Ángela Ponce: "Hay quien me ha tirado los trastos y luego ha votado a Vox"
La candidata española a Miss Universo 2018 es la primera mujer transexual en haber llegado a una final del certamen.
Candidata española a Miss Universo 2018, protagonista de un videoclip de Manu Tenorio junto a Miguel Ángel Silvestre, imagen de diversas campañas de publicidad y ganadora del Premio People en los Premios Alan Turing del Arn Culture & Business Pride 2019. En los últimos meses habrás visto a Ángela Ponce en marquesinas, copando titulares y en la televisión. En 2018 la sevillana hizo historia convirtiéndose en la primera mujer transgénero en llegar a la final del certamen de belleza internacional y, por supuesto, en la primera española en hacerlo.
Ha sido blanco de críticas, pero el duro camino hasta aquí le ha merecido la pena. A ella la han acusado de “frustrar” a las jóvenes con su físico. “Por esta regla de tres, Alessandra Ambrosio también frustra”, señala. Para romper con los mitos de la escasa alimentación de las modelos, asegura que no come “solo ensalada” y picotea golosinas mientras responde a las preguntas de El HuffPost en el Hotel Only You del madrileño barrio de Chueca. No para y no pierde su gracia. Llega de una sesión de fotos y a las cuatro de la tarde todavía no ha podido parar para comer.
Antes de llegar a coronarse en lo más alto del mundo de la belleza, la joven de 28 años estudió informática, trabajó con jóvenes con discapacidad e incluso dio clases de flamenco.
Cuenta que su etapa más dura fue la adolescencia, en la que fue víctima de la discriminación, mucha transfobia, que revivió en el propio certamen cuando Miss Colombia dijo: “Miss Universo era para mujeres que nacimos mujeres”. Ella se siente mujer desde que nació en Pilas (Sevilla), en 1981, según cuenta a El HuffPost, en su casa lo tenían muy claro.
“En mi entorno familiar nunca hubo una conversación para definir quién era. Siempre vieron que era una niña: se veía en mi forma de caminar, de actuar, de vestirme. Eso se ve. Fui fluyendo con las facilidades que me daban”, señala. Sus padres no tuvieron ningún problema en comprarle muñecas, ropa unisex y, más adelante, pendientes.
“Yo me enteré de lo que era ser una mujer transexual por un reality, por un documental”, señala la sevillana, que insiste en la necesidad de educar en la diversidad en los colegios e institutos. “Meten a la primera de cambio la religión, que nos dice lo que está bien y lo que está mal, pero nadie nos habla de que hay infinidad de personas”.
A la vez que se desarrollaba en casa, la realidad en el colegio era muy distinta. “Me tocó ser el gay durante toda la infancia, entonces me daba igual porque me iba con mis amigas, pero cuando fui al instituto me fueron dejando de lado porque le empezaron a gustar los chicos y por lo que podrían pensar los demás”, detalla. “De puertas para dentro era todo genial”.
Ponce lamenta haber perdido parte de su adolescencia. Las tardes en la placita, las vueltas en moto por el pueblo... Recuerdos que ella no tiene y que la mayoría de niñas de su generación, sí. “Yo he sido una niña transgénero, no me dio una fiebre a los 18”.
En Pilas, su localidad natal, viven 13.000 personas, y para gran parte de ellos, Ponce ya era noticia mucho antes de colocarse la corona de miss: “Era un personaje del Aljarafe sevillano [comarca a la que pertenece Pilas]”.
Ir a una feria de un pueblo cercano la convertía en objeto de comentarios, cotilleos y burlas simplemente por su identidad sexual: “Todo el mundo se creía con derecho a decir: ’Uy cuidado que esta es un tío”.
“No soy pederasta, no tienes que ir advirtiendo a la gente”, enfatiza Ponce, que recalca que hay muchos que se toman la libertad de opinar sobre lo que está bien o mal. “Eso sí me ha costado llevarlo, por el hecho de que yo iba a una discoteca y me sentía observada. Yo me sabía la vida de todo el mundo, pero no decía nada. No iba contando los problemas de nadie, ni la desestructuración familiar de ninguna casa”.
Desde su título internacional, su fama y su nueva posición, se ha reconciliado con la localidad y enfatiza que las burlas solo han venido de una parte de los veicnos. “Ahora me tienen mucho cariño y estoy muy agradecida”, comenta.
A pesar de que para sus padres siempre ha sido una niña, la miss sí tuvo que comunicar a los 18 años que quería empezar un tratamiento hormonal, que le duró hasta los 23, cuando pudo someterse a una vaginoplastia cubierta por el Servicio Andaluz de Salud. Ahí empezó la odisea sanitaria que vive cualquier persona trans en España: un análisis psicológico continuo, además de una fuerte carga hormonal.
“Cuando empecé con la transición se llamaba UTIG (Unidad de Trastornos de Identidad de Género). Imagínate para un padre que está asumiendo algo, que está dando el paso, que te está apoyando, qué supone oír que su hija tiene un trastorno. Con lo que pesa esa palabra”, cuenta indignada.
Para ella, solo han cambiado las siglas, las personas que atienden a los trans son las mismas. ”Te pasas muchos años de tu vida bajo lupa. Con el endocrino y el psicólogo, con miedo a que lo que tú digas condicione tu futuro. Yo siempre lo digo, si yo me resfrío mañana me das la medicación que necesite, ¿no? No entiendo por qué a mí se me tiene que analizar por el hecho de ser una persona diversa. Por qué tengo que tirar a la basura cinco años de mi vida”, subraya.
“Es innecesario ese proceso de tener que estar durante un año enfrentándose a preguntas tipo ’¿alguna vez has visto un perro verde volando?‘, ‘¿has visto alguna vez a tus padres teniendo sexo y eso te ha traumatizado?’ o ’¿tu madre de pequeña quería tener una niña?”, indica.
A Ponce le crispa el tema, para ella la Sanidad trata a las transexuales como si tuvieran un trastorno. “Lo están descartando”, detalla. ”El hecho de ser trans es la vida. No entiendo por qué tienes que darle tantas vueltas a algo”. Con el afán de que los adolescentes trans no sufran lo mismo que ella, trabaja en la Fundación Daniela.
Para la miss, la discriminación también se vive dentro del colectivo LGTBI. “Somos los terceros en discordia”, señala y confiesa que gran parte de las críticas que sufrió dentro del concurso fue por parte de hombres gais. “Hay una gran parte del colectivo LGTBI que como se ha normalizado, está del lado del heteropatriarcado y dice: ’Pues que no me relacionen demasiado con lo demás”.
A diferencia de otras misses que han denunciado el acoso que sufren dentro del certamen, Ponce se muestra tranquila. Su experiencia como miss ha sido buena y recalca que no ha sufrido machismo. “Nunca he tenido proposiciones, ni me he sentido una mujer objeto”, detalla.
Los problemas se los han causado sus propias compañeras. Las palabras de Miss Colombia ocuparon cientos de titulares, pero Ponce lo justifica en términos culturales. ”¿Por qué nos creemos que los únicos los cisgéneros blancos europeos somos los únicos? La gente no sabe lo que es una persona no cis [...] Siendo de Colombia, puedo entender esa falta de información”, detalla Ponce, que repite en varias ocasiones que no tuvo problemas con la miss dentro del certamen.
Le ha pasado con otras personas que de puertas para dentro la han alabado y fuera la han criticado: “La doble moral esa de de eres tú, eres Ángela Ponce, eres Miss Universo España. Como tú eres guapa, te respeto, pero cuando hay otras trans que no, no”, señala.
“Llegó un momento en que todas las misses hablaban de Ángela Ponce y llegaban a hacer el ridículo. Decían que yo no podía tener celulitis”, cuenta. Todo, por el desconocimiento en diversidad. “Mi amor, tengo ciclos hormonales, tengo celulitis, estrías y una semana al mes que me pongo a llorar sin motivo. No sangro porque no ovulo”.
Ponce enfatiza que la sociedad cada vez avanza más lento y se siente apenada por el auge de la extrema derecha, especialmente en Andalucía, donde Vox ha afirmado que quiere retirar la subvención a las operaciones de cambio de género.
“Siempre decimos que el mundo va hacia delante y creo que es mentira. Mientras más años pasan, más para atrás vamos. La homosexualidad en Roma era lo más normal del mundo y ahora hemos tenido que volver a luchar para poder ir por la calle de la mano”, indica.
“Los partidos de ultraderecha están ahí porque les han votado y la mayoría de los que lo han hecho son jóvenes. Eso es lo preocupante”, comenta enervada.
“A mí me han llegado a tirar los trastos, gente que luego ha votado a Vox. Perdona, pero no puedes estar en contra de la vaginoplastia y luego querer... [hace el gesto de hacer un cunnilingus]”, comenta enfadada. Se ríe. Recuerda algo que leyó hace poco y que aplicaría en su día a día. “La palabra transfobia u homofobia no son verdad porque la fobia es un miedo y no es que me tengas miedo es que tú eres gilipollas”.
El día que la coronaron, Ponce experimentó vivencias contrastadas: la gloria y las hostias de ser la primera. Su móvil se llenó de notificaciones. Pasó en cuestión de horas de 12.000 seguidores a 600.000 en Instagram. La fama se le venía encima, pero como ya dijo, ella ya nació siendo famosa.
“Lo llevé mal ese día porque cuando me coronaron no tuve tiempo de ver redes sociales. Al llegar a Madrid, mi familia me dijo: ‘No leas nada’. En ese momento las notificaciones me llegaban a la pantalla del móvil. Al abrirlo, me empezaron a salir insultos que no sabía ni que existían”, recuerda.
Ponce estaba convencida de que lo vivido a lo largo de estos 28 años la habían hecho más fuerte, que tenía la piel dura y que ser famosa en un pueblo de Andalucía la había preparado para la realidad que le tocaba vivir. “Ya no había vuelta atrás. Ese iba a ser mi día a día, lidiar con eso. Me encerré sola, lloré todo lo que tuve que llorar, respiré todo lo que tuve que respirar, me dormí y al otro día ya me dio igual”.
“No me defino por lo que digan de mí. Es lo que hago, lo que pienso y lo que siembro”, asegura. Hoy, lo que más le indigna es que los haters no estén formados sobre el tema. ”Si hablo con una persona y tiene una opinión distinta pero con argumentos, genial. Te respeto y punto. Pero no tengo derecho a que una persona me diga: ’Eres hombre, eres tal o eres cual”, enfatiza.