La turbia historia de Woody Allen, según (y únicamente) los Farrow
La serie documental 'Allen v. Farrow' de HBO reabre la polémica por presunto abuso sexual del cineasta.
El título de la nueva serie documental que HBO estrena este lunes, Allen v. Farrow, parece plantear una nueva guerra (o al menos otra batalla) entre el reconocido director y la actriz. Aunque no se corresponde con su contenido real. A lo largo de sus cuatro capítulos, hay mucho de los Farrow y poco, por no decir nada, de Woody Allen.
El documental, que reabre el caso por presunto abuso sexual del cineasta a su hija Dylan Farrow, está dirigido por Kirby Dick y Amy Ziering (La guerra invisible). El único hijo biológico del director con Mia Farrow, Ronan Farrow, es también una de las voces de la serie. Ronan es periodista en The New Yorker y está vinculado a HBO como creador de documentales. Al parecer, éste ya había conseguido que Allen no encontrara financiación para sus películas —no ha podido estrenar sus dos últimos trabajos en Estados Unidos— y que su contrato con el grupo Hachette para publicar sus memorias, A propósito de nada, se cayera.
La versión de la familia Farrow no ha cambiado. Cuentan que el 4 de agosto de 1992, en el ático de la casa familiar de Connecticut, Woody Allen habría encerrado a su hija Dylan de siete años y habría abusado sexualmente de ella durante 20 minutos, con tocamientos inapropiados, aprovechando un despiste de la niñera.
Durante los cuatro capítulos, el espectador no encontrará ningún testimonio de la parte de Allen, pese a que el título dé pie a pensarlo. Allen v. Farrow sólo cuenta con las declaraciones del círculo de los Farrow: la madre, Mia Farrow, la propia Dylan, algunos de sus hermanos, especialmente el ya mencionado Ronan, y amigos de la familia. Los únicos que hablan bien de Allen son los pocos expertos cinematográficos, que lo describen como un genio y un personaje único.
Los responsables del documental mantienen que el director de Manhattan (1979) rechazó participar. A Allen sólo se le escucha en extractos de su audiolibro de memorias (seleccionados a conciencia) o en imágenes de archivo.
El comienzo no puede ser más crudo. “Esta es la historia de dos de las mayores estrellas del mundo”, dice la cabecera, una historia que arranca intentando mostrar, con fotos de la infancia, cómo la mirada de Dylan se fue endureciendo siendo una niña.
Tampoco faltan las imágenes morbosas: la de una casa de muñecas, en la cabecera, en la que aparecen unos muñecos tirados en el suelo; los planos de un dormitorio vacío y en penumbra; una escena real en la que la niña Dylan apoya la mano en la pierna de su padre o los juguetes de los niños abandonados en la orilla del lago en el que los Allen-Farrow pasaban sus vacaciones.
Los dos primeros episodios se centran en la vida familiar, en el romanticismo de la pareja, en el tiempo que pasaban juntos tanto en Nueva York como en la casa de campo que ella tiene en Connecticut, donde el director enseñaba a sus hijos a pescar en el lago o a actuar... Pero ya en esos capítulos Mia declara sentirse culpable: “Yo traje a ese hombre a la familia”.
“En 1991 Dylan me dijo que tenía un secreto y empecé a vigilar. Un día vi cómo Woody le daba un manotazo. Cuando le pregunté por qué lo había hecho me contestó que la niña le había cogido el pene”, relata la madre. Los amigos de la familia añaden que “si aparecía Woody, la niña sólo estaba con él y no jugaba con los demás”, mientras que Ronan asegura que su hermana “empezó a pedirle que la escondieran de papá”. Sin embargo, en estas cuatro horas de documental, hay elementos y declaraciones que intentar ensombrecer la figura del director, pero que no encajan o contradicen la investigación.
Todos los detalles que chirrían
Las grabaciones telefónicas. Son llamadas entre Mia Farrow y Woody Allen, una vez que la actriz ya conoce que su hija ha sido, supuestamente, víctima de abuso sexual. Sin embargo, más allá del contenido, el tono entre ambos parece de lo más conciliador y normal. En muchas de ellas, a Allen casi ni se le escucha, hasta el punto de que se rotula “inaudible”. Farrow grabó las llamadas sin que el director lo supiese: en una de las conversaciones él le pregunta si lo está grabando y ella lo niega.
Sin certezas concluyentes. Según uno de los rótulos, en 1990 Allen asistió a terapia para controlar su excesivo amor por su hija. La psicóloga habría dicho que el comportamiento de Allen era “inapropiadamente intenso con Dylan”. Por el contrario, en el juicio por la custodia en 1993 se concluyó que esta afirmación no era cierta.
El enfrentamiento en los tribunales lo ganó Farrow, que consiguió la custodia de sus tres hijos –Ronan, Dylan y Moses– , pero el juez Elliot Wilk dejó escrito que “las pruebas indican que es muy poco probable que Allen pueda ser procesado por abuso sexual”. Nunca se pudo demostrar su culpabilidad. La investigación en Nueva York exoneró a Allen por falta de pruebas y nunca hubo condena.
“Allen apeló dos veces la decisión del juez Wilk, que fue negada en cada ocasión. El tribunal de apelación concluyó que “el testimonio dado en el juicio sugiere que el abuso ocurrió. El alto tribunal de Nueva York, el Tribunal de Apelaciones, se negó a escuchar el caso’”, insiste, en cambio, Allen v. Farrow.
La afirmación de que Woody Allen se negó a someterse al polígrafo. En ningún momento se menciona que dos semanas después del supuesto abuso, el director sí que cedió a hacérselo, requerido por la policía de Connecticut, mientras que Mia Farrow no lo hizo, según cuenta el cineasta en sus memorias. Allen pasó la prueba realizada por Paul Minor, poligrafista del FBI entre 1978 y 1987, añade en el libro.
Los vídeos caseros de la niña. La gran cantidad de grabaciones que aparecen de Dylan siendo niña, filmadas por su madre, en las que cuenta detalladamente cómo eran los supuestos encuentros con su padre también contienen algunas palabras “inaudibles”. En su momento se llegó a decir que Mia presionaba en exceso a su hija: Monica, la niñera, testificó que había presenciado cómo Farrow grabó durante tres días a Dylan hasta que consiguió arrancarle las palabras.
La cantidad de entrevistas a la niña. Los psiquiatras entrevistaron varias veces a Dylan, algo que extraña a los expertos en abusos infantiles, porque repetir tanto los encuentros puede afectar al testimonio. De hecho, una de las expertas que aparece en el documental declara sorprendida que, a pesar de hacerle las mismas preguntas una y otra vez, la historia de Dylan era muy consistente y siempre era la misma.
Las terapias. Uno de los textos destacados dice: “En marzo de 1991, cuando Dylan tenía 5 años, comenzó a hacer terapia por mutismo. Durante las sesiones, mencionó en dos ocasiones que tenía un secreto. Su terapeuta nunca le mencionó esto a Mia”.
El documento de evaluación clínica de abuso sexual infantil de Dylan Farrow. En la serie se muestra el informe realizado en el Yale New Haven Hospital. La frase que señala que los comportamientos “probablemente fueron reforzados y alentados por su madre, que estaba furiosa con el señor Allen” aparece de pasada. Los que no dejan en buen lugar a Woody Allen abundan.
La destrucción de notas. Después de elaborar el informe, se dijo que se destruyeron las notas, por lo que se habrían perdido muchos detalles de la investigación. Sin embargo, preguntado por ello, el psiquiatra forense del caso dice con dureza a cámara: “Nunca se destruye una evidencia forense. Nunca”.
El ninguneo a las investigaciones. Las dos investigaciones, una realizada en Connecticut y otra en Nueva York (la familia vivía entre ambos estados) que exoneraron a Allen por falta de pruebas, aparecen como si no tuvieran consistencia alguna.
La diferencia que se marca entre unos hijos y otros. El recital de principio a fin de la carta que Dylan Farrow publicó en 2010 en The New York Times, en la que relataba abiertamente los supuestos abusos sufridos por parte de su padre, contrasta con la reproducción de manera sesgada de la entrevista que Soon-Yi concedió en 2018, o con la del artículo que Moses Farrow publicó en mayo de 2018, cuando el hijo del director defendió la inocencia de su padre. De hecho, de Moses se habla en el documental como “un niño mimado”.
“Soy una persona muy discreta y no me interesa en absoluto la atención pública. Sin embargo, dadas las acusaciones enormemente inexactas y engañosas sobre mi padre, Woody Allen, siento que ya no puedo quedarme callado mientras le siguen condenando por un crimen que no cometió”, dijo entonces Moses.
Minutos de gloria de Mia Farrow. Buena parte de uno de los capítulos se dedica en exclusiva a recordar la fama que alcanzó Mia Farrow en el mundo del cine, algo que no casa con la historia central del documental.
Los Farrow, una familia 10. Se les presenta como una familia idílica y se cuenta la infancia feliz de Mia hasta que sufrió la polio, enfermedad de la que se habla como el origen de su condición de madre coraje de 14 hijos (la mayoría, niños con algún tipo de discapacidad que adoptó).
Pero dos de esos hijos, Soon-Yi y Moses, hicieron pública la mala relación con su progenitora y han llegado a acusarla de maltratadora. Otros tres murieron en raras circunstancias.
El peso que se le da a la relación de Woody Allen con una de las hijas adoptivas de Mia. Allen v. Farrow aborda también el escándalo que supuso la noticia de la relación del director con Soon-Yi Previn, con la que actualmente permanece casado. La actriz adoptó a Soon-Yi siendo pareja del pianista André Previn.
La forma de hablar de las películas del director. La filmografía de Woody Allen aparece exclusivamente para señalar cómo entre sus películas abundan las historias de relaciones entre hombres adultos y mujeres mucho más jóvenes.
La comparación del caso de Woody Allen con el de Harvey Weinstein. Aparece en el momento en el que se aborda cómo el tema resurgió en los medios de comunicación en 2014, cuando el cineasta recibió el Globo de Oro de honor. Es entonces cuando se hace una reflexión sobre si el arte se debe separar del comportamiento personal de los artistas.
La mención de famosos que no han dado de lado al director. Allen v. Farrow señala de forma directa a personalidades que han seguido apoyando públicamente a Woody Allen, como la actriz Diane Keaton, y a otras estrellas que han seguido trabajando con él, como Scarlett Johansson, Javier Bardem o Penélope Cruz (Vicky Cristina Barcelona, 2008).
La publicidad en los medios de parte del cineasta. El documental insiste en que “desde 1992, cuando el equipo de Woody Allen comenzó a acusar repetidamente a Mia Farrow de alienación parental, este concepto fue ampliamente publicitado por los medios de comunicación y utilizado en los tribunales de familia”.
Material nuevo. No se aporta ninguna prueba inédita ni nada que no se hubiese visto antes.
En 2018, Woddy Allen volvió a negarlo todo en un comunicado, y acusó a la familia de su expareja Mia Farrow de aprovecharse “cínicamente” del movimiento Time’s Up para reavivar una “denuncia desacreditada”. “Nunca abusé de mi hija, como concluyeron todas las investigaciones hace un cuarto de siglo”, añadió.
Al final de Allen v. Farrow, se habla de la incapacidad de Dylan durante años para mantener una relación sentimental, y cómo sólo con el paso del tiempo ha podido hablar con frialdad de esta historia. “Me robó parte de mí”, apunta.
No es hasta ese final, cuando el documental deja claro, también con un texto, que Woody Allen y Soon-Yi llevan treinta años casados y tienen dos hijas.