De 1993 al 4-N: así han cambiado los debates electorales
Hace 26 años Felipe González y José María Aznar arrancaron una tradición que se ha consolidado en las campañas electorales y hoy alcanza una nueva dimensión.
La noche del 24 de mayo de 1993 España se pegó a los televisores como si se tratase de un Madrid-Barça. Casas llenas, bares llenos, viandantes asomados a cualquier televisor que encontrasen por el camino. Pero no había fútbol. Por una vez, los protagonistas del prime time eran políticos. Era la primera ocasión que España vivía un debate electoral televisado. El comienzo de la política espectáculo.
26 años después, aquel decorado primario, con tres mesas separadas entre sí sobre un fondo verde-azulado, ha dado paso a platós hipertecnologizados donde la imagen lo es todo. Los debates ya forman parte de nuestra normalidad democrática y como la sociedad misma, han evolucionado al ritmo de los tiempos. Este 4 de noviembre se vivirá un paso más con el primer ‘duelo’ a cinco candidatos a la presidencia del Gobierno. El multipartidismo ha llegado para quedarse, también en televisión.
¿Pero cómo ha evolucionado en España esta disciplina tan americana casi tres décadas después de su estreno?
De 1993 a 2019, con un vacío de 15 años
Todo comenzó el 24 de mayo, aunque llegar hasta allí no fue fácil. Los recelos duraron hasta minutos antes del directo en detalles como el color del fondo, demasiado azul para el PSOE. Detrás de las pantallas, el debate moderado por Manuel Campo Vidal y retransmitido por Antena 3, fue todo un éxito de audiencia. 9′6 millones de espectadores y un 61′8% de cuota de pantalla. Aznar sorprendió a González y se impuso a criterio de los analistas de la época. Había, eso sí, ‘partido de vuelta’, una semana más tarde y con todo por decidir a días de las elecciones. El segundo debate se celebró en Telecinco, bajo la conducción de Luis Mariñas. Los datos amplificaron la resonancia del inicial: 10′5 millones de media y un 75′3% de share. Un negocio redondo.
Se había descubierto un filón televisivo; dos debates, dos triunfos a niveles de seguimiento, publicidad... Pero en política nada es tan fácil como parece y la continuidad del formato no fue la esperada.
Tuvo que pasar década y media para que se volviera a celebrar otro debate. Lo lamentó mucho el aún presidente Felipe González cuando se vio derrotado por Aznar en las generales de 1996. “Nos ha faltado una semana de campaña y un debate”, llegó a decir. Ya entonces se asumía que esas dos horas de directo podían cambiar el signo de unos comicios.
Quizás por ello, o ellos sabrán bien por qué, Ferraz y Génova no se pusieron de acuerdo para repetir formato hasta 2008. Entonces apostaron por un modelo casi idéntico al original: dos debates con una semana de diferencia y con dos moderadores diferentes, Manuel Campo Vidal y Olga Viza, solo que esta vez ni Antena 3 ni Telecinco participaron en la organización. En la doble cita el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el candidato ‘popular’, Mariano Rajoy se midieron ante los ojos de millones de españoles. En concreto, de 13 millones de espectadores en el debate del 25 de febrero; el más seguido de la historia. Siete días después el alcance se redujo en algo más de un millón -11,9- y tres puntos de cuota -56′3% frente al 59′1% previo-.
Desde entonces todas las campañas han contado con al menos un espacio televisado entre líderes políticos. El 7 de noviembre de 2011, el número 1 del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba y el aspirante Mariano Rajoy se vieron las caras en el plató de la Academia de Televisión bajo la moderación del omnipresente Campo Vidal.
Aunque la campaña daba un claro favoritismo al PP en pleno estallido de la crisis económica, el enfrentamiento entre el sucesor del presidente en funciones Rodríguez Zapatero y el reiterado candidato popular -lo era desde 2004-, arrasó. Lo vieron 12 millones de ciudadanos, un 54,2% de share. Vieron casi la misma escena que en 1993, mesas, sillas y un moderador con poca incidencia en el centro.
Los últimos coletazos del bipartidismo
El bipartidismo clásico tocaba a su fin. En 2015, irrumpieron Podemos y Ciudadanos con sus emergentes líderes, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Dos nuevas caras para revitalizar la escena política. Su peso social les llevó al debate del 7 de diciembre. Por primera vez, cuatro políticos -los mencionados Iglesias y Rivera, más Pedro Sánchez y Soraya Sáenz de Santamaría en lugar de un Rajoy que declinó participar- compartieron plató. La cita estuvo organizada por Atresmedia y conducida por Vicente Valles y Ana Pastor.
Algo había variado. Se acabaron las mesas enfrentadas, las sillas. A cambio, una distribución semicircular, con los candidatos de pie, en atriles donde apoyarse y donde dejar unos pocos papeles. Pura colisión estética con lo que se vio una semana después. El día 14, Campo Vidal dirigió el último cara a cara celebrado hasta la fecha, un Rajoy-Sánchez que fue carne de memes por su vuelta al ‘siglo XX’: candidatos sentados, enfrentados aunque más cerca que nunca, y un moderador inexistente en muchos momentos.
Eso sí, los números cantan y los hogares lo siguieron más que el duelo a cuatro. Alrededor de 9,7 millones y 48,7% de share, quinientos mil espectadores más. Pablo Casado insiste constantemente en la necesidad de volver al cara a cara entre presidente y líder de la oposición. Parece plausible que si algún día se recupera el formato, lo haga con un estilo bien distinto al juego de las mesas y las sillas.
Con la entrada de Podemos y Ciudadanos en las Cortes Generales y tras consumarse el fracaso de la breve legislatura, Rajoy ya no tuvo más opción que enfrentarse a sus rivales ante las cámaras en junio de 2016. El 14 de ese mes cuatro candidatos a presidir el Gobierno se reunieron en el mismo plató. Otro ‘día histórico’ y ya iban unos cuantos. Los presentadores fueron Vicente Valles, Pedro Piqueras y Ana Blanco, en una sesión que volvió a contar con la realización de la Academia de Televisión. El prime time con Rajoy amplificó los obtenidos sin él en casi un millón y 9 puntos porcentuales de cuota de pantalla. 10,4 millones, un 57% de la audiencia, vieron debatir al presidente con sus tres oponentes.
Tras la moción de censura de Pedro Sánchez contra Rajoy en 2018, el socialista llegó a la jefatura del Gobierno, pero menos de un año después se vio obligado a convocar elecciones. Abril de 2019 y con una incógnita por despejar: Vox. La formación ultraderechista resonaba con fuerza en todos los sondeos y se temía su poderosa entrada, pero al no tener representación en las Cortes la Junta Electoral Central denegó su participación en los debates, como sí quería Pedro Sánchez.
Con esta decisión cambió todo: del único debate previsto y anunciado a cinco se pasó a dos con solo cuatro líderes. En RTVE, el 22 de abril (bajo la conducción de Xabier Fortes), el primero que organizaba el ente público, y un día más tarde en Atresmedia (con Vicente Vallés y Ana Pastor). Nunca antes se habían celebrado en días consecutivos. La corporación de Antena 3 y La Sexta ganó la ‘batalla’ de las audiencias al ente público (9′4 millones y un 48,7% de cuota, frente a los 8′8 y 43′8%). Globalmente fueron los menos seguidos desde 1993.
De las urnas el 28-A salió una mayoría que se tornó insufienciente para el PSOE. Otro fracaso institucional y, de nuevo, a votar. El 10 de noviembre ya está aquí y la campaña en versión ‘express’ solo contará con un debate. Será este 4 de noviembre. Y sí, viviremos otro ‘día histórico’ para la comunicación política con cinco partidos en liza.
Las audiencias de los 10 debates electorales entre candidatos
Los temas a debatir
Economía, pensiones, paro... Los grandes clásicos nunca mueren y quién puede imaginarse un debate sin estos bloques temáticos. Pero casi tres décadas después la sociedad ha cambiado y con ella, las preocupaciones.
En la España de González y Aznar de 1993, ETA entraba en campaña. La banda terrorista seguía asesinando y su funcionamiento era un problema de Estado. Hoy, ETA ya no está, o no debería, en el menú de los asuntos a debatir. Sin embargo, han surgido asuntos trascendentales que en la actualidad condicionan la agenda política.
Uno de ellos viene de la propia evolución del sistema partidista: los pactos. El viejo PSOE vs. PP se limitaba a los potenciales apoyos de nacionalistas y fuerzas regionalistas. Desde 2015, con la irrupción de Podemos y Cs y, más adelante, con otros bloques, es pregunta obligada. Hay más. La lucha contra la violencia de género, el feminismo, y cómo no, Cataluña. No hay una entrevista ni un debate entre candidatos que no aborden estos bloques. El 4-N no será diferente.
Lo que no cambia son los olvidados. La Cultura, la llamada España vaciada, el medio ambiente. Ningún debate se ha ocupado de ellos más allá de una breve referencia de segundos. No son temas que vendan en plena confrontación. Y de eso van los debates.
La estética de los participantes
Han pasado 26 años y hay un único gran protagonista. Pablo Iglesias, por supuesto. Su look enfrentado al tradicional traje y corbata ha sido de lo poco disruptivo en una estética muy tradicional. González, Aznar, Rajoy, Zapatero, Rubalcaba, Sánchez, Rivera, Casado... todos han lucido traje sin apenas concesiones a la sorpresa.
Una corbata fina, un corte más moderno... Nada verdaderamente llamativo hasta la llegada del líder de Unidas Podemos, con sus camisas remangadas o sus jerseys marcando tendencia.
Diez candidatos... y una sustituta
¿Y qué pasa con las mujeres? La política, al menos en los puestos de arriba, sigue siendo cosa de hombres. En eso, España ha cambiado poco desde 1993. Todos los participantes en debates entres candidatos a presidir el Ejecutivo eran eso, candidatos. Hombres. Solamente una mujer participó en uno de ellos, y fue por delegación.
La entonces vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ejerció de representante del PP en el primer debate a cuatro, en 2015. Rajoy declinó ir y en su lugar mandó a su número dos. Ninguna otra mujer ha vuelto a ocupar un atril. Tampoco lo hará este lunes. En cambio, sí han sido protagonistas en citas entre portavoces parlamentarios (como este pasado fin de semana en RTVE), números dos o incluso, en debates pensados entre representantes femeninas.
Quizás el panorama se torne más equitativo pronto. Tanta repetición electoral en los últimos años y tanto fracaso hacen temer lo peor en el horizonte parlamentario. No hay certezas de mayorías estables a tenor de las encuestas. Y, por si cinco fuerzas eran pocas, ahora ha surgido Más País. ¿Veremos un debate a seis? ¿Veremos entonces a una mujer al frente de un partido?
En cuatro años lo sabremos. O igual antes.