Arde la derecha
Martínez Almeida, Díaz Ayuso y Ortega Smith cierran su semana más bochornosa. Y ya es decir.
Uno, en su eterna inocencia, sigue anhelando que sus representantes políticos posean un mínimo de altura intelectual. Insisto: un mínimo. Aspirar a contar con un estadista a la altura de Churchill es tan pueril que tan sólo escribirlo produce sonrojo, e incluso anda tan mal el patio que no rechaza del todo la idea de que Rajoy y González sean hoy los émulos españoles del premier británico. No, el nivel es tan bajo, el desconocimiento tan elevado, la oratoria tan pobre y los razonamientos tan de patio de colegio que, en una semana tan desconcertante como esta, a uno le entran ganas de dirigir una revista mensual de ajedrez o yoga.
Martínez Almeida, Díaz Ayuso y Ortega Smith cierran su semana más bochornosa. Y ya es decir. Tal vez sea el alcalde de Madrid el que, a priori, sale mejor parado. No hubiera estado de más que uno de sus muchos asesores le hubiera recordado las palabras de Alfred Hitchcock cuando apuntó: “Nunca trabajes con niños ni con animales ni con Charles Laughton”.
Ignorando tan certero consejo, el alcalde madrileño acudió a un programa de Telemadrid en el que el invitado se somete, en una suerte de colegio, a las preguntas de alumnos que rondan los diez años. Ya saben lo que pasó: le instaron a elegir entre salvar la Catedral de Notre-Dame o el Amazonas y Almeida no dudó en elegir la catedral parisina por ser un “símbolo de Europa”. No fue un fallo, sino la exposición más clara de una ideología que se consuma con la flexibilización de Madrid Central. La derecha es contaminante.
Lo de Díaz Ayuso tiene menos explicación. Sus críticas a la necesaria Ley de Memoria Histórica no sorprenden, pero sí su argumentos: ”¿Arderán las iglesias como en 1936?”, se preguntaba con inquebrantable pachorra la máxima representante de los madrileños. Al margen de reflejar un inquietante desconocimiento en la data de los hechos —las iglesias ardieron en 1931, no en 1936—, refleja una desidia intelectual que no cometería ni uno de los niños que entrevistaron a Martínez Almeida. Basta con buscar “Quema de conventos en 1936” para que la entrada de la Wikipedia salga…. vacía.
Díaz Ayuso no tuvo un arrebato oratorio, ni sus palabras se enmarcan en una discusión en la que se acaba elevando el tono hasta perder el control tanto en fondo como en forma: lo que dijo lo llevaba escrito. Es decir, un asesor se lo había redactado previamente pensando que era una respuesta acertada, no más propia de machito descamisado que, palillo en boca, suelta la bravata antes de darle otro lingotazo al coñac.
¿Qué pretendía Isabel Díaz Ayuso con su frase? Nada más —y nada menos— que decir su verdad. Porque “¿Arderán las iglesias como en 1936?” es una pregunta que expone como pocas la ideología que define a la derecha española actual. Hablan de cerrar heridas y no remover a los muertos pero en cuanto se les toca la piel o se mueven unos huesos saltan hechos un basilisco y se sitúan del lado de los golpistas, los dictadores y los asesinos. Pasan los años y nada cambia: la derecha siempre está del lado de las víctimas. De las víctimas de su ideología.
No basta con que Pablo Casado se deje barba —a ese punto hemos llegado, dejarse barba para reflejar un cambio ideológico— cuando los miembros de tu partido político te sitúan con una simple frase en la derecha más extrema. Esa misma que carga, con un previsible desconocimiento histórico, contra las 13 Rosas. Lo siento, pero Javier Ortega Smith no merece ni una línea más.
Díaz Ayuso llevaba apuntada su frase en un folio. Qué democrático, sano y responsable hubiera sido si las palabras hubiesen sido estas: “Señores, dotemos de todos los recursos necesarios al Gobierno para sacar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos. Reconvirtamos ese espacio en un lugar de reconciliación y convivencia para las generaciones futuras. Saquemos al dictador —a cualquier dictador—, expulsémosles de nuestra vida, porque sólo trajeron desgracia, injusticia y violencia. Defendamos sistemas democráticos como el que encarnó la II República entre 1931 y 1936, estudiemos sus errores y valoremos sus aciertos. Y a los dictadores, insisto, llevémosles lejos. Cerremos de una vez esta herida en honor a todas esas familias que sólo conocieron el dolor y el sufrimiento, ayudemos a todos los familiares que aún, tantos años después, buscan a los suyos en las cunetas. Hagamos justicia de una vez por todas. Recordemos a Manuel Azaña: ‘Paz, piedad y perdón’”.
En vez de eso Díaz Ayuso y su vicepresidente, el ciudadano Aguado, se comprometieron a hacer “todo lo posible para que las iglesias no vuelvan a arder como en 1936”. Qué irresponsabilidad.
Arde Notre-Dame, arden las iglesias y arde la derecha cuando se toca lo suyo.