Luces y sombras: España activa el plan de ahorro energético entre la normalidad y la duda
El paquete de medidas ya está en vigor desde esta medianoche, marcada por el apagado adelantado de luces de grandes cadenas y pequeños establecimientos y la bajada de los termostatos en establecimientos y edificios públicos.
Desde esta medianoche, España ha entrado en modo de ahorro energético. Varias de las medidas del real decreto-ley del Gobierno ya están vigor, como la limitación de temperaturas en el interior de edificios públicos o establecimientos. También el apagado de escaparates y vitrinas en el comercio, una de las grandes imágenes que ya se buscaba la pasada madrugada en las principales arterias de la capital de España.
Aunque las firmas no estaban obligadas estrictamente a hacerlo hasta las 22.00 horas de esta noche, el centro de Madrid vio cómo muchas grandes cadenas o pequeños comercios daban el paso para cumplir estrictamente con lo estipulado en el texto del Plan de choque de ahorro y gestión energética en climatización, con entrada en vigor a las 00.00 horas.
Y, desde la apertura comercial esta mañana, el aire acondicionado no podrá bajar de 27 grados -25 en algunos casos-. Tiene que aplicarse en edificios y locales de uso administrativo, comercial y de concurrencia pública, como teatros, cines, establecimientos de espectáculos públicos y actividades recreativas, estaciones de tren y autobús, o aeropuertos. No será obligatorio en aquellos espacios que así lo justifiquen por las especificidades del sector o las condiciones de sus trabajadores, los centros de formación -colegios, universidades, guarderías...-, sanitarios, peluquerías, gimnasios y medios de transporte en sí.
A las 10 de la mañana, el termómetro de una farmacia de la plaza de Legazpi ya marcaba 31º. De nuevo la capital se enfrenta a una jornada de agosto de mucho calor, mientras los cierres de pequeñas y grandes tiendas comienzan a levantarse.
En el centro comercial que hay situado a orillas del río Manzanares, en Madrid Río, la mañana transcurre igual que cualquier otra del mes de agosto: se nota que hay mucha gente de vacaciones y para los turistas aún es pronto. A estas horas de la mañana, caminar por sus grandes pasillos resulta agradable, se está fresquito y el frío no es incómodo.
“A mí es que me parece bien que se suba la temperatura porque hay veces que, cuando llevas un ratito de tiendas, comienzas a sentir frío y a estar incómoda”, aseguran Isabel y Petra, dos señoras que han decidido aprovechar las primeras horas de la mañana para dar un paseo por las rebajas. “Pero lo mismo ocurre en el autobús y en el metro, que hay veces que te tienes que echar un pañuelo de lo incómodo que es chorro del aire”.
La temperatura de la planta baja de este centro comercial en esos momentos es de 28.2º.
En una conocida tienda de accesorios para el móvil situada en la planta baja, Sonia, su dependienta, confirma que efectivamente hoy el aire acondicionado está a 27º “y estos días de atrás estaba como a 25”. Además, en el nuevo protocolo de apertura y cierre, tienen la indicación de apagar el aire cuando se marchen, cosa que otros años no hacían. “De momento no tenemos calor, estamos bien. A ver cuando llegue la tarde”. Lo mismo cuenta José, dependiente de una de estas tiendas nórdicas llena de complementos del hogar, papelería y juguetes de madera. “Aquí estamos a la sombra, no creo que pasemos calor a 27º”.
La que sí muestra su queja por esta subida de los termostatos es Loli, una de las trabajadoras de la limpieza del centro comercial. “Yo ya pasaba mucho calor, llevo todo el verano sudando, así que ahora más”. En la planta en la que ella está trabajando en ese momento, el termómetro marca 27,8º.
En la puerta de una conocida cadena de moda, un grupo de tres señoras tiene opiniones encontradas. “A mí me parece mal porque con los calores que están haciendo, no creo que sea el momento”, argumenta una. “Yo sí que creo que es una medida que había que tomar y aquí, ahora mismo, no hace calor”, dice otra. “Es que yo creo que en algunas tiendas no han bajado mucho el aire porque se nota igual de frío que la semana pasada. No sé si seguirá siendo así cuando las tiendas se llenen de gente”, añade la tercera.
Llama la atención que otra conocida tienda de ropa, un ventilador a la entrada de los probadores esté funcionando ya desde esa hora. “Lo del ventilador no tiene nada que ver, es por una avería”, explica la dependienta que enseguida advierte de que tienen orden de no hablar con periodistas y remite al departamento de comunicación para conocer más detalles.
“Ay, con lo fresquito que se estaba dentro”, le dice un niño a su padre al salir del centro comercial. Y es parece que sí, que a pesar de los 27º, estos espacios seguirán siendo refugios en los que ponerse a salvo de las altas temperaturas cuando el sol brilla con toda su fuerza.
Las medidas del plan de ahorro energético también afecta a los edificios y locales de uso administrativo, tanto públicos como privados. En la Oficina de Empleo de la calle Antonio López de Madrid, los funcionarios comenzaban la jornada bajo estas limitaciones
Aunque nos remiten a la Subdirección General de Oficinas de Empleo y Servicio al Empleador, nos confirmaban que estaban cómodos trabajando y que ‘todo estaba bien’ y, por lo que se podía observar, ninguno de ellos había recurrido a la chaqueta comodín, una imagen muy común hasta ahora.
En la puerta, una usuaria del servicio, Paula, confirmaba que dentro no hacía calor y que ella apoyaba la medida “porque era un poco derroche”.
A las 10 de la mañana, bares y cafeterías están en plena actividad sirviendo desayunos. Pero a estas horas, son las terrazas las que arrastran a la mayoría de los clientes que aprovechan que aún las temperaturas son agradables. Será a partir de las 12 cuando estos locales den la bienvenida a los que buscan refrescarse por dentro y por fuera, en el fresquito del aire acondicionado.
El real decreto-ley del Gobierno recoge algunas excepciones a la aplicación general de limitar el termostato en espacios públicos para que no queden por debajo de los 27 grados, entre ellos el sector de la hostelería para el que la temperatura límite es de 25.
“Hoy en mi cocina había 38 grados”, cuenta Juli, propietaria de un pequeño negocio de hostelería en Carabanchel. “En mi caso, como en el de otros muchos pequeños bares, no tengo aire acondicionado en la cocina y, por supuesto, el ventilador no se puede poner. Si hay fogones de gas, con las ráfagas se pueden apagar y además es peligroso”.
Las dos de la tarde es la hora punta del bar-restaurante Belmi. “A esa hora están el bar, la terraza y las mesas de comer llenas de gente y claro, los 27 grados no se pueden mantener ni de coña. ¿Qué hemos hecho? Lo hemos bajado unos grados, podemos hacerlo hasta los 25, para que los clientes estén cómodos. Después lo volvemos a subir”, explica.
No teme que los clientes protesten y tampoco cree que esto pueda hacerles perder a algunos porque, incide Julia, no es una novedad hoy por ser el día que ha entrado en vigor. “El precio que ha llegado a alcanzar la luz ya nos ha obligado a intentar ahorrar energía y a poner el aire lo mínimo posible. Ya habíamos recortado gasto energético por una sencilla cuestión de superviviencia”.
Cuando el reloj de la Puerta del Sol se aproximaba a la medianoche, se había generado un reguero de expectación en forma de grupos de personas que no dudaban en conseguir un selfi frente al icónico edificio. Sonaron las campanadas y no ocurrió nada fuera de lo habitual, pero en los aledaños comenzaron a apagarse los escaparates de grandes firmes en calles como Preciados o la del Carmen.
“Llevamos un par de noches aquí y hemos visto ya algunos escaparates apagados, te da la sensación de como si no hubiera tanta gente”, explica a El HuffPost Izar, acompañado de un amigo con el que pasea por Sol, reconociendo que no le produce sensación de inseguridad al estar encendido el alumbrado público. Ambos jóvenes acaban de comprarse sendos helados y ríen cuando se les pregunta si no les ha echado atrás la estampa a la hora de comprar. “Me da un poco de lástima que esté todo más apagado de lo normal porque no es lo típico dentro de lo que es Madrid, pero si es solo esto y no apagan monumentos me parece una medida decente”, apunta David.
En la calle Preciados destacaba lo que no se veía, con el gran edificio de El Corte Inglés con las luces de la fachada apagada, al igual que el de la FNAC. Frente al primero, una familia murciana regresa de pasar el día fuera en su tiempo de vacaciones. “Se nota todo mucho más apagado, es diferente, la sensación es un poco triste”, relata Daniel, junto a sus dos pequeños, poniendo el foco en que en su caso estaban advertidos por la medida, pero preguntándose cómo afectará al turista extranjero que visita las calles históricas madrileñas. También desconfía de cómo afectará a las ventas: “Las compras son un estado de ánimo, si tú vas a un sitio apagado y triste no te incita a gastar”.
En la plaza de Callao, el bullicio habitual de gente no se había detenido por un instante y la vista de Gran Vía mostraba una silueta que contrastaba con la de fachadas apagadas de hoteles históricos con algunos establecimientos comerciales de comida todavía en funcionamiento y con luz. Todo ello marcado por los grandes letreros luminosos de los teatros y enormes paneles publicitarios encendidos en el ‘Broadway madrileño’. Cuestión última que dificultaba percatarse de la diferencia.
″¿Qué dices?”, exclama un sorprendido Juan Carlos, que reconoce que no se había enterado de la existencia del plan de ahorro energético. Añade, aún dudando de si era cierto: “yo he visto todo normal, no he notado nada distinto”. Se lo confirmaba su amiga Denís, que trabaja en un comercio y ya había visto cómo apagaban las luces del escaparate de la tienda unas horas antes. “Sinceramente, para mí sí que me produce inseguridad, sobre todo para nosotras las mujeres”, confiesa.
Aunque ya han pasado de las doce, algunas firmas textiles del centro todavía tienen luz en sintonía con la actividad de su interior en la que los empleados hacen inventario o apilan cajas en su interior. No obstante, el cumplimiento se va haciendo generalizado a medida que pasa el tiempo y solo quedan pequeños detalles alumbrando en las vitrinas. Una tienda de souvenirs está echando el cierre y en cuanto la verja toca el suelo se apaga por completo.
Con todo, a escasos metros de la Gran Vía, el cruce con Fuencarral no presenta la misma imagen. La menor presencia de hoteles en una calle fundamentalmente comercial se traduce en decenas de escaparates apagados, con las farolas como guía de viandantes que aún portan bolsas de las compras de la tarde.
“Está todo igual”, opina José Antonio al pie del metro frente a la boca de la Montera, quien no cree que las medidas sean desmesuradas. Este madrileño tiene claro que en su caso no le afecta de ninguna forma que un escaparate esté apagado para hacer sus compras. “Yo hago la compra por el día”, ironiza, con una sonrisa perspicaz, para finalizar: ”¿Es por lo de Ayuso, ¿no?”.