Antonio Colinas: "La razón poética de María Zambrano procede de Leopardi y Hölderlin"
¿Quiénes fueron esos poetas que acompañaron a María Zambrano?
Por Winston Manrique Sabogal
El primer recuerdo de María Zambrano fue un movimiento poético: el vuelo hacia el aroma de un limonero, cuando tenía 3 o 4 años. Fue el día en que su padre la cogió en brazos y la alzó hacia un limonero y el olor la envolvió. Quizás todo empezó ahí en ese viaje a los sentidos.
A María Zambrano (Vélez, Málaga, 1904-Madrid, 1991) no solo le encantaba la poesía, sino que la poesía y los poetas ayudaron a enriquecer y esculpir su pensamiento. Era parte del corazón de su mundo interior. ¿Pero quiénes fueron esos poetas que acompañaron a María Zambrano? ¿Por qué y cómo entraron en el corazón y la razón de la filósofa española? ¿Cómo queda en el sustrato y se traslucen en su valiosa obra?
Antonio Colinas (La Bañeza, España, 1946) desvela parte de esta geografía poética-filosófica y personal de la filósofa española más importante del siglo XX a través del ensayo Sobre María Zambrano. Misterios encendidos (Siruela). Es uno de los libros destacados del año no solo por quien escribe y sobre quien escribe sino por lo que tiene de revelación de esta autora que publicó su primer libro en 1930, Horizonte del liberalismo. A este siguieron otros como Filosofía y poesía, España, sueño y verdad, Claros del bosque, La tumba de Antígona o El reposo de la luz. Al ensayo biográfico-poético de Antonio Colinas se ha sumado esta temporada el cierre de sus Obras completas, en Galaxia Gutenberg, hasta completar los 23 títulos que la filósofa quería que se publicaran.
Desde la pasada primavera mucho se ha hablado de la vigencia del pensamiento de Zambrano; se ha recordado que fue el último de los grandes exiliados españoles tras la Guerra Civil; se ha vuelto a analizar su pensamiento, su giro original hacia la búsqueda de lo sagrado, espiritual e interior centrada en la razón poética por encima de la histórica y vital de su maestro Ortega y Gasset; se ha explicado su voz interior por esa manera de acercarse a la realidad y la verdad con un lenguaje creado desde una esquina íntima; se ha relatado su experiencia y convencimiento de la ética y estética…
Pero nada viene por que sí, y menos en María Zambrano. En uno de los rincones de la cafetería del Círculo de Bellas Artes, de Madrid, Antonio Colinas empieza a recordar cuál es el ADN poético de la voz polifónica de la filósofa. Cuenta qué significaron para ella nombres como Antonio Machado, Giacomo Leopardi, Miguel de Unamuno, Friedrich Hölderlin, Miguel Hernández, Dante Alighieri, san Juan de la Cruz, Emilio Prados, Ramón Gaya y Pedro Salinas.
La voz del poeta va al origen y al por qué de este ensayo que busca retratar tres María Zambrano: la filósofa, la republicana, cristiana y bizantina y la que ha intentado rescata: “la que nos habla de la experiencia de ese viaje interior que fue su exilio y su vida“, explica Colinas en el siguiente vídeo:
El poeta Antonio Colinas cuenta cuál fue El primer soplo de inspiración de ‘Sobre María Zambrano’. / WMagazín
El poeta insiste en que no hay una sola María Zambrano “sino un ser que se irisa en vivencias e ideas. Sobre todo en los últimos años a través de esas introspecciones en La pièce y la soledad y ese bosqau donde llega a su más hondo pensamiento y superó conceptos como piedad y amor”.
Colinas recuerda cómo definía la filósofa la poesía y que es determinante para entender su obro, pensamiento y concepción de la vida: “La poesía es la verdadera historia”. Siguiendo ese camino, el poeta empieza por hablar de Antonio Machado en la vida de Zambrano, con él da el primer gran trazo donde mezcla vida, poesía y obra de la filósofa española:
“Para María Sambrano la poesía y los poetas fueron algo primordial. Casi todos sus mejores amigos eran poetas. Desde muy pronto en su casa tuvo cerca la poesía gracias al magisterio de su padre, Blas Zambrano, y ahí en Segovia coincide con Antonio Machado que es una presencia que la va a acompañar casi hasta los últimos días de él. Van a coincidir atravesando la frontera durante la Guerra Civil española. Será esa anécdota tan significativa las que los una más. Ella va en un coche, ve a Machado, así es que baja y le ofrece que suba al coche. Él dice que no. Entonces ella cruza con él andando la frontera”.
Miguel de Unamuno:
“El padre de María Zambrano encontró a Unamuno en Granada en 1900, antes de que ella naciera. Su padre fue un maestro, un pedagogo y Unamuno va a Granada a dar una conferencia y lleva a Ángel Ganivet. Ahí se conocen. Con los años, cuando viven en Segovia, el padre de María Zambrano es el que lleva a Unamuno a Segovia. Tras conocerlo, ella dirá: “No podré olvidar nunca mi encuentro con Unamuno en Segovia”. Escribiría el libro Unamuno. Ellos sintonizaban mucho en temas de sentido un poco espiritual o sacro, esa lucha que cada uno tenía a su manera. María Zambrano se reconocía como una cristiana bizantina por su conexión con la cultura griega. Da esas conferencias como tema primordial al comienzo del exilio. Hay otra cosa en la que confluyen: es su visión de España, que coincidía con sus coetáneos. El tema de España no era para ellos como ahora sucede un poco, es un tema que se cuestiona o ignora en ciertas zonas. Entonces el tema de España era una idea clara que tenían tanto los intelectuales como los políticos de la República. En ese sentir de España o sentirse dolidos por España está muy identificada con Unamuno”.
Giacomo Leopardi:
“Leopardi está cerca tanto de María Zambrano como de su hermana en los años de Segovia, allá en la primera juventud. Es el padre, de nuevo, quien la acerca a estos autores. Ella dice que se conocía de memoria La ginestra. Reconoce también que su hermana era leopardiana. Cuando está muy enferma en Roma su hermana Araceli dice que tiene en la cabecera los Canti de Leopardi. Otro hecho muy curioso es que cuando ellas deciden marcharse de Roma por circunstancias un tanto anecdóticas, pero también profundas, Elena Croce, la hija de Benedetto Croce, les ofrece como desagravio que se queden a habitar La Ginestra, la casa que habitó Leopardi en los últimos días de su vida en las laderas del Vesubio, ellas dudan pero ya no regresan. Hubiera sido curioso saber qué hubiera sido si María Zambrano no se hubiera ido a La Pièce sino que se hubiera quedado allí…. Ella dice que la etapa en Roma fue la más feliz de su exilio, pero la más profunda y la más grave y honda fue la que vivió en La Pièce en esta casa en el bosque del Jura en Francia.
Ella habla tanto de la poesía como de la prosa de Leopardi. Ella ve en él ese mundo espíritu mediterráneo, la cultura de Italia que para ella fue fundamental. La une la sintonía italiana”.
San Juan de la Cruz:
“Seguimos en Segovia. Son muy importantes estos años de infancia y adolescencia. Es donde está un poco la raíz de todo en ella. Creo que Antonio Machado y Juan de la Cruz son los poetas que ella admiró más. En ese vieja suyo hacia el interior, hacia lo sagrado, cuando está a punto de cruzar la frontera, camino del exilio, lo que ella está escribiendo es, precisamente, un ensayo sobre san Juan de la Cruz. Tiene dos o tres ensayos sobre él”.
Miguel Hernández:
“Hay varios hechos importantes en la etapa de Segovia. Uno de ellos es una historia de amor que hace poco ha salido a la luz. Ella tiene un hijo que pierde a los pocos días de nacer y este amor es agridulce por la ruptura, porque a él luego lo matan en la guerra, lo fusilan, era un capitán republicano. Pero ella va a Madrid y el ambiente de la ciudad y la universidad fue como una liberación. En ese momento aparece su afán de compromiso político, su etapa más saltada ideológicamente, aunque dice: “Yo nunca ocupé cargos”. Lo dice cuando está en México y tiene problemas en la universidad. Recuerda que en España le ofrecieron un lugar en el parlamento para las elecciones del 31 y no aceptó. Ella en su casa tenía una tertulia a la que acuden sobre todo poetas y uno de los primeros que acude es Miguel Hernández. Esas tertulias acababan muchas veces en paseo por la zona por donde ella vivía, se acercaban hasta la casa de campo y una de las semblanzas más bonitas de las que ella escribe es de Miguel Hernández diciéndonos que penaba por su tierra, que no se encontraba la gran ciudad y es un paseo que también recuerda que hace con Ramón Gaya, con Rosa Chacel. En fin, los paseos por Madrid que dicen que acababan en una horchatería de la plaza de Santa Ana. Miguel Hernández le escribe un poema. Sabemos que ella tiene dos poemas inéditos de Miguel Hernández. La admiró mucho. En esa etapa muy cargada de ideología Miguel Hernández se decantó por el comunismo, ella dice que como tantos jóvenes intelectuales de entonces, Miguel Hernández se vio inclinado hacia estas ideas y dice algo así como que “él era del reino de todos”.
Ramón Gaya:
“Ramón Gaya y Emilio Prados fueron los dos poetas y amigos más cercanos. Ramón Gaya es significativo porque es amigo desde la etapa republicana y las misiones pedagógicas. Ramón Gaya llevaba lo que se llamaba el Museo del Pueblo que era una serie de cuadros que iban a misiones pedagógicas, y ellos se conocen desde este tiempo hasta la etapa de Roma y un poco el final de sus días. En Roma es donde se tratan mucho. Gaya aparece con mucha frecuencia en los diarios de María Zambrano, se ven, cenan juntos, van al café Greco y ella escribe también sobre su pintura”.
Friedrich Hölderlin:
“Hölderlin, como Leopardi, era un romántico, pero no al uso sino en profundidad, de ellos procede, en parte su razón poética. Tanto en Leopardi como en Hölderlin admira ese pensamiento poético que luego le acabaría dando forma en su concepto de la razón poética. Esa razón poética que la diferencia de su maestro Ortega y Gasset y de su razón histórica o la razón vital. A ella siempre le preocupó mucho ese pensamiento en los límites. Sabemos que dice expresamente que nunca fue una filósofa sistemática. Como pensadora encontraba, a veces, en ese límite del que no podía pasar con la palabra, pero sí podía pasar con la palabra de los poetas. Los poetas llegaban allá donde el filósofo no podía llegar, y tanto Leopardi como Hölderlin son, por recordar el verso de Unamuno, filósofos que piensan o poetas que filosofan”.
Dante Alighieri:
“Dante también es fundamental para María Zambrano. Ella dice: ‘Yo destaco o quiero subrayar sobre todo no el Dante de Divina Comedia, sino el Dante de la Vita nuova‘. Lo consideraba un libro maravilloso, inspirador. La Vida nueva es como si dijéramos el retrato de un artista adolescente, un libro iniciático. Una obra en la cual se combina la prosa con la poesía”.
Pedro Salinas:
“Pedro Salinas fue también profesor suyo en la Universidad Complutense de Madrid. Pero no solo fue importante solo por esto, Pedro Salinas está en la foto de grupo que es una foto muy significativa antes de la Guerra Civil, ahí se ve una confraternización sorprendente porque están los hermanos Panero y Gerardo Diego. Se aprecia cómo la guerra deshace un poco esa convivencia. Hay gente que no se explica que estén los Panero porque uno murió pronto, Juan, y Leopoldo padre estuvo preso condenado a muerte y tuvo que cambiar de bando. Salinas es importante también por el hijo, por Jaime Salinas que es el mentor o el artífice de que María Zambrano regresara durante los últimos años a España.
Para ella era una obsesión volver. Se hablaba que era la última exiliada. Pero ella no volvía por razones ideológicas, no volvía porque no sabía cómo iba a vivir, no tenía medios, no sabía dónde vivir, cómo iba a subsistir y le daba pavor eso. Se hablaba incluso de que podía ir a un convento de monjas de Valdepeñas o a la ermita de unos teólogos que había conocido en Roma. Otras veces dice que le gustaría regresar para estar en un pueblecito de esos de la tierra de su padre, de Extremadura o en Almería o en Granada. Incluso está esa frase de que el día antes de tomar el avión dice: ‘No sé si mañana me bajaré del avión’. Tenía también miedo al choque con el país, de no saber si podría resistir… En ese momento aparece Jaime Salinas, que era director general del libro, y le buscan la casa en la calle Antonio Maura. Poco antes, en 1981, había recibido el Premio Príncipe de Asturias y luego recibió el Cervantes, en 1988”.
Este viaje al interior de María Zambrano lo hizo Antonio Colinas como poeta, admirador y amigo de la filósofa con quien estuvo varias mañanas y tardes. Para Colinas fue muy importante la lectura de El hombre y lo divino, de Zambrano. A través de ese libro fue que la conoció. Lo deslumbró. Le llamó la atención porque, afirma, podía haber sido escrito en Alemania o en Francia, “todavía teníamos nosotros esa idea de que Europa acababa en los Pirineos”. Y, asegura, que es un libro inusual en la cultura española.
Son las María Zambrano rescatadas por un poeta que recuerda que para la filósofa “La poesía es la verdadera historia”.
- Sobre María Zambrano. Misterios encendidos. Antonio Colinas (Siruela).