Asalto a la diligencia
Vuelven a verse los trucos habituales: la derecha, toda ella, saca a pasear, para que no se apolillen, las trolas consuetudinarias. Nada nuevo bajo el Sol, digo el IBEX.
En Historia de dos ciudades, Charles Dickens pinta así a los financieros de la City londinenses: Por el día, vestidos elegantemente en sus negocios; por la noche, asaltando carruajes en los caminos. “El ladrón nocturno se transformaba a la claridad del sol en mercader de la City…”, entonces y ahora el centro financiero (…). “El lord Corregidor de Londres, a pesar de ser un poderoso potentado, se veía obligado a obedecer a un osado aventurero que le exigía la bolsa o la vida y que despojaba al ilustre personaje en medio de sus numerosos lacayos”.
Salvando las distancias, y el tiempo, aunque sea metafóricamente pocas cosas parecen haber cambiado en cuanto a comportamientos y resultados. Es más, si uno bucea en las redes sociales, incluyendo las terrazas post-pandémicas y las barras de los bares, el chequeo sale positivo: muchos creen que la cosa se ha sofisticado de tal manera que puede hablarse de una auténtica mafia, o cartel, de desaprensivos especuladores. Quizás hasta de una conspiración, aunque esta palabra esté socialmente degradada. Hay tantas conjuras, tanta falsedad e inventiva, que al final las verdaderas maniobras pasan sin pagar el peaje.
Claro que de vez en cuando hay noticias ‘venidas del cielo’, como la imputación de cuatro directivos de Iberdrola, compañía presidida por el locuaz y altanero Ignacio Sánchez Galán, a los que la Audiencia Nacional manda al banquillo por idear una fórmula para provocar una ilegal subida del precio de la energía… en 2013. La fianza en este nuevo tropezón judicial asciende a 192,3 millones de euros. Vivimos un tiempo aciago, donde solo falta la langosta africana para salir en una reedición actualizada de la Biblia.
La oposición, que mientras lo es cobra para oponerse, suele prescindir del contexto y las pillerías; y entonces la situación de España es catastrófica. El ‘funesto’ vicio de comparar, que es uno de los fundamentos del método científico, suele ser criticado como chorro de tinta de calamar. España tiene un 10,2% de inflación, lo cual ciertamente es una barbaridad; pero EEUU, patria del neoliberalismo más desaprensivo y desarretado va por el 9,1 y ni pío, oigan, ni pío. Y la media de la UE es del 8.1 en mayo de 2022, según Eurostat, y subiendo (en abril fue el 7,4 %) y el canario sigue afónico.
A su vez, si bien las medidas para atajar el problema son similares en las economías de la zona euro, en España según los agoreros nos conducen directamente al abismo. Ya olemos percebe en la rompiente. Y vuelven a verse los trucos habituales: la derecha, toda ella, saca a pasear, para que no se apolillen, las trolas consuetudinarias. Nada nuevo bajo el Sol, digo el IBEX: El flamante líder estatal nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, alerta urbi et orbi de que los nuevos impuestos anunciados por el presidente del Gobierno a bancos y eléctricas van a acabar repercutiendo en el bolsillo de sus clientes. O no, que me diría muy serio mi amigo gallego Abelardo. ¿Pero a quiénes hay que defender?
Hasta ahora lo único empíricamente comprobado es lo contrario: que los resultados récord obtenidos por la descarada especulación de los precios están yendo a las cuentas de resultados de bancos y energéticas y es uno de los factores que más han influido en la escalada de la inflación. Los costes sobrevenidos por la guerra de Putin, el uso de los gasoductos como arma de guerra o arma política, sea por Rusia o por Argelia… con el añadido explosivo de las migraciones masivas impulsadas por Bielorrusia o Marruecos o por el cambio climático, el yihadismo, la corrupción o las guerras civiles... Siempre toca...
Lo del amaño conspirativo, tenga una finalidad política, desgastar al gobierno, o meramente avariciosa, posee todos los ingredientes para ser creíble. El Banco de España, por ejemplo, ha detectado en un informe de principios de julio que el
refino de petróleo ha disparado sus beneficios. Otros datos señalan que en las gasolineras hay barra libre.
También a principios de mes la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia impuso una fuerte multa a varias de las más importantes constructoras por haber alterado mediante acuerdos ‘secretos’ el precio de las licitaciones de obra pública. Yolanda Díaz, el verso suelto o la neurona solitaria de Podemos o el PCE, declaraba en El Español de Pedro J. que “un 83% de la inflación viene de los beneficios empresariales”.
El anuncio de Sánchez de gravar este exceso para tratar de controlarlo, o de compartirlo con los Presupuestos Generales, ha desatado el tremendismo y hasta la histeria en el conglomerado de la predicación y la propaganda de las misiones conservadoras de los ‘evangelistas’ del Último Día. Así, mientras Feijóo pone cara de asombro y parece cada vez más un clon de Casado, salvo en la ‘nacionalidad’ y las gaitas, y defiende la bajada general de impuestos, cargas y gravámenes, en la UE se sostiene justo lo contrario.
En la economía social y más en ‘tiempos de turbación’ como los actuales no valen las enseñanzas de Ignacio de Loyola de no hacer mudanza, no moverse. Bruselas, el FMI, y hasta el Banco de España y el BBVA, etcétera, aconsejan o bien subidas temporales o bien no meneallo. Entre otras razones por un caso relativamente reciente: en la crisis disparada por el capitalismo de casino de 2007, a la que tanto contribuyó Aznar en España con la descapitalización del Estado mediante la venta de la totalidad o la mayoría de las acciones de sus principales y más rentables empresas públicas, como ENDESA, o con la imprudente estrategia hipotecaria y de construcción… hubo que rescatar al sector financiero con dinero público. Porque en estos asuntos no funcionan las rogativas ni el agua bendita por muchos intereses comunes que tenga la derecha con la Conferencia Episcopal.
Y, por cierto, tanto el papa Francisco como diversos especialistas y organizaciones sanitarias se están encargando de desmontar y dejar en ridículo aquella campaña catastrofista de que el sanchismo se iba a cargar al campo y a los agricultores: el ABC publicaba el 10 de julio que Su Santidad “pide a los jóvenes consumir menos carne para salvar el medio ambiente”. Otras organizaciones le llevan la contra a Díaz Ayuso: la comida basura sale cara. Médicamente probado. Y hasta asociaciones ganaderas y municipios condenan las macrogranjas. Y nadie rechista. Pero el coro de las lamentaciones surtió efecto, aunque del orgullo al ridículo y la vergüenza ajena solo hay milímetros de distancia. Como pasará con no controlar los impulsos como el famoso escorpión de la fábula: criticar a la feijoana manera el inicio de la alta velocidad, aunque de entrada, hasta que se complete la electrificación, sea media, en Extremadura, es de estúpidos: los extremeños son muy pacientes pero no son tontos.
Hay cosas que son como son, y no como nos gustaría que fueran o fuesen, y a veces les toca cortar la cinta a los adversarios. En Galicia o en Cáceres y Badajoz. Por mucho que PP grite y se desgañite y saque a los muertos del terrorismo en procesión para desviar la atención, ETA dejó de matar y empezó el proceso de disolución durante el gobierno de Rodríguez Zapatero, y la alta velocidad o velocidad alta y en la muy útil y novedosa forma de ‘mix’, empezó a acelerar en Extremadura con Sánchez. Qué le vamos a hacer. El que no ha corrido, tiempo ha tenido.
No es solo España quien va a pasar dificultades el próximo invierno: puede ser
incluso la que menos. Alemania, y toda Europa, se preparan para los cortes de
energía porque Putin no va a desaprovechar esta ocasión. Todos los gobiernos
instan al ahorro desde ya: a no despilfarrar en el aire acondicionado, con
temperaturas casi polares, ni en la calefacción, con temperaturas del desierto de
Kalahari. También han revisado su política en este aspecto atendiendo al sano
principio marxista, siempre desdeñado por los propios comunistas, del análisis
concreto de la realidad concreta en el momento concreto, como enseñaban los
cuadernitos de formación popular de Marta Harnecker.
Y no hablemos del escándalo de la utilización de los fondos reservados, las
conexiones con el ex comisario Villarejo, los espionajes a compañeros del propio partido —ya decía Churchill que “hay adversarios, enemigos y compañeros de partido”— que nos recuerdan a las impresionantes imágenes captadas por el telescopio cósmico James Webb que reflejan, con un espectacular colorido de fuegos artificiales, el universo en formación y hasta estrellas que han desaparecido tragadas por otras.
Es como para pensarlo.