Elecciones en Argentina: el kirchnerista Fernández amenaza con arrasar a Macri
Con el peso hundido, la pobreza rozando el 40% y el FMI dando créditos gigantescos, el actual presidente lo tiene complicado para no recibir un castigo mayúsculo
Argentina vota este domingo sumida en la desesperanza y el fatalismo. Los ciudadanos tienen la sensación de que, gane quien gane, todos van a perder. Llevan demasiados años montados en una montaña rusa de ilusiones y desilusiones, sobre todo en lo económico, donde nunca hay paz.
En lo político, siguen metidos hasta el cuello en lo que llaman la “grieta”, una división social que, con brocha gorda, podríamos pintar como una pelea entre kirchneristas y no kirchneristas. En 2015, los argentinos castigaron a los de Cristina Fernández y le dieron la victoria a Mauricio Macri (de 60 años). Ahora, desencantados de nuevo, se espera que el poder vuelva a manos de los peronistas, con otro Fernández al mando, Alberto (de la misma edad que Macri).
Lo que dicen las encuestas
Los sondeos publicados hasta el pasado jueves, cuando acabó la campaña electoral, sostienen que el Frente de Todos, el partido de Alberto Fernández -que concurre con Cristina como su aspirante a la vicepresidencia- logrará este 27 de octubre más del 52% de los votos. Juntos por el cambio, del actual presidente Macri, se quedaría muy lejos, con menos del 35% de los sufragios.
Se augura, pues, una repetición de la sonora bofetada que el conservador se llevó ya en la primera vuelta de estos comicios, el pasado 11 de agosto, cuando contra todo pronóstico los peronistas dieron la vuelta al marcador y le sacaron al partido en el Gobierno casi 17 puntos de diferencia (49,99 frente a 32,93% de los votos).
Los analistas insisten en que no estamos tanto ante una conquista del peronismo como ante una derrota de Macri. Uno ganará, pero porque el otro perderá. Y si no se dejará notar el agotamiento y el cansancio de los votantes con una abstención de bulto será porque el voto en Argentina, tanto en primera como en segunda vuelta, es obligatorio.
Cómo están las cosas
Los ciudadanos no pueden llegar contentos a esta cita con las urnas cuando las cosas están tan mal. Actualmente, la inflación es del 55,8%, la más alta registrada desde la hiperinflación de 1989-1990 y una de las más elevadas del mundo. El PIB se ha desplomado en tres de los últimos cuatro años y la moneda local, el peso, se ha depreciado un 29% desde que Macri llegó al poder. El desempleo sigue al alza y afecta ya al 10,10% de la población, el peor dato en los últimos 13 años, con sectores clave como el de la construcción cayendo entre un 8 y un 10%.
Más: la subida media de los precios de los alimentos básicos era del 60% en agosto, con picos de hasta el 80 y el 90% en determinados bienes. La pobreza afecta al 35,4% de los argentinos, seis puntos por encima de la que se registraba en tiempos de Cristina y la peor desde 2001. Son datos del Centro de Estudios de la Nueva Economía, con base oficial. Uno de cada dos niños es pobre. El país, en septiembre, renovó por tres años más el estado de alerta alimentaria.
Un nuevo corralito amenaza (ya hay quien empieza a sacar su dinero de los bancos, por desconfianza) y Macri ha tenido que pedir otro rescate al Fondo Monetario Internacional (FMI), de 57.000 millones de dólares. De momento, la entrega imprescindible de este mes pasado, de 5.400 millones, está paralizada hasta después de los comicios.
La recesión ha empeorado aún más en los tres últimos meses, tras la primera vuelta electoral, ante la previsión de que cambie el Ejecutivo. Y afecta a todas las capas de la sociedad: si a los pobres el dinero cada vez les llega menos para pagar la leche o el pan (no digamos la carne o el pescado) y se multiplican los demandantes de comedores sociales, la clase media vive con lo justo, asfixiada a impuestos, y los ricos han visto limitados sus movimientos, restringida como está la compra de dólares para evitar fugas de capitales.
Desde el retorno a la democracia, en 1983, ningún partido ha logrado la reelección en un contexto de precaria situación económica.
Cómo se ha llegado a este punto
Macri, exalcalde de Buenos Aires, se aupó al poder gracias a la ola anti-Cristina. Los escándalos de corrupción (que aún la salpican, con dos procesos judiciales abiertos) y el desgaste tras 12 años de kirchnerismo le dieron la victoria. Ganó porque era lo opuesto a la entonces mandataria.
La prensa local sostiene que en un primer momento hizo un buen diagnóstico de los problemas del país. Por ejemplo, se propuso abordar la inflación, meter mano a los impuestos y mejorar el sistema energético y sus tarifas, cita EFE, pero no lo abordó de la manera adecuada. “El problema estuvo en la forma de ejecutar esos objetivos y en no tener una política macroeconómica integral”, explica a la agencia el analista económico Fausto Spotorno.
Se le aplaude lo logrado: una mejora de las infraestructuras nacionales, un plan de lucha contra la delincuencia y el narcotráfico, una mayor apertura comercial con el exterior (Argentina es uno de los mayores exportadores del mundo, sobre todo de maíz, trigo, carne y soja), y una disminución del déficit fiscal primario (será del 0,5% a finales de este año). También ha mejorado la calidad institucional del país, severamente tocada tras los años del tándem Néstor Kirchner - Cristina Fernández.
El efecto Fernández
Ahora los ciudadanos culpan a Macri de su empobrecimiento y piden que el Gobierno pegue la vuelta de nuevo. Hay quien añora las políticas sociales de centro izquierda y quien ve que los cambios en el peronismo pueden ser garantía de que ya no volverán los aires de Cristina, esa mujer que levanta tantas pasiones como odios.
Los peronistas han cambiado porque han quitado a la expresidenta de la cúspide y la han sustituido por Alberto Fernández, un abogado y profesor de Derecho con pinta de señor tranquilo, sereno y centrado, al que le gustan poco los mítines masivos y la aparición en la prensa, que fue azote de Cristina en sus tiempos en el Gobierno y que, sobre todo, no es Macri.
Hasta el año 2000 no ganó el cargo de legislador para la Ciudad de Buenos Aires, por lo que su trayectoria política es tardía, tras trabajar en seguros, en finanzas y en la universidad. Es un hombre bien conocido en el país, que estuvo junto al expresidente Kirchner antes de que cuajara el kirchnerismo. Llegó a ser su jefe de gabinete, pero en 2008 renunció en medio de un duro conflicto con el sector agropecuario del país, por un paquete de impuestos al campo. Se fue, fundó hasta un partido aparte y hoy se le considera un moderado peronista.
La pelea del candidato favorito es contra su oponente, pero también interna: al aceptar a Cristina como segunda en su papeleta, debe andar todo el día desmarcándose de ella y repitiendo que no será un títere. “El presidente voy a ser yo”, insiste.
Los sondeos dicen que está especialmente fuerte entre la clase media y baja, y más aún en las ciudades, mientras que Macri conserva su influencia (menguante, pero influencia) en las clases acomodadas y en el mundo rural.
Lo que propone cada uno
Como informa la agencia Associated Press, Macri ha reconocido el coste social de sus medidas de ajuste, pero sostiene que el esfuerzo valió la pena y ha prometido que la economía se pondrá en marcha el próximo año. Ha adelantado que “profundizará el perfil agroexportador con la apertura de nuevos mercados”, para lo cual considera vital el acuerdo Mercosur-Unión Europea. También incentivará la producción de energía con la explotación del yacimiento de hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta en la Patagonia, una de las mayores reservas del mundo.
Fernández, por su parte, ha enfatizado que su prioridad será reactivar el consumo y reducir la pobreza. Adelantó que convocará a sindicatos y empresarios para buscar un gran acuerdo para bajar la inflación y aseguró que protegerá a sectores de la industria local, en particular a las pequeñas y medianas empresas, por lo que advirtió que revisará el acuerdo de libre comercio entre los bloques sudamericano y europeo. Dio a entender que pondrá trabas al capital especulativo.
Está por ver qué propuestas convencen más a los cansados argentinos. El péndulo, el cambio, parece ser, de nuevo, la opción en cabeza. Por delante, a quien sea, le queda un complejo laberinto del que salir y del que sacar al país.