja”, afirma.
Eso significa que cada miembro de la pareja se debe hace cargo de las tareas que le corresponden, desde la planificación hasta la ejecución, sin que el otro se lo tenga que recordar ni le tenga que hacer un seguimiento constante.
Como terapeuta de parejas, Tiana Frazier dice que a menudo ve cómo las parejas se quedan atrapadas en una dinámica en la que uno hace más de lo que le corresponde en las tareas domésticas y el segundo hace menos. El que hace menos quizás se sienta incapaz de cumplir con los altos estándares de su pareja, por lo que descuida las tareas o se esfuerza lo mínimo. Esto, como es comprensible, frustra a la otra persona, lo que puede llevar a la crítica y al resentimiento.
Las parejas que se reparten el trabajo doméstico rompen este ciclo o no caen en él. La persona con exceso de tareas anima a su pareja a dar un paso adelante y la elogia cuando lo hace. Puede que su pareja no haga las cosas exactamente a su gusto, pero a veces “suficientemente bien” es, de hecho, suficiente.
A veces, incluso las parejas más fiables fallan. En estas ocasiones, recuerdan que están en el mismo equipo. Son los dos contra el problema, no un miembro de la pareja contra el otro.
Cuando surge un problema doméstico, estas parejas respiran hondo y abordan el asunto con curiosidad en vez de culpa, y trabajan juntas para encontrar una solución.
“Averiguad qué es lo que se interpone en vuestro camino al éxito”, dice Danger. ”¿Qué apoyo podríais necesitar tu pareja o tú para que esto funcione?”.
“Por ejemplo, si los platos no están limpios cuando toca, pregúntate por qué. ¿Es un problema de tiempo? ¿Es demasiado ruidoso para hacerlo mientras los niños duermen? Identifica la causa del problema para poder intercambiar tareas o poner en práctica herramientas (recordatorios en el calendario, alarmas...) para que salga bien en el futuro. Atacad el problema en vez de atacaros el uno al otro”.
Las parejas felices que saben repartirse las tareas domésticas saben que nada tiene que ser inamovible. Si la distribución actual de las tareas no funciona o las circunstancias cambian, están abiertos a negociar para hacer ajustes.
“El hecho de que una tarea se haya asignado a una persona no significa que el otro miembro de la pareja no pueda intervenir y ayudar cuando sea necesario”, señala Pirasteh. “Esta flexibilidad tiene en cuenta los cambios que puedan producirse en nuestros horarios habituales, como los plazos de entrega en el trabajo o las enfermedades. Si algo no funciona, las parejas felices vuelven a sentarse a la mesa para reorganizar sus tareas de forma solidaria”.
La realidad es que a veces uno de los miembros de la pareja asume más carga doméstica, ya sea porque tiene más tiempo libre o porque prefiere ese reparto de tareas (por ejemplo, que uno pase una hora cocinando porque le gusta y otro, solo veinte minutos fregando y recogiendo).
“La vida familiar de cada pareja es diferente, así que a la hora de dividir el trabajo doméstico, no es necesario aspirar al 50%”, aclara Danger. “Prefiero animar a las parejas a buscar un descanso equitativo y un tiempo de calidad en el que puedan sumergirse por completo en un proyecto o en algo que les haga felices”.
“Todo el mundo se merece desconectar un poco de sus responsabilidades”, añade. “Nuestras casas nunca estarán impecables, pero al menos podemos reservarnos un tiempo para ser nosotros mismos”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.