Así es la experiencia de 8 personas que llevan un año sin sexo por la pandemia
Si le preguntas a cualquier persona qué tal su vida sexual, es probable que te responda algo como "podría ir mejor" o "vuelve a preguntármelo cuando ya esté vacunado".
2020 ha sido uno de los peores años de la historia, y eso incluye el plano sexual. Gracias al coronavirus, los solteros se vieron obligados a preguntarse: ”¿Merece la pena arriesgarme a morir por una noche de sexo?”. Al mismo tiempo, muchas parejas que viven juntas aseguran que su vida sexual y su libido han caído y muchos poliamorosos se han vuelto menos poliamorosos.
Después de un año de pandemia, si le preguntas a cualquier persona qué tal su vida sexual, es probable que te responda algo como “podría ir mejor” o “vuelve a preguntármelo cuando ya esté vacunado”.
Durante la pandemia, los expertos y las autoridades no se han cansado de recordar que el sexo más seguro es el sexo con uno mismo. Gran parte de la población tomó nota y, como héroes sin capa, muchos se pusieron manos a la obra para ayudar a frenar la curva.
La edición estadounidense del HuffPost se ha puesto en contacto con ocho personas que llevan un año o más sin practicar sexo por culpa de la pandemia. Estas son sus historias.
“La última vez que me acosté con alguien fue el 8 de marzo de 2020. Me esperaba una semana dura y, para liberar estrés, quedé con un tío de Grindr. Desde entonces, decidí no acostarme con nadie por seguridad.
En septiembre participé en los ensayos de la vacuna de Moderna. En enero descubrí que me habían puesto la vacuna y no el placebo, pero aun así decidí seguir sin sexo porque no está claro aún si puedo transmitir el virus y me sentiría fatal si contagiase a otra persona. Ahora que están vacunando a todo el mundo, espero que mi situación cambie.
Mi actitud hacia el sexo ha cambiado un poco. He descubierto formas muy productivas de aprovechar mi tiempo. Nunca me ha gustado demasiado masturbarme, así que todo el tiempo que antes pasaba en Grindr o viajando lo dediqué a otros proyectos personales. Desde entonces, leo tres libros a la semana y he adelgazado 25 kilos durante la pandemia. Cuando todo vuelva a la normalidad, no le daré tanta importancia al sexo.
He aprendido mucho sobre la gente de mi entorno. Me costará mucho confiar de verdad en esas personas que priorizan su placer por encima de la seguridad de los demás. Cuando veo que hay gente que sigue acostándose con una persona distinta cada semana, intento no juzgar, pero no me controlo.
En una escala del 1 al 10, mis ganas de sexo están en 200 ahora mismo”.
“La última vez que me acosté con alguien fue hace más de un año. Soy feliz siendo soltera. Mi ex y yo nos acostábamos de vez en cuando. A veces tenía otros rollos sin compromiso, pero mi ex seguía siendo el ‘titular’ porque ya tenía confianza con él. Luego llegó el confinamiento, tuvimos que empezar a teletrabajar, no podíamos quedar con nadie ni viajar... Era una situación estresante, ya que sabíamos poco sobre este virus. No se me pasaba por la cabeza saltarme las restricciones y las recomendaciones de los científicos, así que puse en pausa todos mis rollos. Soy profesora y ahora estoy en contacto con mis alumnos y compañeros todos los días, así que el sexo sigue prohibido.
Un año después, no puedo decir que eche de menos el sexo. Me he acostumbrado a satisfacerme yo misma más a menudo que antes y mi relación con mi ex también ha cambiado. He dejado de fantasear sobre nuestro siguiente encuentro y he decidido que no quiero volver a acostarme con él. Del 1 al 10, mis ganas de sexo están en un 5. Se me han insinuado varios hombres que me gustan y la verdad es que no ha sido difícil rechazarlos. Eso sí que es un cambio con respecto a mi yo del año pasado”.
“Siendo sinceros, llevo más de dos años sin sexo. Soy lesbiana, así que me cuesta más encontrar sexo casual, pero la pandemia me ha complicado aún más las cosas. Antes no conseguía conocer a nadie que me interesara. Con la pandemia, directamente dejé de conocer gente.
Soy una persona vulnerable y vivo con otra persona vulnerable, así que lo más lógico era no meterme en situaciones de riesgo.
Si sigo mucho más tiempo sin sexo igual me olvido de cómo se hacía, pero ni siquiera eso me preocupa. Igual es por los medicamentos que tomo, pero no lo echo de menos. Me resulta un poco indiferente.
Cuando veo a toda esa gente arriesgándose por sexo o por salir de fiesta, me siento una pringada, aunque sé que estoy haciendo lo correcto en esta situación. Del 1 al 10, mis ganas de sexo están en 1. Igual por eso no se me hace tan duro pasar dos años sin sexo”.
“Soy un hombre bisexual, pansexual o queer divorciado y llevo desde finales de febrero o principios de marzo de 2020 sin sexo. Antes de este infierno, me acostaba con una mujer pansexual poliamorosa que tenía una pareja sexual lesbiana y un marido asexual. Con el coronavirus rondando, no quise acostarme con nadie que tuviera otras parejas sexuales, ya que soy una persona de alto riesgo y tengo un hijo que vive entre mi casa y la de su madre.
Hablamos sobre el confinamiento y dijimos: ‘Vale, quedamos como amigos hasta que acabe esto y nos mandaremos memes’. Cuando empezó a ser evidente que la pandemia iba para largo, nuestro chat se enfrió. Cuando se decretó el confinamiento, tenía planes para quedar con alguien que había conocido en OkCupid, pero el coronavirus también interrumpió eso.
La pandemia ha sido un asco. Lo bueno es que he ido a terapia y ya estoy asumiendo con normalidad que las mujeres me atraen en el plano sexual, pero no en el plano romántico. Esta sequía ha tenido su lado positivo, ya que me ha permitido reflexionar sobre lo que busco y quizás en el futuro me sienta cómodo con un hombre como pareja y no solo como rollo de una noche”.
“Esta pandemia va más allá de tener o no tener sexo; va de supervivencia, de duelo, de miedo, de sufrimiento y de esperanza. Este año me ha puesto a prueba de formas intensas e inesperadas. En el pasado, mis experiencias sexuales eran cuestionables, incómodas, a veces mágicas... Pero la pandemia me obligó a redescubrir el placer conmigo misma, dentro y fuera del dormitorio. Aprender a tocarme y a disfrutar de mi cuerpo frágil me ha enseñado más sobre el sexo que todas mis experiencias previas.
Ha sido duro no tener contacto íntimo durante un año, pero me ha venido bien. Creo que mi próxima experiencia sexual será diferente. Soy optimista y creo que será especial. Siempre he pensado que debo quererme independientemente de mi aspecto. Mantener esa forma de pensar ha sido difícil, pero me mantengo firme en mi decisión de aprovechar cualquier oportunidad de crecimiento que se me presente”.
“La última vez que me acosté con alguien fue el 11 de mayo de 2019. Acababan de operarme de cáncer de recto y me habían extirpado el ano, el recto y parte del colon. Sabía que nunca volvería a recibir sexo anal y eso reducía mis opciones, así que viajé a un famoso balneario para hombres homosexuales en Atlanta para tenerlo más fácil. No pensé que aquella sería mi última vez.
Soy una persona con una actitud muy liberal y positiva, pero cuando el coronavirus y el cáncer me arrebataron mi vida sexual, no tuve mucho a lo que recurrir. Mi operación también les provoca disfunción eréctil a muchas personas con pene, así que no me quedaba ni la masturbación.
En este último año, solo en dos ocasiones he pasado varias horas seguidas fuera de casa y he sufrido todos los aspectos del duelo por mi vida sexual perdida. Me cabrea que el cáncer me haya arrebatado esa parte fundamental de mi sexualidad y que el capacitismo me haya arrebatado lo demás.
He reflexionado mucho sobre mí mismo y sobre mi nuevo cuerpo este año. Ahora sé que mi sexualidad no solo reside en mi pene y he logrado liberarme de esa masculinidad tóxica. Ahora disfruto el erotismo en sí mismo y no como medio para lograr un fin. Y ahora que sé que no necesito pene para el placer, supongo que me he convertido en una especie de gay bisexual. Pasar un año encerrado con mi gato me ha dado mucho tiempo libre para reflexionar”.
“Tuve una relación de ocho años que terminó en noviembre de 2019. No tuve prisa en volver a tener citas, así que pasé unos meses tranquila. Llegamos a marzo de 2020 y me encontré con un confinamiento en mi ciudad. Pasé muchas semanas sin ver a nadie, ni familia ni amigos.
Cuando levantaron las restricciones en verano, habría sido el momento perfecto para ligar, porque estaba todo el mundo desesperado, pero para mí tenían prioridad mis abuelos, a los que hacía mucho tiempo que no veía y vivían a dos horas en coche. Como me abstuve del sexo, tuve más tiempo para ir a verles a menudo. No me arrepiento. Mi abuela tiene demencia y quise pasar el máximo tiempo posible con ella antes de que no pudiera recordarme.
Falleció el fin de semana pasado y ahora mi abuelo está solo. Mi prioridad es estar ahí para él, así que seguiré sin sexo el tiempo que sea necesario”.
“La última vez que me acosté con alguien fue en diciembre de 2019, y era mi pareja de entonces. En enero de 2020, rompimos y lo pasé muy mal. Al principio no tenía ganas de citas ni de sexo. Cuando llegó la pandemia, volví a casa de mis padres, que son de alto riesgo.
Como ellos eran mi nueva burbuja, no me parecía correcto introducir desconocidos en la burbuja. Además, no me gustan nada las aplicaciones para ligar, prefiero conocer a la gente en persona, así que tampoco sé si habría conocido a alguien el año pasado aunque no hubiera vivido en casa de mis padres.
La verdad es que ahora el sexo me produce indiferencia. A veces me dan ganas de acostarme con un desconocido y dormir con él, pero la mayoría de las veces no es algo en lo que piense. No siento celos de quienes sí están teniendo sexo. Es una decisión personal y yo no quiero estar en espacios cerrados sin mascarilla con otras personas (unos requisitos bastante básicos para el sexo) para proteger a mi familia hasta que estemos todos vacunados”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.