"Mis 24 años de vida sin saber que soy asexual siento que me los han robado"
Entrevista con Olivia Ávila, activista asexual, que reflexiona sobre las preguntas, mitos y discriminación a los que se enfrenta este colectivo.
Aunque a muchas personas les “explota un ojo” cuando lo dice, Olivia Ávila es asexual y bisexual. ”¿Cómo puede ser que dos cosas contrarias desde el estereotipo puedan darse conjuntamente? Pues sí”, afirma. Sin embargo, el proceso hasta descubrirse no fue sencillo.
A los 24 años —ahora tiene 28—, fue cuando halló la definición de asexualidad. Hasta ese momento, como no conocía el concepto, tenía otras etiquetas.“Soy rara, me pasa algo, tengo miedo, tengo un bloqueo, en realidad soy lesbiana y no lo quiero aceptar”, se decía.
Cuando se topó con la palabra —que ella define de manera muy sencilla como “una orientación sexual que consiste en que la persona siente poca o nula atracción sexual”— el momento ni mucho menos supuso una revelación para ella. “Cuando encontré el término lo que pasó fue que no le hice caso, porque no lo quería aceptar. Fue como ’esto no va conmigo, seguro que no”.
No fue hasta 2020, en plena pandemia, cuando pensó sobre ello y empezó a plantearse que su forma de sentir y de relacionarse quizá sí encajaba en la categoría de asexual. A partir de ahí, se puso a “leer, a investigar, encontrar gente y tejer redes”: “Te das cuenta de que ‘ostras, lo que me pasa a mí le pasa a más gente’. Y tu historia individual, de repente se vuelve colectiva”.
“Gracias sobre todo a la Asociación ACEs, ahí encontré mi comunidad, mi espacio, más información y ahí pude seguir creciendo como persona y como activista, que es lo que soy actualmente”, relata.
“Empecé a crear contenido ya teniendo el respaldo de la comunidad, sobre todo vídeos y TikToks. La gente me empezaba a escribir dándome las gracias, encontrándose en mis vídeos... y era como ‘¿ahora cómo dejo yo de hacer activismo?’. Me daba cuenta de que estaba cubriendo unas carencias que alguien tenía que cubrir”, cuenta sobre sus primeros pasos.
A día de hoy, Ávila, traductora e intérprete residente en Granada, es la mayor creadora de contenido audiovisual en España sobre asexualidad y, al ser una cara visible, admite que quizá se esté convirtiendo en un referente, algo que a ella le faltó: “Mi referente fue la comunidad asexual y personas que me encontraba casualmente en colectivos LGTBQIA”.
La asexualidad entendida como un amplio espectro
Pese a lo simple de la definición de asexualidad, tanto en su labor en redes sociales como en su día a día cada dos por tres se encuentra con preguntas más o menos indiscretas, con mitos que derribar y con bastante desconocimiento. “Siempre es como ’¿y entonces las personas asexuales se masturban? ¿Pueden tener pareja? ¿No les gusta el sexo? ¿No pueden tener relaciones sexuales?...”. La respuesta en casi todos los casos es “depende”: “Habrá personas asexuales que se masturben, otras que no; personas que tengan pareja, otras que no; personas que tengan relaciones sexuales, otras que no...”.
Como explica, la clave está en distinguir deseo, atracción y comportamiento: “Lo que tú hagas no es lo mismo que las ganas de obtener placer sexual, que eso sería el deseo, que no es lo mismo que la atracción, que es lo que te lleva a ti a tener una actividad sexual con otra persona. La atracción tiene que ver con otra u otras personas y el deseo es individual”.
¿Y puede una persona asexual encontrar placer en el sexo? Responde sin dudar: Sí. “Cuando me plantean esa pregunta es como ‘imagínate que tienes relaciones sexuales con una persona que no te está atrayendo sexualmente’. Puedes obtener placer porque es una actividad física placentera y porque conectas con la persona, pero realmente no te está atrayendo sexualmente y preferirías estar haciendo otra cosa con ella”, expone.
Aclara también que la asexualidad no deja de ser un espectro lleno de matices, en el que muchas posibilidades tienen cabida: “Hay personas que no llegan a ser alosexual (lo contrario a asexual), son grisexuales, y sí que sienten atracción sexual pero de manera menos intensa”.
También existe la demisexualidad, que se incluiría dentro de esa grisexualidad: “Serían personas que sienten atracción sexual pero solamente cuando hay un vínculo emocional fuerte con la otra persona. Si ese vínculo no se da, no sienten atracción sexual hacia nadie. Sería una atracción sexual condicionada a que se dé ese vínculo”.
Ávila recalca que también hay personas asexuales con pareja: “Poder se puede. Al final es una cuestión de llegar a acuerdos, intereses diferentes, necesidades diferentes, pero no es incompatible. Es difícil por este tema de que el sexo se pone en el centro o se ve como clave en la pareja. Parece que si no está —que no tiene por qué no estar, porque las personas asexuales pueden tener relaciones sexuales—, algo cojea ahí, que no va a ser una relación completa. Pues no, muchas personas son asexuales y son pareja de personas que no lo son”.
En cuanto a los besos, de nuevo ‘depende’ es la respuesta: “A lo mejor hay personas que sienten que lo que es besar es más erótico y que tiene un componente más sexual y no les gusta, otras que sí”.
Machismo y patologización
Mientras en Instagram suele recibir comentarios de agradecimiento, en TikTok sí le llegan algunos más desagradables. Vienen sobre todo de hombres y son del tipo “eso es que no has probado conmigo, el sexo es lo mejor del mundo, eso no existe, es un problema psicológico, eso se trata con hormonas...”.
Ávila procura no darle importancia; lo interpreta como mensajes “superbásicos” y relacionados con el machismo: “Van siempre en la línea de ‘yo voy a ser quien te lo quite’ y despierta mucho morbo. Como eres asexual, me llama la atención y voy a por ti para cambiarte. Muy fuerte”.
Aunque para ella no son más que el “ignorante de turno”, el desconocimiento la afecta de otras maneras. En el ámbito sanitario, aunque subraya que cada vez hay más formación, “hay gente muy desactualizada que no lo conoce y por ignorancia, patologiza”: “Se confunde muy fácilmente con problema de deseo, sobre todo en mujeres. ‘Tienes un problema de deseo, no quieres tener relaciones sexuales con tu pareja, vamos a tratar el deseo’. Y a lo mejor no es una cuestión de deseo, es de atracción, pero como a lo mejor la persona misma ni siquiera sabe que es asexual, es muy difícil verlo”.
Esa patologización, que ahora cree que es menor, ha llegado a condicionarla: ”Yo decía, si ahora voy a terapia por ansiedad o por cualquier otra cosa y en terapia cuento mi historia de vida, me da miedo que el profesional de la salud me se centre en la asexualidad”.
Sin ir más lejos, recuerda que hasta 2013 la asexualidad estaba considerada como una enfermedad mental. “En 2013 yo tenía 20 años”, sentencia. “Es definitivamente la orientación sexual más invisible, de la que menos se habla, y cuando se ponen los acrónimos, el colectivo LGTBIQA es la A la que aparece menos veces”, lamenta.
“Mis 24 años de vida sin saber que soy asexual siento que me los han robado, porque no he podido vivir mi sexualidad plenamente como sí lo hace una persona heterosexual. He tenido que fingir, he tenido que hacerme pasar por heterosexual y he vivido una sexualidad y una vida que no se corresponden con lo que yo siento. Una de las mayores violencias es ser invisible, porque no te está permitiendo vivir como tú eres”, argumenta la activista.
En la adolescencia, mientras sus compañeros vivían su despertar sexual, en pleno fervor hormonal, ella utilizaba los libros como escudo: “Con la excusa de los estudios —ya no solo la adolescencia, hasta que terminé la carrera— he estado siempre protegida”. Aunque reconoce entre risas que sí le gustaba estudiar de verdad, en realidad sentía un “no tengo interés en dedicar mi tiempo libre a buscar pareja, tener novio o lo que sea porque no me sale de la misma manera que al resto”.
“Por dentro siempre está la carga mental y la erosión psicológica de qué me pasa, por qué yo no quiero, por qué no me interesa, me tengo que forzar, me tengo que obligar... Eso al final es una violencia que no se ve, porque es psicológica, pero está ahí y te va afectando”, reflexiona. Admite que se ha forzado tanto a tener novio como una pareja monógama tradicional: “Era lo que se esperaba de mí pero realmente yo no tenía ese interés y no tenía por qué haberlo hecho”.
En cuanto a su familia, nunca ha ‘salido del armario como tal’ y ni siquiera saben que es activista. Cree que quizá les costaría comprenderlo, “ya no solo el tema de que soy también bi, sino que yo abiertamente en mis redes sociales hablo abiertamente de sexo, de masturbación, de relaciones... de cosas que son tabú”.
Para quien, como ella hace un tiempo, tenga dudas sobre si encaja en el espectro asexual, recomendaría primero tener cuidado con la desinformación en internet: “Le diría que busque en las asociaciones que existen y en las redes de activistas. Son un espacio seguro, vamos a poder ayudar y se va a sentir comprendido por una persona que está viviendo lo mismo o casi lo mismo”.
Reclama que se hable más sobre la asexualidad: “Es una orientación sexual que está al mismo nivel que la L, que la G y que la B. Resumidamente, es que hay cuatro solamente: puedes ser hetero, puedes ser homosexual, bisexual (o bisexual pan) y asexual. Atracción hacia el género contrario, hacia el mismo, hacia varios o hacia ninguno. Está al mismo nivel, que no lo pongan como una orientación sexual rara, que metemos en un cajón. Hay muchísima gente del espectro asexual. Que pongan la A. L-G-T-B-I-Q-A, que tampoco cuesta tanto”.