Alimentando a la sociedad, pase lo que pase
La situación sin precedentes que afronta el mundo por el coronavirus está demostrando el verdadero papel de los agricultores y ganaderos en la sociedad.
En una situación como la que estamos atravesando, muchos nos preguntamos qué podemos hacer, qué podemos aportar a la sociedad para ayudar a salir de esta crisis. Nosotros, los agricultores y ganaderos, lo tenemos claro: seguir trabajando. Seguir cuidando a nuestros animales y nuestras tierras para que sigan produciendo lo más básico que necesita una sociedad para funcionar: alimentos.
Las situaciones críticas ponen habitualmente a las sociedades frente a un espejo. Este maldito virus ha situado al mundo frente a un abismo, sobre todo sanitario, pero también social, y el planeta está empezando a darse cuenta de lo que es verdaderamente importante en la vida. Disponer de alimentos variados, sanos, con el mayor nivel de seguridad alimentaria, y disponer de ellos a un precio asequible para todos es una de las mayores conquistas logradas por la sociedad (allí donde lo hemos logrado, que no en todos los lugares del mundo es así).
Ahora que la pandemia nos acecha y nuestro sistema social, político y económico se ve sometido a una prueba de esfuerzo del máximo nivel, comprobamos cómo disponer de una cadena agroalimentaria eficiente, equilibrada y de calidad es un elemento fundamental para una sociedad que aspire al progreso y al bienestar.
Europa, y muy especialmente España, es una potencia productora de alimentos. Y lo es gracias a su clima, a los recursos de los que dispone y, sobre todo, gracias a sus agricultores y ganaderos. Somos menos de un millón, pero alimentamos a casi cincuenta, dentro de España, y a otros muchos, fuera. Lo hacemos porque es nuestro modo de vida, porque es, en la mayoría de los casos, la tradición familiar, lo hacemos porque nos gusta y porque nos hemos formado para ello. Lo hacemos pase lo que pase.
En estos días en los que las autoridades exhortan a los ciudadanos a quedarse en casa para frenar la expansión del COVID-19, nosotros no podemos quedarnos en nuestros domicilios. Tenemos que trabajar como cada día, con nuestros hijos, hermanos y cónyuges, con nuestros trabajadores y trabajadoras para seguir sacando nuestras cosechas adelante y que la población siga recluida, sí, pero alimentada. Alimentada gracias a una cadena de la que nosotros somos la base, el primer y más fundamental eslabón.
Afrontamos días de escasez de muchas cosas. Sobre todo de abrazos y besos de nuestros seres queridos, de costumbres que siempre hemos seguido y ahora debemos interrumpir, de fiestas y tradiciones que quedan ahora aparcadas hasta nuevo aviso. Pero de lo que no sufriremos escasez es de alimentos, y no solo por una cuestión de salud o manutención, sino por la pequeña alegría o entretemiento que supone planificar lo que vamos a comer nosotros o lo que le vamos a dar a nuestros hijos (Es un buen momento para dedicar tiempo a esas recetas de la dieta mediterránea que a veces no tenemos tiempo de hacer).
Veámoslo por el lado bueno. Ya nos queda un día menos para salir del atolladero en el que nos ha metido este bicho microscópico. Nosotros seguiremos trabajando contra viento y marea, que nadie lo dude. Es nuestro papel. No queremos agradecimientos, tal vez sí un poco de reconocimiento, algo de lo que habitualmente no vamos sobrados. Entre todos, y sobre todo con el heroico trabajo de los trabajadores y trabajadoras sanitarios, venceremos al virus, estoy seguro.