Alberto Garzón: "No creo que Pablo Iglesias sea un lastre para Podemos"
Entrevista al líder de IU: "La izquierda tiene que reaccionar y conectar con los problemas cotidianos".
Durante su época de estudiante, forraba su carpeta con pegatinas del Che, del 'No a la guerra', del ejército zapatista y de apoyo del pueblo palestino. Leía a Marx, Baran y Sweezy. Y un día sumergido en El tiempo y la memoriade Julio Anguita decidió que tenía que afiliarse al Partido Comunista (PCE).
Pero la vida de Alberto Garzón (Logroño, 1985) cambió en 2011. Salió a gritar a las plazas dentro del movimiento 15-M. Como muchos jóvenes se planteaba mudarse a Londres para buscar el trabajo que no le daba su país. Y al final acabó siendo el diputado más joven en el Congreso tras las elecciones generales de aquel año.
Ahora lucha estos días por renovar el marco de la confluencia de IU y Podemos. Son unos días en los que la derecha domina los resultados en Cataluña y las encuestas. Dice que hay que ponerse a trabajar ya, que la izquierda puede recuperar el terreno perdido. Reaccionar y reconquistar al millón y medio de votantes, según sus cálculos, que un día votaron a opciones progresistas y que hoy se sienten desmovilizados y desmotivados.
Los resultados del 21-D con Cs y Junts a la cabeza, las últimas encuestas con el bloque de derechas por delante... ¿qué le está pasando a la izquierda española?
Creo que estamos aparentemente en un cambio de ciclo de lo que hemos vivido desde 2013 a 2016, que se ha ido estrechando y agotando. Ahora tenemos que ver cómo somos capaces de darle otro giro. Esto significa hablar de programa y de las cosas cotidianas de la gente. No estoy preocupado excesivamente, hay que hacer un análisis realista. Estamos viendo en Europa un crecimiento de la derecha radical y de la extrema derecha, también en América Latina. Y en Cataluña se ha puesto de relieve el crecimiento de las dos derechas: Puigdemont y Arrimadas. La izquierda tiene que reaccionar.
¿Y cómo?
Conectando mucho mejor con los problemas cotidianos de la gente. Es el reto de aquí en adelante.
¿Pero España se ha vuelto una sociedad conservadora o es un problema de los partidos de izquierdas?
No creo que sea una sociedad conservadora, de hecho tradicionalmente y sociológicamente ha sido bastante progresista. Ha sido muy evidente en cuestiones de derechos civiles. Ha habido más dificultad para ponerse de acuerdo en la izquierda que en la derecha, pero vivimos tiempos distintos. Por primera vez se vislumbra en el horizonte una pelea en el ámbito de la derecha y los procesos de confluencia que se están dando con mayor o menor dificultad pueden permitir que más temprano que tarde podamos dar la vuelta a esto y gobernar. Hay cosas que mejorar, pero no creo que la sociedad se haya vuelto más conservadora. Simplemente creo que se ha desmovilizado y desanimado mucha gente que en otro momento votó a la izquierda y que en este momento no tiene pensado hacerlo. Pero la situación económica de la sociedad española sigue siendo igual o peor que la de 2011.
¿Y qué opina del boom de Ciudadanos en las encuestas?
Tiene un alto grado de volatilidad, no hay fundamentos suficientemente sólidos para que podamos darlo por estable porque ya ha habido precedentes. En 2015, tras las elecciones catalanas, Cs encabezaba después las encuestas estatales y luego no se visualizó en los comicios. Son escenarios de volatilidad, que pueden devenir en múltiples formas y que dependen también de cómo lo hagamos en la izquierda. Y si no reaccionamos, la derecha de Cs y del PP va a salir beneficiada. Confío en que sepamos hacer bien las cosas.
Ha pedido a Podemos renegociar ese marco de confluencia con IU antes de Semana Santa y los morados no han sido muy receptivos. ¿Cómo está la situación?
Soy optimista. Las confluencias de 2015 y 2016 fueron distintas, se hicieron muy rápido. Tenemos ahora un ciclo electoral en 2019, queda tiempo suficiente y nos da la oportunidad de diseñar una confluencia que nos permita maximizar nuestras capacidades. Lo bello y lo enriquecedor de una confluencia es que somos sujetos distintos que podemos llegar a a espacios distintos y con programas que pueden ser coordinados y se puede hacer con procesos de radicalidad democrática. Eso es lo que estamos pidiendo.
Creo que en las próximas semanas tendremos avances sobre esa cuestión porque cuanto antes podamos definir las líneas de confluencia más fácil se va a trabajar en los municipios y en las autonomías, incluso en el espacio europeo. La voluntad de IU es la de confluir, la de Podemos es la de confluir y, además, por motivos esencialmente políticos. Creo que si fuéramos separados a las elecciones de 2019 con una derecha fortalecida estaríamos perjudicando a las clases populares de este país.
Ha llegado a hablar de que Podemos está sufriendo un desgaste. ¿Qué le está pasando?
Creo que lo estamos sufriendo en el espacio conjunto. Tiene que ver con el desánimo y la desmovilización de este país en en este momento. Es obvio que hay una desmovilización social, no tenemos el mismo número de manifestaciones que teníamos en 2011, 2012 o 2013. Eso hace que se extienda cierto desánimo en determinados sectores sociales, no en todos. Eso tiene su repercusión en el ámbito electoral y, por eso, puede parecer que bajamos en las encuestas. Probablemente es algo temporal y depende de nosotros.
Hemos calculado que habría en torno a un millón y medio de personas progresistas de izquierdas que ahora mismo no irían a votar. Más un millón de personas que nacieron en 2000 y 2001 que van a votar en 2019 y que están viviendo unas condiciones materiales que les ha hecho politizarse. Si somos hábiles, tenemos un amplio margen de crecimiento para gobernar este país.
¿Es Pablo Iglesias un lastre para Podemos?
No lo creo. Nunca he pensado que sean los liderazgos los que determinan el movimiento de un espacio político. No soy de esa tradición, creo que lo bueno y lo malo de las organizaciones corresponde a ese movimiento colectivo. Los errores son de todos y los aciertos también.
¿Les ha pasado factura el 21-D y en las encuestas posteriores estar en tierra de nadie en el tema catalán?
Es un tema siempre complicado para nosotros, pero no porque sea Cataluña, sino porque tiene que ver con los nacionalismos. Y generan nacionalismos de signo contrario: el nacionalismo español ha generado durante mucho tiempo el nacionalismo catalán y el nacionalismo catalán ha generado durante mucho tiempo nacionalismo español. Cuando se debate entre banderas, sentimientos, emociones y pasión, normalmente se dejan de lado cuestiones mucho más importantes como el trabajo, la vivienda y los derechos sociales y democráticos. Cuando hemos ido a unas elecciones en forma de 'elige a tu bandera', hemos tenido dificultades estructurales para poder explicarnos.
No obstante, no somos ambiguos. Tenemos muy claro el proyecto de país: queremos una Cataluña dentro de España, de un proyecto de España distinto al que postulan PP y Ciudadanos, que quieren un país unido pero sin derechos. Preferimos una España unida en su diversidad y plurinacionalidad con derechos sociales. Por eso pensamos en la fórmula de una república federal de España. Es bastante evidente, obvio y claro. El problema es que esto no se estaba debatiendo, se nos dio a elegir entre los golpes y porrazos del 155 o la independencia unilateral. Y ninguna de las opciones son la solución al problema.
¿Cree que Carles Pugidemont terminará siendo presidente de la Generalitat? ¿Está de acuerdo con una investidura vía Skype? ¿Volverá?
No comparto que se pueda ser presidente vía telecomunicaciones porque no tiene ningún sentido político. El problema es cómo vamos a solucionar lo de Cataluña, no es el problema de si Puigdemont puede o no ser presidente. Hay una parte muy importante, que no es mayoritaria, que quiere la independencia y no se puede ignorar. Hay que abrir un espacio de diálogo y negociación y dejar de una vez por todas las soluciones que solo hablan de jueces. Se tienen que sentar todas las fuerzas políticas y hablar de qué tipo de país queremos.
¿Y qué le parece que estén en la cárcel Oriol Junqueras, Joaquim Forn y los 'Jordis'?
Es una anomalía democrática que no favorece en absoluto la resolución del conflicto y es un enorme contraste con otro tipo de decisiones judiciales como la de Iñaki Urdangarin, que estando condenado a seis años de cárcel no tiene la prisión provisional. Un señor que se ha constatado que ha robado seis millones de euros puede irse a Suiza a vivir porque es miembro de la Casa Real y, sin embargo, unas personas no condenadas y con delitos que tienen que ver con factores políticos están en prisión provisional. Lo único que hace es empeorar el problema.
Hablando de la casa real, ¿cómo ve el discurso y la actuación de Felipe VI en la cuestión catalana?
Creo que la monarquía se ha arriesgado enormemente con esta decisión porque no se va a recuperar nunca más en Cataluña para empezar. En su momento fueron inteligentes a la hora de plantear la abdicación del ciudadano Juan Carlos por su hijo porque estaba muy manchado por los casos de corrupción y otra serie de elementos que habían afectado a la vida privada. El ciudadano Felipe de Borbón parecía que estaba recuperando la imagen de la monarquía pero en este caso en vez de tomar un rol neutral o de intermediación ha tomado parte de forma activa por una de las posiciones. Llama la atención que la monarquía salga de forma tan súbita a defender una solución reaccionaria y aplicar el 155 y no haya actuado con esa contundencia ante los problemas económicos, sociales y de empleo. Es evidente que hablamos de una monarquía ya no anacrónica, antigua y caducada, sino de derechas.
¿Cree que reinará la princesa Leonor?
No sé lo que va a suceder en el futuro, pero mi deseo es que no haya más reyes ni reinas y podamos disfrutar de una democracia que se extienda hasta la Jefatura de Estado.
¿Y qué siente al ver al PP en La Moncloa y a la vez escuchar las confesiones en la Audiencia Nacional de Francisco Correa, El Bigotes y Ricardo Costa sobre la financiación ilegal?
Es la constatación de lo que veníamos denunciando desde hace mucho tiempo. Ricardo Costa y Carlos Fabra se reían de IU, nos insultaban. Esa prepotencia, esa soberbia, esa forma de entender la impunidad política... y hoy cuando lo vemos con distancia y a Costa reconocerlo refleja la putrefacción del PP y de un sistema político. Llama la atención de que en este país no haya habido responsabilidades políticas importantes. En cualquier otro país democrático, Mariano Rajoy habría dimitido ya y su Gobierno en bloque.
Lo que ocurre es que en nuestro país no estamos en los estándares democráticos de otros. Nadie con dos dedos de frente se cree que el principal dirigente del PP no sabía nada de Lezo, Púnica, Gürtel, los papeles de Bárcenas. Nadie se cree que Rajoy haya sido inocente.
Viendo esto, ¿no se arrepiente de no haber votado a Pedro Sánchez en la investidura y evitar que Rajoy esté en La Moncloa?
Desde IU hicimos todo lo posible para que Podemos y el PSOE se sentaran en una mesa. Y cuando creíamos que estaba encarrilado, resultó que el PSOE pactó con Cs, al que ahora acusa de derechas. En aquella investidura no se estaba haciendo a Sánchez presidente, sino a Sánchez y Rivera como dirigentes de este país y con el programa económico de Ciudadanos. No podíamos apoyar ese proyecto. Esperábamos que dirigiera un proyecto desde la izquierda. Obramos bien y es una pena que el PSOE no optara por la izquierda. Las élites económicas y políticas no querían.
¿Se puede definir al PSOE como un partido de izquierdas?
Todo depende de lo que uno entienda por izquierdas. Gran parte de los votantes del PSOE se definen de izquierdas y comparten muchos de los elementos programáticos que defendemos en IU, como la república o la lucha contra la precariedad. La base social del partido es de izquierdas, desde una perspectiva más moderada, progresista y en algunos casos tiene un punto de anticapitalismo muy necesario. Pero desgraciadamente el PSOE está dirigido por gente que prefiere pactar con PP o Cs antes que con la izquierda, es el verdadero problema del país. Ojalá en esa reflexión que dice estar iniciando opte por soluciones a la portuguesa y no a la alemana.
Las primeras elecciones en el horizonte son las andaluzas. ¿Van a ir juntos IU y Podemos?
Deseo que sí porque se multiplican las opciones para cambiar Andalucía hacia la izquierda. Susana Díaz es una persona que ha demostrado hacia dónde está su simpatía, no solo a Mariano Rajoy. En Andalucía nos expulsó del Gobierno por nuestra política de vivienda y nos sustituyó por Cs. Susana Díaz es Felipe González. La mejor forma de cambiar esas políticas es optar por la izquierda y trabajar la unidad entre las fuerzas de Podemos e IU. Podríamos aspirar a un grandísimo resultados. Soy optimista y las relaciones entre Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo son buenas.
Sectores de su partido le han acusado de vender IU a Podemos...
Me han acusado de prácticamente todo, la verdad. Es sorprendente porque los primeros que lo hicieron fueron dirigentes de IU en Madrid que ahora están pactando la entrada en el PSOE. Las críticas son legítimas, pero no fundamentadas. Teníamos dos diputados cuando nos presentamos en solitario y gracias a la confluencia ahora son ocho diputados y dos senadores. Es un resultado humilde pero estamos hablando de un contexto de mayor competencia. Se pueden mejorar las cosas, pero el resultado es satisfactorio.
¿Se siente personalmente infravalorado en el grupo parlamentario de Unidos Podemos?
No creo que la figura del dirigente principal de IU tenga que ser especial. Creo en la radicalidad democrática y en una organización horizontal, todo lo debatimos colectivamente. Lógicamente mi imagen es más conocida, pero no me noto en ningún caso infravalorado.
¿Cómo vivió la lucha entre Iglesias y Errejón? ¿Fue una pérdida que el segundo dejara de ser portavoz del grupo parlamentario?
Esa disputa la viví desde la barrera. Desde el punto de vista de un ciudadano de izquierdas, fue algo que debería haberse evitado. Pablo, Íñigo y sus gentes tienen diferencias, como también las tienen con nosotros, pero todos somos necesarios. Es bueno lo que están haciendo ahora de coser las heridas. En la izquierda no sobra nadie. Cuando ese debate se llevó con beligerancia a los medios, la gente lo vivió con cierta desilusión.
¿Es más de Iglesias o de Errejón?
Dentro de nuestra neutralidad, tengo debates intelectualmente muy atractivos con Pablo e Íñigo, pero normalmente suelo estar de acuerdo con Pablo cuando hay una disputa con Íñigo, pero hablo en términos puramente académicos. Aún así, todas las aportaciones de Íñigo son necesarias porque es capaz de poner el ojo en el lugar adecuado.
Tiene ya experiencia en el Congreso desde 2011, ¿qué es lo que le sigue indignando de la vida política?
Prácticamente todo. La paradoja es que estamos objetivamente en términos de precariedad, desempleo y expectativas de vida peor que en el año 2011. Los motivos que nos hicieron salir a las plazas en el 15-M siguen estando vigentes.
En el 15-M se gritaba contra los políticos profesionales y aquellos que estaban muchos años en las instituciones. ¿Se ha puesto una fecha de caducidad a su paso por el Congreso o a su vida política?
Honestamente, no. Pero ciertamente creo que debemos de pensar más colectivamente y debemos ser fáciles de recambiar. Ese es el objetivo. Ninguno de nosotros debería ser imprescindible. Creo que la política debería ser concebida como en la antigua Grecia, para transformar la sociedad y no como una carrera política. Por eso donamos parte de nuestros sueldo y tenemos mecanismos para no hacer de la política una carrera profesional, ser lo más parecidos a lo que éramos antes de entrar aquí. Que a nadie se le pueda ir de la cabeza en esta posición privilegiada, lo importante es estar pegado al terreno y a tu clase social.
Uno está en la política para transformar las cosas. ¿De qué le gustaría ser ministro?
Aceptaría en una hipotética circunstancia ser presidente y ser ministro, cualquiera de las funciones que nos permitieran transformar la sociedad sabiendo que en ningún caso mi propia existencia transformaría la sociedad. O tienes un equipo o no tienes nada. Roosevelt cuando intentó aprobar el plan de estímulo del New Deal para generar puestos de trabajo, lo primero que hizo fue reunir a los sindicatos y decirles tenéis que salir a la calle a pedírmelo. Incluso un presidente del Gobierno sabía que no iba a poder enfrentarse a los grandes poderes económicos si no había un pueblo movilizado detrás. No se trata solo de personas, sino de movimientos políticos.