Ana María Drack, la muchacha de la que habló Neruda

Ana María Drack, la muchacha de la que habló Neruda

Una noche de principios de los ochenta, al acabar un recital, la cantautora decidió abandonar la música. La tiranía del negocio discográfico la llevó a buscar en la poesía su cuartel de invierno.

Ana María Drack, la muchacha de la que habló Neruda.RCA RECORDS

Una noche de principios de los ochenta, al acabar un recital en Valencia, la cantautora Ana María Drack decidió abandonar la música. Había grabado cuatro elepés y compartido escenario con Aute, Hilario Camacho, Elisa Serna o Cecilia, pero la tiranía del negocio discográfico la llevó a buscar en la poesía su cuartel de invierno.

“Yo soy esa muchacha de la que habló Neruda”, recita Ana María recordando un poema que incluyó en 1973 en su segundo disco. Todavía sigue sin gustarle el resultado de aquella grabación. “Me salió la vena de actriz y quedó un poco dramática, quizás por la influencia de la canción francesa”, me explica. En esa época, la opinión de los artistas no tenía mucho peso en el proceso de preparación de un álbum. La última palabra se la reservaba el productor y el director artístico de la compañía. “Muchos de ellos no estaban preparados para ocupar ese puesto. Los que de verdad sabíamos música y tocar un instrumento, los que sabíamos lo que queríamos, estábamos de más allí”.

Ana María Drack había crecido con la música. Desde muy pequeña, su tío, que dirigía un grupo de zarzuela, la llevaba a los ensayos. Junto a su padre, escuchaba las obras que emitía la SER en Teatro en el aire. “Mi primera canción la escribí más o menos a los doce años. Fue una habanera, Suave. No te digo nada de lo cursi que es el título. Fui una repelente niña precoz”.  Obtuvo su título de Magisterio, estudió solfeo, piano, canto y Arte Dramático.

Fue parte de los fundadores de Los Goliardos. “Aunque después de cinco años lo dejé por discrepancias con el director”. Trabajó con Tomás Marco o Miguel Narros. Para ocultarle a su padre que estaba haciendo teatro utilizó el apellido de su mejor amiga.

“Después, casi por casualidad, entré en el mundo de la música. Durante muchísimos años, estuve convencida de que la mejor forma de expresar lo que pensaba era cantando. Me parecía que la revolución tenía que hacerse desde un punto de partida cultural. No sólo había que protestar, había que cantar también algo más que esa música comercial que sonaba en las radios. Los que además amábamos la poesía empezamos a componer temas, no te digo mejores, pero sí más profundos. Ahí me vi inmersa en el grupo de cantautores de Madrid y Cataluña, como Aute, Cecilia Hilario Camacho, Elisa Serna, Ovidi Montllor o Pi de la Serra. No pensaba en grabar discos, pero un día alguien me invitó a una entrevista en Radio Madrid y al terminar la emisión me llamaron de la Philips”.

A principios de los setenta, aquella discográfica podía presumir de tener en su catálogo a lo más granado de la canción protesta, como Víctor Manuel, Ana Belén o Patxi Andión. El primer disco de Ana María Drack, Despacio, apareció en 1972, el mismo año en el que Cecilia triunfaba con Dama, Dama y Mari Trini con Yo no soy esa.

“Las mujeres en esto también éramos minoría. Éramos pocas, pero buenas. Massiel, Cecilia, Mari Trini, Ana Belén, Rosa Léon… Nos sacaron a todas en un periódico a doble página. Con quien más empatía tenía era con Cecilia, por supuesto. Siempre que nos reuníamos para cantar en algún sitio, como yo no conducía, ella me llevaba en su coche a mi casa. En mi último disco le dediqué una canción, Para cuando seas un ave. Me pongo triste al hablar de ella, no puedo evitarlo. Mari Trini era un encanto de persona, me caía muy bien, me gustaba mucho el trabajo que hacía con Waldo de los Ríos, pero me entendía mejor con Cecilia. Quizás éramos las que menos pegábamos en aquel grupo. Nos veían como excesivamente intelectuales, pero luego nos descubrimos como poetas y la gente se dio cuenta de quiénes éramos”.

Despacio obtuvo excelentes críticas, aunque las ventas fueran modestas. Pocos meses después de la aparición del elepé, el artista cubano Guillermo Álvarez Guedes y Clemente Tribaldos le ofrecen fichar por la compañía que acababan de crear, discos GMA. Lo más sustancioso de la oferta no es el dinero sino el compromiso de respetar la libertad de la cantante. No habría injerencias ni en el proceso creativo ni en la producción.

“El director artístico de Philips, Ricardo Singer, se llevó un disgustazo tremendo. Como decía Patxi Andión, Philips era una empresa que vendía electrodomésticos. Ellos se quedaron más años. Fui muy feliz en discos GMA. Después del éxito de Dime que no es verdad, otro sello discográfico poco conocido me ofreció un contrato excelente y yo tenía que mantener a mis hijas. Sin embargo, aunque percibí la mayor parte de lo estipulado, ni siquiera llegué a grabar y todo quedó en nada porque el director se largó con la pasta, y la empresa quebró. Me llamaron de CBS y de Belter, pero no lo veía claro, no me apetecía volver a pasar por lo mismo”.

Con Dime que no es verdad o El niño bonito, Ana María Drack se ha convertido, a mediados de los setenta, en una cantante popular. Tiene una representante muy dinámica y bien relacionada, Bilma Ledesma, que le organiza recitales en toda España. La crítica habla de ella con respeto. En realidad, es feliz sin la presión de grabar un disco cada año, sin el cansancio de la promoción.

“Una noche, mi amiga la actriz y cantante María José Prendes me llevó a una cena a Los Ángeles de San Rafael en la que se rendía homenaje a Alexandra Bastedo. En la cena estaba Hugo Ferrer, que era directivo de RCA. A los postres buscaron una guitarra, me pidieron que cantara y estrené Enhorabuena. Cojonuda, cojonuda, repetía Paco Umbral entre los aplausos. Fue increíble. Hugo Ferrer me convenció allí mismo para que fichara por RCA. Durante los dos primeros años, grabé lo que yo quise. Edité dos elepés, Enhorabuena y Está prohibido. Luego llegaron los problemas. Apareció un señor, que como ya ha muerto no quiero meterme con él, que acabó sustituyendo a mi directora artística Myriam von Schrebler, y empezó a poner objeciones al que iba a ser mi tercer disco con ellos. Yo quería hacer un álbum con muy pocos temas propios para que el peso recayera en canciones de músicos que habían formado parte de mi grupo, como Arcadi Valiente, Tomas Bohórquez, Rodrigo y Roque Narvaja. No le gustó la idea. Por si fuera poco, me prohibió que grabara dos temas en valenciano. Decía que no los iba a escuchar nadie, que no se iban a vender. Tuvimos una gran discusión, pegué un portazo y pedí la carta de libertad. No me la quisieron dar hasta que les amenacé con ir a los tribunales”.

En un principio, a Ana María Drack no le importó verse fuera del negocio discográfico. Tenía contratados recitales para varios años y algunos intérpretes, como Paco Valladares o Concha Márquez Piquer, le habían encargado composiciones. Sin embargo, la idea de volver a tener que lidiar con productores y directivos empezó a pesarle. Hasta que una noche en Valencia, al término de un recital tomó una de las decisiones más trascendentales de su vida.

“Anuncié mi retirada sin consultárselo a nadie, ni siquiera lo había hablado con mi marido. Era el año 1981. El público me pide una canción más. Se nos había acabado el repertorio que teníamos para esa noche. Arcadi, mi pianista, me sugiere: ¿Y si hacemos lo que has escrito con José Chova para Concha Márquez Piquer? Me vuelvo al público y digo: Os la voy a cantar porque es la última vez y empecé con La idiota. Esa fue la última canción que interpreté antes de retirarme. Entre el público había un empresario que vino al camerino y me convenció para que hiciera una pequeña gira de cuatro meses. Después no me dejé convencer más. Vine a vivir a Elche, hice un programa cultural en la radio, empecé a publicar poesía y a dar recitales. En los 90, escribí un artículo semanal en el diario Información de Alicante. En el 97, cuando murió mi madre y publiqué mi tercer libro, estaba tan triste que, para paliar la soledad, me matriculé en la escuela de idiomas y me gradué en lengua francesa”.

De sus cuatro discos, sólo se han reeditado los dos primeros. Los que publicó RCA nunca volvieron a ver la luz. Sin embargo, en YouTube y en numerosos sitios de la red sus seguidores han colgado copias extraídas directamente de los vinilos.

“De aquellas canciones, mis favoritas son Canción a Silvia y Cuando el tiempo se va, del primer disco. Asientos individuales es como una bandera de la mujer que quería ser, la compuse en un autobús. Enhorabuena, también me gusta muchísimo y Los cuernos, de Jesús Munárriz. En valenciano grabé No plorem per la mort, de Paco Martínez. ¡Ah!, y Dime que no es verdad, que en la CBS estaban empeñados en que la cantara Paco Valladares, pero escribí para él Me olvidaré de ti. Me encantaba su voz. Del último elepé, Como Julieta y Amada son mis favoritas, aunque me emociona Te doy una canción, porque era una de las canciones preferidas de mi padre que admiraba mucho a Silvio Rodríguez. También La idiota, por ser la última, aunque sólo se emitió por TVE en el especial monográfico A media Voz”.

En septiembre cumplirá 80 años, “muy bien llevados”, apostilla rápidamente. Su receta para hacer frente a los embates de la edad es sencilla: cuidarse, llevar una vida ordenada, escribir y leer poesía, escuchar música y relacionarse con el mundo del arte, con sus amigas y amigos. Poco antes de la pandemia, inauguraron en Elche un jardín que lleva su nombre: Ana María Drack / Cantautora y Poeta. Allí les leyó a sus paisanos el autorretrato que escribió hace ya más de medio siglo:

Yo he venido de un pueblo/donde me han enseñado muchas cosas,/de un lugar donde crecen las palmeras/ y todavía se dan las buenas noches./Me habéis visto llegar tan inexperta /como el pobre pardillo de la Fiesta Mayor./Me habéis visto llorar,/sentir los golpes de los que aman también cosas pequeñas,/el sonido del sí, el color, la palabra./He perdido mi tiempo como todos,/he mentido como alguien que hay aquí, ahora, entre nosotros /me han mentido otras tantas,/han querido dejarme para pasto de bobos,/adinerados, chulos, mercaderes del alma./Se decir palabrotas que cualquiera se sabe,/he vuelto muchas veces por el mismo camino/pero tengo una cosa a mi favor en mi cuenta,/yo soy esa muchacha de la que habló Neruda,/aunque las flores secas que había entre mis libros/se hayan pulverizado esperando un poeta…

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).

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