Anatomía de un Gobierno en busca de la desescalada
Cómo funciona el Ejecutivo en días de pandemia.
Pedro Sánchez escucha, deja hablar, pide opiniones, actúa como un árbitro entres sus ministros. Luego se toma su tiempo, medita y decide. No da la razón a unos y otros. Cuando adopta la postura, lo hace convencido y con determinación. Y en estos días está teniendo que tomar las medidas más duras que nunca podía haberse llegado a imaginar. “Si antes era de hielo, ahora es como si estuviera en el congelador”, relata una persona que ha hablado con él estos días.
Un Gobierno es una estructura en la que se mezclan 24 miembros, con sus ideas, vivencias, intereses y sentimientos. Rodeados por sus órbitas, presionados además por las esferas de otros poderes y con la sociedad pendiente minuto a minuto de lo que hagan. Y todo ello además en el marco del primer Ejecutivo de coalición desde la II República afrontando la situación más complicada del país en décadas.
Ahora con la vista puesta en la desescalada. Objetivo: intentar salvar el verano teniendo a punto la “nueva normalidad” para finales de junio. Un proceso muy complicado en el que no se quieren dar pasos atrás, pero en el que pesa también el desastre económico que se palpa ya en las cuentas corrientes de los ciudadanos.
Cada medida supone un nuevo debate interno, como los que se han vivido esta semana en el seno del Ejecutivo por el sistema implantado de franjas horarias y el propio plan de la desescalada. Fue una reunión maratoniana en La Moncloa y hasta tuvo que retrasarse la rueda de prensa del presidente del Gobierno, que quería anunciar personalmente esa ruta hacia la luz.
Y es que, según fuentes conocedoras, el plan que puso por la mañana sobre la mesa no era del agrado de todos, no tenía un consenso previo. Incluso algunos ministros no conocían los detalles de lo que se iba a aprobar durante estas horas. Todo ello con sentimientos encontrados: el deseo de empezar el desconfinamiento y las noticias de que el resto de países europeos estaban presentando sus hojas de ruta, pero con la sensación agridulce de las imágenes del primer paseo de los niños.
Estas fotografías de aglomeraciones en zonas como el cauce del Turia en Valencia habían preocupado a miembros del Gobierno. Es un momento muy delicado, después de más de cuarenta días de un duro desconfinamiento existe el temor de que se dé un paso atrás y de que el sacrificio tan duro quede ensombrecido con un repunte. Esa sensación también se produjo unas semanas antes dentro del Ejecutivo cuando se levantó la prohibición de las actividades no esenciales.
El plan de la desescalada iba a tener como gran protagonista a la vicepresidencia cuarta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, a la que el presidente había encargado este pacto. Pero su figura ha quedado un tanto diluida durante estos días y en algunos sectores del Gobierno se ha puesto en entredicho el trabajo previo que ha realizado y su proyecto de plan.
Desde esta semana ha comenzado a reunirse en La Moncloa el comité técnico para la Desescalada que sustituye al científico que había rodeado al presidente durante todas las mañanas. Y es un órgano eminentemente político en el que tienen cabida los cuatro vicepresidentes (Carmen Calvo, Nadia Calviño, Pablo Iglesias y Teresa Ribera), los cuatro ministros autoridades competentes (Margarita Robles, Salvador Illa, Fernando Grande-Marlaska y José Luis Ábalos), las titulares de Hacienda y Trabajo (María Jesús Montero y Yolanda Díaz) y el director del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón.
Pero ahí no queda la lista. En este órgano entran directamente los ‘hombres del presidente’, o también llamado núcleo duro de Moncloa: el jefe de gabinete, Iván Redondo, el secretario general de Presidencia, Félix Bolaños, y el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver. Con un bonus track: el jefe de gabinete de Pablo Iglesias, el exJemad Julio Rodríguez.
Es decir, los fontaneros del poder también están dentro. Por ejemplo, el papel de Bolaños fue muy clave para afinar ese plan de desescalada como el gran cerebro jurídico que hay dentro del palacio presidencial. Siempre está perfilando todos los aspectos de las grandes iniciativas, como cuando se produjo la exhumación de los restos de Franco. Y es que este martes, como cuando se aprobó el estado de alarma, hubo que modificar el texto en varias ocasiones y algunas partes se escribieron directamente el Consejo de Ministros.
Como en todo grupo humano, dentro del Gobierno hay corrientes, simpatías, roces y malentendidos. Durante la primera fase del estado de alarma, siempre con Sánchez como árbitro, se establecieron dos corrientes: una más ortodoxa liderada por Nadia Calviño y otra que apostaba por mayor ambición social y endeudamiento capitaneada por Pablo Iglesias.
No se trató de un pugna en términos estrictos de PSOE vs. Unidas Podemos. Iglesias contó, por ejemplo, con el apoyo sorprendente del ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, con un perfil hasta entonces de halcón económico y ortodoxo fichado por Mariano Rajoy para dirigir la Airef durante los duros años de la crisis. Además, hubo socialistas que también seguían esa línea como Reyes Maroto, José Luis Ábalos e Isabel Celaá.
En el el grupo de Calviño estaban también la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Además, según fuentes gubernamentales, se ha mostrado muy en la línea de la vicepresidenta económica el titular de Agricultura, Luis Planas. Los dos son precisamente grandes conocedores de los entresijos de la Unión Europea y han pasado muchos años de sus carreras en Bruselas. Esto ha llevado a algunos choques y tensión por medidas, por ejemplo, entre Calviño y Yolanda Díaz.
Pero todo cambia y evoluciona según el minuto. Si Iglesias y Escrivá caminaron juntos las primeras semanas, tuvieron su propio encontronazo por la renta mínima. Iglesias quería una temporal ya y el ministro de Seguridad Social apostaba por una fija, cuya aprobación por lo tanto se retrasaría unos meses. Al final siempre decide Sánchez y ese ingreso mínimo se aprobará este mes de mayo por parte del Consejo de Ministros.
Estos roces, no obstante, no suponen ningún riesgo de ruptura del Gobierno. Sánchez lo defienden en público y en privado: la coalición funciona, está unida y es sólida. Todo ello ha llevado a fracasar la ofensiva de la derecha política y mediática de hacer caer al actual Ejecutivo pidiendo la cabeza del vicepresidente segundo. Iglesias, según su entorno, se ha sentido respaldado en todo momento por Sánchez, la relación entre los dos es buena y considerar que el presidente le ha hecho caso en algunas de las medidas más importantes.
Un Gobierno también azotado por la pandemia. Tres miembros han sufrido el Covid-19, aunque ya están retomando su actividad. A la vicepresidenta primera ya se le ha podido ver en imágenes este jueves en la primera reunión del Comité para la Desescalada, aunque su papel ha sufrido también un traspiés: iba a ser la encargada de coordinar los fallidos nuevos Pactos de La Moncloa que ahora se han reconvertido en una comisión en el Congreso. También ya están trabajando Carolina Darias (Política Territorial), que fue la encargada de sustituir a Sánchez en la Comisión General de las Comunidades Autónomas en el Senado, e Irene Montero (Igualdad), que estuvo defendiendo el miércoles en el Congreso el decreto para protección de las víctimas de violencia de género.
Son muchas horas, agotamiento acumulado. Y se volverán a cometer errores, como reconoce hasta en público Pedro Sánchez. Dos de los momentos de contradicciones y de comunicación que ha vivido el Gobierno han tenido como rostro a la portavoz, María Jesús Montero. Hace dos semanas anunciaba que los niños solo podría ir al banco, al supermercado y a la farmacia, lo que provocó la indignación colectiva y una rectificación horas más tarde por parte de Salvador Illa. Luego también hubo enmienda a lo de que el ingreso mínimo vital se aprobaría en meses. Pero dentro del Gobierno entienden que no fue culpa de ella y que sigue gozando de la absoluta confianza del presidente, además de tener un buen trato con los miembros de Unidas Podemos.
Anatomía de un Gobierno en búsqueda de la desescalada. Con debate dentro de cada Consejo de Ministros. Y la puerta sólo se puede abrir cuando lo ordena el presidente.