Álvaro, el joven con Down que ha logrado ser bombero
El chico, de 22 años, trabaja ya en un cuartel de la provincia de Buenos Aires, tras pasar casi cuatro años rogando en los despachos que se reconocieran sus méritos.
Se llama Álvaro Lafarge Sánchez, tiene 22 años y se ha convertido en lo que siempre quiso ser: bombero. Le ha costado mucha dedicación y mucho esfuerzo, más del habitual para superar las pruebas de una oposición dura: Álvaro tiene síndrome de Down y, aunque pasaba uno tras otro todos los exámenes, en los despachos se negaban a darle el empleo que merecía. Tras tres años y medio de burocracia, una campaña social que ha enternecido a su país, Argentina, y mucho tesón, ya ocupa un puesto en el cuartel de Junín, en la provincia de Buenos Aires.
Según informa el diario Clarín, estamos ante un chaval peleón, miembro de una familia que nunca baja los brazos y que le ha ayudado siempre en su empeño. De pequeño, los maestros le decían que sería complicado que acabase la Primaria. De adolescente, todo el mundo le prevenía para que no insistiera en practicar los deportes que más le gustaban, el rugby y la equitación, por ser físicamente arriesgados. Pero Álvaro y los suyos seguían, demostrando a los demás que se equivocaban.
"Álvaro estaba haciendo una pasantía en la municipalidad de Junín, pero no le gustaba. Un día me vino a decir que quería ser bombero", indica Mariana Sánchez, la madre, al citado rotativo. Y se puso manos a la obra: mejoró su forma física, ya bien trabajada en sus aficiones, y pasó todos los procesos habituales. No le faltaba ni un requisito y fue así como, en 2013, ya comenzó a ir tres veces por semana al cuartel de su ciudad, la más importante del noroeste bonaerense. La señora explica que a finales de ese año ya empezaron con el papeleo para que lo contrataran formalmente, "pero nunca lo terminaban de aceptar". "Nos pasamos tres años y medio de oficina en oficina", lamenta.
¿La razón que nunca le acababan de decir a las claras? Que nunca habían tenido a alguien con síndrome de Down y no sabían si podían tenerlo, si podría hacer el trabajo. Era una situación insólita. "En Junín no hay bomberos voluntarios, sino que la fuerza consiste en personal civil de la Policía de la Provincia. El año pasado cambiaron al jefe del cuartel y le impidió seguir yendo a trabajar, porque carecía de un nombramiento formal", la madre en conversación con Clarín.
La situación de bloqueo comenzó a deshacerse cuando el caso saltó a las redes sociales. Una iniciativa en la plataforma Change.org hizo que su historia fuera conocida en todo el país y recabara más de 18.000 firmas en cuatro días. Los internautas y los medios de comunicación se volcaron ante un caso que no era ningún regalo, sino justicia laboral. Hace nueve meses, pudieron tramitar la petición de empleo en el Ministerio argentino de Seguridad, los políticos acabaron por sumarse a la ola y en abril se firmó el contrato. La toma de posesión fue en mayo y ahora la historia ha saltado a primera plana.
Según matizan medios como Infobae, Álvaro no está expuesto a situaciones en las que su vida corra peligro, sino que es bombero en el cuartel, con un contrato de 30 horas a la semana, el mismo salario del resto de profesionales... y la misma obligación de desfilar de cuando en cuando, un aliciente que no esperaba y que le encanta, dice su familia.
Pese a todos los que no confiaron en él durante su camino, "otra vez ganamos", concluye su madre. El caso de Álvaro, además, ha servido para que salga a la luz una situación pareja, la de Ángel Ortega, que a sus 38 años se ha convertido en el bombero más antiguo del cuartel de Güemes, también en Argentina. Ángel también tiene síndrome de Down y lleva desde 2011 ayudando a su comunidad.