Antonio Pampliega: "No los odio, pero no les perdono lo que le han hecho a mi familia"
El periodista ha publicado el libro 'En la oscuridad', en el que cuenta su secuestro.
Un año y dos meses después de ser liberado, Antonio Pampliega sigue teniendo en los brazos las marcas de cuando se intentó quitar la vida en una celda custodiada por Al Qaeda. Fue uno de los tres periodistas secuestrados en Alepo en julio de 2015 por una de las ramas de este grupo terrorista en Siria. Pampliega entraba ilegalmente por enésima vez en el país para hacer su trabajo: contarle al mundo las atrocidades de la guerra. Pero esta vez, lo que iba a ser un viaje de trabajo de dos semanas, se convirtió en un secuestro de 10 meses. Este martes publica su nuevo libroEn la oscuridad(Ediciones Península), en el que cuenta cómo vivió aquél infierno.
El 13 de julio de 2015, una furgoneta cortó el paso al coche en el que iban los periodistas Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre en Alepo. Varios hombres armados los sacaron del interior del vehículo y se los llevaron. Uno de sus contactos los había traicionado y comenzaban 10 meses de cautiverio en los que Pampliega se levantaba cada mañana con la incertidumbre de saber qué sería de él, si volvería a pisar suelo español o cómo estaría su familia. Durante tres meses permanecieron juntos bajo la vigilancia Al-Nusra, la rama de Al Qaeda en Siria pero el 14 de octubre sus secuestradores separaron a Pampliega de sus compañeros. Desde entonces y hasta el 7 de mayo de 2016, encerraron al periodista sólo en una habitación de donde salía 10 minutos al día para ir al baño.
Hoy, el reportero se sienta sonriente en el hotel Las Letras de Madrid dispuesto a rememorar, una vez más, aquél trágico episodio de su vida. Aunque cueste. Aunque sea doloroso. "Tengo compañeros que no han podido volver", cuenta a El HuffPost refiriéndose, entre otros, al periodista Jim Foley, decapitado por el Estado Islámico y a quien dedica el libro. Y por eso se ha decidido a contar su historia: "Sé la suerte que tengo. Soy un afortunado por estar aquí sentado". Tras pasar un año refugiándose en su familia y sin salir mucho en los medios de comunicación, Pampliega ha decidido que ya era lo bastante fuerte para contar lo que había pasado. "Ahora trato de retomar mi vida, disfrutarla y seguir haciendo lo que me gusta", asegura con una sonrisa.
Seguir haciendo lo que le gusta, sí. Periodismo pero no en Siria. "A Siria no volveré nunca más", asegura rotundo. Aún se le nota emoción en la voz cuando habla de aquellos días, sobre todo del tiempo que pasó sólo. "Los primeros meses tenía el apoyo de mis compañeros, que es fundamental. Además, el trato no era excesivamente malo, hasta nos regalaron un ajedrez", recuerda.
La cara le cambia al hablar de la segunda parte del secuestro: "Te meten en una habitación con todos tus fantasmas, tus miedos y cuatro hijos de puta descerebrados a los que les encanta machacarte". Cuenta que su situación se volvió "muy complicada". Para él, lo peor de aquellos días no fueron los malos tratos ni las amenazas, "era estar sólo". El árabe que sabía aún era escaso para entender lo que decían sus secuestradores durante esos meses: "Escuchas cuatro palabras fuera de contexto y crees que te están vendiendo o que te van a matar. Ahí lo pasas mal. Muy, muy mal".
Fue entonces cuando empezó a afrontar la muerte: "Me hicieron creer que me iban a matar y que habían matado a mis compañeros y al saber eso crees que vas tú detrás". Con ese pensamiento, robó dos cuchillas de metal a sus carceleros para tratar de quitarse la vida: "Lo pensé sobre todo cuando me grabaron el vídeo como prueba de vida. Pensé que mi madre y mi hermana tendrían que ver cómo me decapitaban esos hijos de puta y me preguntaba si tendría la suficiente endereza de aguantar sin romperme delante de ellos. Llegó un momento en el que dije 'hasta aquí". "No puedo más, de verdad. Voy a coger el toro por los cuernos . Seré yo y sólo yo quien decida mi destino. Solo espero que mi familia entienda lo que voy a hacer y que me perdone", escribió en su cuaderno desde su celda.
A pesar de todo, Pampliega aguantó hasta poder abrazar de nuevo a sus hermanos y a su madre. No tiene odio hacia sus secuestradores: "No los odio, pero tampoco los perdono. Y no por lo que me hicieron a mí, sino por lo que le hicieron a mi familia". No cree que tenga sentido odiarlos, "¿qué vas a odiar? ¿A quién? Es posible que la mayoría de ellos estén muertos. El pasado es pasado".
No los odia, pero tiene claro que jamás sería como ellos, nunca empuñaría un arma. "¿Quieres defender a tu país? Pues coge una cámara de vídeo y sube lo que pasa a internet o vete a un hospital a ayudar a sacar muertos. Pero no cojas un rifle, grites que Dios es grande y pienses que así vas a salvar algo", opina.
La mayoría de los chicos que lo custodiaban no pasaban los 30 años. La juventud de aquellos rebeldes y de los niños a los que armaban para participar en el conflicto es de las cosas que más ha impactado a este periodista, que ya ha visto de todo. "Son chavales que estaban en el cole y la guerra destruyó sus sueños, ideales y esperanzas", cuenta. Se acuerda de Fátima, de 10 años, que quiere matar a Bashar al-Ásad con sus propias manos porque él mató a su madre y a su hermana. Es una de las protagonistas de la serie niños perdidos, uno de sus grandes trabajos en los países en conflicto. "La guerra es una mierda. Una puta mierda", añade.
A pesar de que no quiere volver por allí, Pampliega admira la dignidad de los sirios y cree que en Occidente la gente "no tiene ni idea" de lo que ocurre en ese país. "Si lo supiésemos, habría una manifestación en la calle, como con la guerra de Irak. Los medios no hemos informado bien sobre ello. Si quieres contar una guerra no enseñes sólo a los refugiados o a gente pegando gritos de 'Dios es grande' con un kalashnikov. Mete una cámara en un hospital. Si es muy duro graba sólo el suelo, pero que se escuche el sonido. La gente no sabe lo que allí ocurre porque los medios no van", asegura. Siente un agradecimiento enorme hacia el pueblo sirio: "Si yo soy quien soy hoy es gracias a ellos. Me han salvado la vida muchísimas veces y estoy en deuda".
Pero el conflicto sigue. Y seguirá, según el periodista. "Es un conflicto estancado que se va a alargar en el tiempo", asegura, señalando también que se trata del "peor conflicto del siglo XXI". "Yo no he estado en una guerra hasta que estuve en la de Siria, y eso que he cubierto muchas", asegura, "no he visto nunca tanta crueldad. He visto cómo el régimen bombardeaba colegios, hospitales y panaderías. He visto también cómo los rebeldes torturaban y ejecutaban gente".
Pampliega fue uno de primeros periodistas en visitar Siria después del inicio del conflicto en 2011. Un año más tarde, sus conocidos allí le alertaron de lo que podría ocurrir -y de hecho, ha ocurrido-: "Me dijeron que lo único que le pedían a Occidente era una zona de exclusión aérea para que no hubiese bombardeos y que, si no les ayudaba, iría alguien que les ofrecería ayuda y los europeos lo acabaríamos pagando. Tenían razón. Se aferraron a los únicos que fueron allí a ayudarlos, Al Qaeda. ¿Que son terroristas? Les da igual, han venido a ayudarlos y son los que ves en primera línea de combate luchando contra el régimen".
Él no pudo cubrir la oleada de refugiados que hubo en 2015, pero este año sí que los ha seguido de cerca. Critica fuertemente a aquellos que relacionan a los refugiados y a los terroristas. "¿Qué es terrorista?", se pregunta, "¿el que bombardea? ¿el que mata a civiles? Entonces, ¿Aznar, Bush y Blair son terroristas?". Explica que el Estado Islámico "no nace de la nada, nace en Irak porque alguien decide bombardear algo a cambio de petróleo y deja el país hecho una ruina". Según él, el yihadismo se basa "en la frustración, la desesperación y las ganas de venganza" y "da un sentimiento de pertenencia a los que no tienen nada". "En su situación, ¿no harías lo mismo?", pregunta. Recuerda que muchos de los perpetradores de los atentados en Europa eran europeos. El mismo verdugo que decapitó a Jim Foley era británico. "¿Cómo hemos dejado que occidentales decapiten a occidentales? ¿Qué clase de sociedad de mierda hemos creado?", cuestiona.
Pampliega disfruta haciendo su trabajo, pero algo ha cambiado desde su secuestro: "Antes, lo básico era mi profesión. Ahora no me dejo implicar tanto. Entiendo que ningún reportaje vale mi vida, pero te tiene que pasar una cosa así. La gente me pregunta qué mensaje envío y es ese: que disfrutes la vida, que esto se puede acabar mañana".
El periodista freelance explica que su trabajo puede llegar a ser muy duro. "A mí me han llegado a pedir que trabaje gratis desde Afganistán. Algún periódico español me ha ofrecido 35 euros por texto y fotos. Desde Alepo, en 2014. A dividir entre el fotógrafo y yo". La financiación de este tipo de periodismo es complicada. "Mi padre me dice que no tengo una profesión, que tengo unhobbie muy caro".
A pesar de estas dificultades, Pampliega lo tiene claro: "Ahora a seguir. A seguir contando el mundo. Para que el día de mañana no haya nadie que diga que no sabía lo que ocurría. Por eso los periodistas somos importantes". Recuerda unas palabras que le dijo el reportero Gervasio Sánchez: "Los periodistas somos los ojos de aquellos que no pueden ver y la voz de aquellos que no pueden hablar". "Sin nosotros, el mundo es más opaco y más oscuro", concluye Pampliega.