Amor y límites con nuestros hijos e hijas
Por Alejandro González
Como padres y madres intentamos hacer siempre lo que consideramos mejor para nuestros hijos e hijas. Sin embargo, a veces nos equivocamos. Lo que sirve para uno no es lo que le conviene al otro, la época y las necesidades cambian...
Desde nuestra experiencia, vemos que el amor incondicional y los límites son los pilares básicos sobre los que cimentar la educación de nuestros hijos/as y para ello, en un momento en el que se lleva el delegar, el que lo hagan otros por nosotros, la familia juega un papel primordial.
Un buen ambiente familiar no es fruto de la casualidad o de la suerte. Es consecuencia de las aportaciones de todos sus miembros y especialmente de los padres.
¿Cómo podemos conseguir un ambiente familiar positivo?
Amor: Además de decirlo hay que demostrarlo. Besos, abrazos, caricias, cercanía, son el mejor remedio contra todo tipo de males.
Autoridad participativa: Esta autoridad debe ser persuasiva con los niños y niñas pequeños y participativa dentro de lo posible con los/as mayores.
Intención de servicio: La finalidad de nuestra autoridad y nuestras relaciones es la felicidad de nuestros hijos e hijas. No debemos aprovecharnos de esa autoridad.
Trato positivo: Trato hacia nuestros hijos e hijas de calidad y positivo. Agradable en las formas y constructivo en el contenido. Debemos incluir el halago en nuestro repertorio.
Tiempo de convivencia: Calidad mejor que cantidad.
Normas y límites
"Mis padres no me quieren, nunca me han reñido ni me han puesto límites". Esta frase que parece de ciencia ficción, nos la ha comentado más de un chaval en el centro juvenil. Obviamente nuestros hijos/as van a luchar porque estas normas y límites sean lo más laxas posibles, pero nosotros como padres y madres debemos tener siempre presente que las necesitan para su crecimiento y maduración personal y por ende para su felicidad.
"Yo es que no puedo ver llorar a mi hijo". Cuántas veces hemos oído esta frase. O cuántas veces la hemos dicho nosotros. Está claro que como padres y madres preferimos ver reír a nuestro hijo que llorar, pero estas lágrimas son su mecanismo para eliminar la frustración que a veces siente. Si nuestro hijo no llora alguna vez, es que tiene todo lo que quiere, y en el mundo real, que es para lo que preparamos a nuestros niños, eso normalmente no pasa.
¿Cómo deben ser las normas?
Pocas y claras. Una norma no debe ser interpretable y se debe cumplir y hacer cumplir siempre, sin depender de cansancio, estado de ánimo... Aplicadas indistintamente por el padre y la madre. Razonables y fáciles de cumplir. Compartidas si es posible, no impuestas. Para un niño es más fácil cumplir las normas si se sienten partícipes de ellas. Además, podemos ceder en alguna que no consideremos primordial. Coherentes. Importantísimo. Qué difícil es ser coherentes, pero qué necesario. Revisables y evaluables periódicamente según la edad.
Para que todo funcione, los padres debemos ser modelos para nuestros hijos. Aquí no funciona el "haz lo que yo te diga, no lo que yo haga". Y por último debemos interiorizar, como algo fundamental, que tenemos que ser padres cada segundo de cada día.