Así se explican los comportamientos suicidas en Europa
Las mujeres, las personas deprimidas y quienes sufren adversidades se suicidan más.
Por Berta Moreno Küstner, profesora titular en la Universidad de Málaga:
Este testimonio, extraído del libro “Mi mente es mi enemigo” (David Ruipérez y Lorena L. Lobo, Madrid, Edaf, 2008), da una idea de lo que ronda la mente de quienes barajan el suicidio como opción. Que no son pocos.
El suicidio es uno de los problemas de salud pública más graves en todo el mundo, siendo la causa de más de 800.000 muertes cada año. Es decir, se suicida una persona cada 40 segundos. Además, por cada adulto que lo ha consumado se calcula que hay otros 20 que lo han intentado, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
En general, el principal factor de riesgo para el suicidio consumado son las conductas suicidas no letales, que es como se denomina a los deseos de muerte, la ideación, la planificación y los intentos de suicidio.
En Europa se suicidan más de 150.000 personas al año, y en muchos países del continente se trata de la principal causa de mortalidad en jóvenes entre 15 y 24 años.
En nuestro grupo de investigación hemos llevado a cabo dos estudios para tratar de aumentar el conocimiento sobre el comportamiento suicida no letal en Europa, que están publicados en Archives of Suicide Research y en The International Journal of Environmental Research and Public Health. Partimos de una revisión sistemática de la literatura científica sobre el tema para conocer las cifras y los factores de riesgo asociados a la probabilidad de que se produzca un comportamiento suicida. Eso sí, solo de los artículos representativos de la población general, para asegurarnos de que nuestros resultados son extrapolables a toda la población europea.
Lo bueno es que, al comparar estudios homogéneos, nuestros resultados superan las limitaciones propias de estudios realizados en diversos continentes o en poblaciones muy específicas. Mezclar poblaciones, culturas y áreas geográficas distintas a la hora de estudiar el suicidio puede suponer un problema. Lo mismo que centrarse en el estudio de factores demográficos, psicosociales o clínicos de forma aislada. De ahí que en nuestra investigación los hayamos unificado todos.
¿Y cuál ha sido el resultado? El análisis estadístico revela que, en algún momento de sus vidas, el 20% de los individuos europeos han tenido deseos de muerte, el 9% alguna idea suicida, un 2% ha elaborado un plan para intentar suicidarse y el 3% lo ha intentado.
Si consideramos la conducta suicida no letal en su conjunto (deseos de muerte, ideación, planificación e intento), el riesgo es mayor siendo mujer, o mayor de 65 años, o estando en situación de inactividad laboral (factores demográficos).
Desde el punto de vista psicosocial, la probabilidad de pensar en la muerte se dispara en individuos que perciben bajo apoyo social o sufren situaciones adversas en la edad adulta o en la infancia. Por ejemplo, el desempleo, el fallecimiento de seres queridos, el padecimiento de enfermedades físicas incapacitantes o el maltrato infantil.
Por último, entre los factores clínicos que predisponen a las conductas suicidas destacan los antecedentes familiares de trastorno mental, la depresión mayor, la ansiedad, el estrés y el consumo de tabaco o drogas. Que, dicho sea de paso, tienen un riesgo mucho más alto que todos los anteriores.
En este sentido, cabe mencionar un reciente estudio de la Universidad de Illinois (EE UU) que sugiere que, en personas con depresión, el riesgo de suicidio podría predecirse con ayuda de un escáner de resonancia magnética. Concretamente porque en las personas con conductas suicidas la conectividad entre la red de control cognitivo cerebral (implicada en la resolución de problemas) y la red neuronal por defecto (activa cuando le damos vueltas al coco) se ve bastante mermada.
Lo interesante de nuestra revisión sistemática y meta-análisis de la conducta suicida es que proporciona información homogénea de los factores de riesgo de los diferentes comportamientos suicidas en el marco europeo. Lo que implica que nos pueden permitir desarrollar planes de prevención a mayor escala e intervenciones que se traducirían en un mayor bienestar en la población general de nuestro continente.