Anatomía de una crisis
Por qué la coalición ha llegado a este enfrentamiento por la reforma laboral .
Todos dicen que habrá acuerdo, todos se comprometen a derogar la reforma laboral antes de que acabe el año, todos aseveran que el Gobierno no se romperá… Pero las dos almas de la coalición llevan enzarzadas 96 horas en una crisis sin precedentes desde la salida de Pablo Iglesias del Ejecutivo.
Esto no se vislumbraba los días antes, cuando precisamente el Gobierno de coalición andaba en calma. Por un lado, se había llegado ya a un acuerdo de presupuestos generales (que ahora están en el Congreso) y se había cerrado un pacto para la ley de vivienda (objeto de enfrentamiento durante meses y que se ha aprobado precisamente este martes en el Consejo de Ministros). Además, el jueves por la noche se conseguía pactar con el PP la renovación de los órganos constitucionales.
Asimismo, los socialistas venían de un congreso con muy buenos resultados, logrando las deseadas fotos de unidad del partido con Pedro Sánchez, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Allí el presidente había lanzado varias promesas, entre ellas, la derogación de la reforma laboral.
Y, de repente, todo estalló. El gran detonante: la intención de que Nadia Calviño coordinara los trabajos. Pura bomba política, por nombres, formas y contenidos para Unidas Podemos. No era ni siquiera un secreto a voces de la villa y corte, sino una realidad: las malas relaciones entre la vicepresidenta primera y la vicepresidenta segunda. No se entienden ni políticamente ni personalmente, y han protagonizado varios choques, incluso en las reuniones internas del Ejecutivo.
Calviño representa al alma más ortodoxa, a la Bruselas más rígida, a la parte más ‘derechosa’ del PSOE -según Unidas Podemos-. Es una de las ‘malas’ para los ‘morados’. Díaz tiene una postura distinta, siempre ha creído que la vicepresidenta económica querrá una reforma light. Pero son muchos los factores que hay en juego.
Sí tiene una visión más de hierro Calviño, pero también es la gran conocedora de la UE (fue directora general de Presupuestos en la Comisión). Y Sánchez le daba el beneplácito de coordinar esta reforma laboral, con la vista puesta también en el imprescindible puente con Bruselas en un momento en el que España va a recibir 140.000 millones de euros.
Pero esa coordinación que intentaba el PSOE en la figura de Calviño también suponía relegar a Yolanda Díaz, cuando el Ministerio de Trabajo siempre ha sido el encargado de llevar este asunto. Además, la gallega se ha convertido en una gran hacedora de pactos desde que llegó a los Nuevos Ministerios, logrando que se abrazaran varias veces (y en los momentos más duros de la pandemia) los agentes sociales en temas cruciales como los ERTE.
El enfrentamiento esta vez no es cualquiera. No se tratan de simples ministros, sino de las dos vicepresidentas más poderosas (primera y segunda). Y, además, dos de las grandes estrellas de este Gobierno: las dos tienen una puntuación de 5,4 por parte de los ciudadanos, según el último CIS, y sólo superadas por una décima por Margarita Robles (5,5).
Díaz es una de las dirigentes emergentes de la política nacional, siendo el referente de Unidas Podemos dentro de la coalición. Asimismo, es la potencial candidata a las elecciones generales de 2023, aunque ella todavía no lo ha confirmado. Su idea es ir en una gran plataforma que supere las siglas de UP. De hecho, en el CIS aparece ya como la segunda opción preferida por los españoles para ser presidenta (por debajo de Pedro Sánchez pero por encima ya de Pablo Casado).
Pero hasta ahora todo había sido más calmado, no le había tocado lidiar una gran crisis. La ley de vivienda la llevó directamente Ione Belarra en las negociaciones. Desde que ascendiera a la Vicepresidencia, Yolanda Díaz había intentado implementar un estilo diferente al de Iglesias, con menos decibelios y con menos tuits (una orden que llegó a dar a algunos de los dirigentes más polémicos).
Pero esta vez el choque ha sido público y notorio, como en la época de Pablo Iglesias. Desde Unidas Podemos se ha recuperado también alguna técnica anterior, como que este martes lanzaba un vídeo Ione Belarra mientras en la rueda de prensa hablaban sus socios socialistas. Díaz en un primer momento el viernes no entró, sino que fue Belarra la que también exigió la convocatoria de la mesa del pacto (un esquema que se llevaba un tiempo diseñando, con Belarra -líder de UP- siendo más cañera y dura, mientras que Díaz ocupaba un lugar más institucional). Pero la dirigente gallega ha decidido, siempre con sus buenas formas, entrar en el cuerpo a cuerpo con sus palabras en el congreso de CCOO y en la rueda de prensa en Roma junto a su homólogo italiano.
En la parte socialista hablan de que las diferencias son de “metodología” (la composición de la negociación), mientras que en UP dicen que se trata de contenido y no del quién. Y los dos tienen razón, aunque no mencionen el argumento del otro. Díaz, por el momento, ha logrado que el PSOE ceda en su intención de que sea Calviño la que coordine los trabajos y La Moncloa ha aceptado que sea Trabajo quien lidere esas reuniones ordinarias en la mesa de la reforma laboral, pero con una exigencia: tiene que haber otros ministerios también (Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y Educación y Formación Profesional). Desde el ala socialista se argumenta que siempre lo ha llevado Trabajo, pero que es de tal envergadura esta reforma laboral que debe contar con participación de otros actores implicados.
Lo que se ha vuelta a evidenciar es una eterna disputa ya desde la época de Iglesias: la parte de Unidas Podemos acusa a su socio mayoritario de actuar como si tuviera mayoría absoluta (y en el PSOE devuelven que son eso, los “mayoritarios”, que algo tienen que decir en esa ley crucial), mientras que los socialistas sacan la eterna queja de que Unidas Podemos vuelve a radiar los choques internos y que los convierte en un gran foco mediático que desgasta a todos. Además, los dos son conscientes de que esta lucha ante los micrófonos no gusta a los votantes, en un momento precisamente en el que las encuestas no soplan a favor de la izquierda.
Asimismo, las dos almas del Ejecutivo de coalición siempre resaltan que se trata de la primera experiencia en la España democrática. Y son conscientes de que romper este coalición -los dos se niegan- sería entregar directamente el Gobierno a la derecha (que camina bien en los sondeos, y se sabe ya la experiencia de que la repetición electoral no benefició a la izquierda). De hecho, a muchos les recordaron las imágenes del lunes por la Carrera de San Jerónimo a las de las negociaciones frustradas de verano de 2019 (en el PSOE prefieren más discreción, como cuando el pacto de coalición).
En el fondo también planea la capitalización de esa reforma laboral, los dos partidos van a por un electorado similar y quieren tener esa medida debajo del brazo. El PSOE no va a dejar que Díaz la luzca solamente, cuando ha sido una promesa durante mucho tiempo, desde la época de Mariano Rajoy. Y en Unidas Podemos sostienen que sin esta presión se haría de manera muy leve. Con otra fricción: los socialistas evitan decir ahora “derogación” y hablan de nuevo marco.
Una crisis dentro del Gobierno que se ha visto agravada al igual por la inhabilitación de Alberto Rodríguez como diputado tras la sentencia del Tribunal Supremo (con la primera decisión de no quitárselo y la final de Meritxell Batet de comunicarle que ya no tenía escaño). Un choque también entre poderes y que elevó la tensión mucho dentro de la coalición: con la primera intención de Unidas Podemos de querellarse contra la socialista por prevaricación.
En estas horas se seguirá negociando esa reforma laboral (que debe mandarse a Bruselas antes de final del año). Unos dicen que el qué y otros que el quién. Pero, ya saben, en política el qué es quién y el quién es qué.