Estas son las rutas de la droga en España
Lo que entra, cuánto entra y por dónde entra: la radiografía de un negocio con más producción y más clientela que nunca
La acumulación de ficción (y de la buena) es fascinante: en los últimos años, hemos abierto los ojos como platos contemplando los caminos de la fariña en Galicia, la vida del primer rey de reyes narco, el colombiano Escobar, o la del mexicano Chapo, ese especialista en fugas de película. Droga en vena que ha conquistado a millones de espectadores en el mundo.
Pero que el brillo no nos ciegue: detrás hay un formidable problema de consumo y una lucha policial y judicial incansable, muy compleja porque el negocio va viento en popa, con más producción y más clientela que nunca. “La droga gobierna el mundo”, en palabras del escritor norteamericano Don Winslow, autor de la Trilogía del Cártel.
España es una protagonista estelar en esta historia: es la puerta de entrada a Europa del cannabis, es la segunda entrada principal de la cocaína (acaba de ser desbancada, tras décadas de liderazgo, por Bélgica) y tiene niveles de consumo terribles: ocupa el cuarto puesto en el ránking de ingesta de ambas sustancias en el Viejo Continente, con un 17,1% de los jóvenes de entre 15 y 34 años que consumió maría en el último año -tan sólo por detrás de Francia, Italia y la República Checa-, mientras que el 3% de los jóvenes de esa franja de edad tomó coca -por delante están apenas Reino Unido, Dinamarca y Países Bajos-. Los datos son del último informe del Observatorio Europeo de las Drogas.
¿Pero cómo entra la droga a nuestro país? ¿De dónde viene, por dónde pasa? “El suministro de sustancias ilegales es ahora más abundante, sofisticado y diverso que nunca, por eso los métodos y rutas son variados en todo el continente, también en España. Cada vez es mayor la complejidad técnica y organizativa, porque lo que no cambia es la rentabilidad de este comercio. Hay que mantenerlo como sea”, explica de partida un técnico de la Oficina Europea de Policía (Europol), colaborador habitual de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad españolas.
“Vemos que el tráfico se está concentrando en determinadas áreas y España es una de ellas, por su relación especial con América Latina y su cercanía al continente africano. Son dos valores que nadie tiene para poner sobre la mesa”, añade.
Las cifras que arroja el negocio son impactantes: en 2016, el precio medio de la resina de cannabis era de 6,5 euros el gramo; la hierba de cannabis, 5 euros el gramo; la heroína, 57,8 euros el gramo; la cocaína, 58,2 euros el gramo, y las anfetaminas, 28,1 euros el gramo. El precio medio de una pastilla de MDMA fue de 11,4 euros.
La coca, de Colombia
No ha cambiado desde los 80-90 de Pablo Escobar, la cocaína procede mayoritariamente de Colombia. Según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), allá se encuentra el 68% de los cultivos del planeta.
Hay varios factores que han hecho que esta superficie y, por tanto, la producción, se haya incrementado especialmente desde 2016, hasta superar las mil toneladas anuales: el primero es que el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) proclamaron casi acabado ese año el fin de su conflicto, viejo de 52 años, lo que con los meses y la desmovilización de la guerrilla ha dejado libre suelo poco accesible, selvático, áspero, que los cultivadores se han apresurado a plantar. El segundo tiene que ver con la crisis política que vive su vecino, Venezuela, país del que han tenido que salir ya unos cuatro millones de refugiados. La frontera es tan caótica, hay tanto trasiego, se ha rebajado tanto la vigilancia del narcotráfico, que trasladar la droga a suelo venezolano y luego embarcarla en su costa da cada vez menos problemas.
“Los grupos del crimen organizado -abunda el agente de Europol- se están volviendo más especializados y más interconectados, en parte porque a ello obliga el volumen de negocio, con cosechas que por ejemplo en Colombia se han duplicado, hasta cinco o seis anuales, y en parte por el puro efecto de la globalización. Pasa en todo el mundo y también en Colombia, claro”.
“No podemos pensar en cárteles como los de las series, con una cúspide muy clara y decisiones totalmente verticales. Hay grupos que suman, se crean cadenas entre unos territorios y otros, y así se mueve la mercancía. Porque el negocio verdadero está en la distribución, no en la producción, así que ya se encargan esas manos intermedias de que todo fluya lo mejor posible”, explica. Da un dato: mil dólares invertidos en farlopa pueden convertirse, un año después, en unos 190.000 euros. Hay un problema añadido a esa maraña cada vez más extensa: que se complica echarle el guante a los malos, porque se multiplican los hilos de los que tirar.
Por tierra, mar y aire
Este es el marco en el que arranca el viaje en Colombia. De ahí puede subir hasta el Mar Caribe, ir hacia el este, a Guinea Bissau, Mauritania o Cabo Verde, de ahí a las Islas Canarias y, finalmente, a la Península Ibérica. Está también la variante Colombia-Venezuela-Caribe y una que baja de Colombia a Brasil, para seguir luego hasta África.
El Real Instituto Elcano y la Fundación Ideas para la Paz (FIP) explican en un informe titulado Una aproximación al crimen transnacional organizado: redes de narcotráfico Colombia-España que el tramo inicial del viaje de la coca se hace por tierra o con balsas (por ejemplo, en el río Orinoco), luego en barco o en avionetas -trucadas para aguantar sin repostar- a través del Océano Atlántico y, una vez, en aguas africanas, se monta en barcos y se lleva a España.
Lo que se trata de meter en nuestro país son, habitualmente, encargos de muchas toneladas. Jugársela por poco no merece la pena, es demasiado complicado. Hay dos maneras esenciales de cubrir la etapa final hasta nuestro país: o se mete la droga directamente en los puertos, vía contenedores, o se tira al mar en fardos, antes de llegar a la costa, y se recoge y se lleva a la costa esquivando los controles.
Este último método es el habitual de la cocaína que entra por Galicia, donde los narcos colombianos la hacen llegar en cargueros o en pesqueros, la lanzan al agua y luego planeadoras de narcos locales acuden a por ella, la ponen en un lugar seguro y luego la distribuyen. La embarcación se larga, lejos, hasta a Mauritania, como señala este reportaje de El País, para escapar de las investigaciones.
Por su parte, los puertos preferidos por los traficantes para colar su mercancía a lo grande son los de Algeciras (Cádiz), Valencia y Barcelona, además de algunos otros puntos menores del Mediterráneo. Lo normal es que cargueros que llevan de todo -ropa, maquinaria, fruta, lo que sea- escondan entre su carga legal algún contenedor con la droga. También se dan casos de firmas creadas expresamente para hacer de tapaderas. “Con un volumen de entre cuatro y cinco millones de contenedores anuales en cada uno de esos puertos... pararlo todo es nuestra aspiración, no la realidad”, reconoce un mando antidroga de la IV Zona de la Guardia Civil, con sede en Sevilla.
¿Sabe el patrón del carguero lo que lleva? ¿Son operaciones de algunos empleados? ¿Algo coordinado? Hay de todo, reconoce este guardia, pero igualmente es “muy difícil” de aclarar, por las ramificaciones de los cárteles en cada país. “Con que haya una persona, basta”, porque el trabajo es relativamente sencillo: colocar la carga ilegal y falsear los precintos. Ya en tierra, otros, locales, se encargarán de llevársela donde corresponda. Siempre juegan con el mismo factor: mucha carga, menos ojos y manos de los necesarios.
Como la vigilancia de los contenedores se extrema cada día, ahora se ha detectado lo que parece el inicio de una nueva vía: se colocan bolsas con la coca en los buques portacontenedores, pero en las tripas de su maquinaria, por debajo de la línea de flotación, en zonas de complicado acceso hasta para los buceadores. En febrero de 2018 se encontraron así 380 kilos que iban de Ceuta a Algeciras.
Según el informe anual de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), en 2017 -último año del que tienen datos cerrados- se decomisaron 41 toneladas de coca en España. Por primera vez, Bélgica le superó, con 44,8 toneladas, convirtiéndose en la nueva puerta europea de la nieve. El puerto de Amberes es uno de sus principales coladeros.
Hachís, un clásico
El nuestro sigue siendo el país con más resina de hachís decomisada de la UE, con 334,9 toneladas en 2017; muy lejos quedan las 57,4 que JIFE le da a Francia. La ruta, en este caso, es un clásico: Marruecos-España, bien sea con avionetas, con coches o con lanchas neumáticas, en viajes a través del Estrecho de Gibraltar.
A veces, si hay algún problema político interno en suelo marroquí o se intensifican los controles en su costa -suele pasar cuando Europa aprieta las clavijas porque sube la llegada de pateras-, la ruta se demora, se va a Mauritania y gira hacia el norte. Hace unos años, se inició una nueva ruta que venía del Mediterráneo central, de puntos de la costa entre Libia y Egipto, usando cargueros y pesqueros como en el Atlántico, pero la descomposición política en la zona la acabó diluyendo, explica el agente de la Benemérita.
Así que, sobre todo, queda el salto, de costa a costa, hasta Andalucía. Obviamente, el estrecho es más breve en la zona de Cádiz y Málaga, y ese es el pasillo que se intenta usar. El Sistema Integrado de Vigilancia de la Guardia Civil (SIVE) trata de impedir la llegada del hachís, pero el reto está también en la colaboración con Gibraltar y tierra adentro, en la estructura creada en determinadas zonas donde hay ciudadanos sin muchas oportunidades de tener un empleo que acaban cayendo en las ofertas de las mafias. Un porteador, un vigilante, un cooperador. Sí, lamentablemente, hasta algún agente de la autoridad.
El cannabis sigue siendo la droga más popular en España: el Ministerio de Sanidad cifra en un 7,3% el porcentaje de ciudadanos que han declarado haber consumido marihuana durante el último mes. Es decir, unos 322.000 ciudadanos fuman habitualmente porros. El Observatorio Español del Cannabis Medicinal calcula que entre 50.000 y 100.000 de estos consumidores de marihuana lo hacen con fines terapéuticos, pero el resto sigue siendo alto. Las cifras, cada año, suben, un 2% en la última medición. Por eso el negocio no cesa.
Más lejanas, más exóticas
Hay otras drogas con menos predicamento en nuestro país y que, por su procedencia, nos quedan un poco más lejos y acaban dando mil vueltas hasta llegar al bolsillo de los consumidores. Es el caso de la heroína -que ha llevado a EEUU a declarar una emergencia nacional, ahora que no sólo mueren negros o latinos- y las sintéticas.
La primera proviene sobre todo de Afganistán. La ruta más rápida la lleva a Irán y, de ahí, a España, subiendo por Turquía o Azerbaiyán, y dando la vuelta, entrando desde el norte esta vez. Barcelona es un importante nudo de distribución, apunta Europol. Esta vía se suele cubrir por tierra.
Hay otra, también procedente de Afganistán, que pasa por Somalia, Nigeria, Marruecos y España, finalmente, usando así parte de la ruta habitual de la cocaína; emplea sobre todo camiones y barcos y, en el tramo final, lanchas como con el hachís. La tercera en importancia en lo que a España respecta es la línea que va de Afganistán a India, luego cruza al norte hasta Rusia y, de ahí, a Europa. Las distancias, en este caso, se cubren con aviones.
“El desarrollo de la llamada Ruta del Sur, que va desde Afganistán a Europa a través de Pakistán o Irán, cruzando el Golfo Pérsico y África oriental, es de especial preocupación, puede tener un efecto desestabilizador en países que ya de por sí no son muy estables”, alerta el especialista de Europol.
Se han detectado también intentos de fabricación y refino en nuestro país, con varios laboratorios clausuramos, sobre todo en Cataluña, en los que se convertía la morfina en heroína. España es el cuarto país europeo en decomisos de esta sustancia, con 524 kilos, tras Reino Unido, Bulgaria e Italia.
En el caso de las drogas sintéticas, el camino es corto y se cobija en la apertura de fronteras comunitaria: la mercancía procede de los laboratorios de Países Bajos y Bélgica y se trae por carretera, con coches particulares, transportistas profesionales y hasta caravanas de turistas. Hay dos rutas menores, además: una entre China y España y otra entre India y el norte de África hasta nuestro país, ambas por avión.
Las anfetaminas, por ejemplo, las suele tomar el 1% de la población joven española.
Lugar de residencia y negocios
“En España es impensable hablar de zonas bajo el dominio de los cárteles, como en determinadas zonas de Colombia o México. Cada red tiene sus colaboradores y sus grupos, pero son localizados, como los de la costa gallega o la andaluza. Hablar de cárteles españoles lleva a engaño”, añade el guardia civil.
Lo que sí hay en nuestro país, además lamentablemente de muchos consumidores y adictos haciéndose daño, es “estructura económica” de los mandamases mundiales de la droga. Esa es la otra vía de pelea contra ellos, la fiscal, la del blanqueo, la de los tribunales, tan importante como la vigilancia de los puertos. Explica que hay grupos de colombianos, mexicanos, marroquíes, mauritanos, holandeses, albanokosovares y serbios, sobre todo, afincados en nuestro país. No hablamos de transportistas o de matones, sino de jefes. Vida tranquila lejos de donde operan.
Además de residir, hacen negocios aquí, intentando legalizar lo ilegalizable. Su rutina es la de abrir cuentas en paraísos fiscales y crear sociedades con ayuda de brokers de nivel y, ya con un nombre y una marca, se ponen a invertir el dinero de la droga, sobre todo en bienes inmobiliarios: centros comerciales, hoteles, restaurantes, edificios completos de viviendas. El dinero de la droga se va en compras que, en apariencia, son impolutas. Un delito “del que se habla poco, pero que es muy grave”, insiste el guardia civil, por su “enorme impacto económico y la estabilidad que proporciona a estas redes”.
Por eso, como dice el escritor italiano Roberto Saviano, “hay orden de que en España no se puede matar”. Compensa tener la fiesta en paz.