10-N: la última oportunidad de Albert Rivera
El líder de Ciudadanos afronta la nueva cita electoral con las encuestas en contra y abriendo la puerta a su marcha
Las elecciones del 10-N son un reto mayúsculo para Albert Rivera; una suerte de última oportunidad. El líder de Ciudadanos enfrenta la campaña electoral de las cuartas generales en cuatro años con las encuestas augurando un batacazo. Las más recientes, que recogen el impacto de la semana violenta de Cataluña tras la sentencia del procés, le auguran entre 18 y 24 escaños frente a los 57 que consiguió el 28 de abril.
Si el resultado que dibujan los sondeos -quinta fuerza por detrás de la ultraderecha de Vox y de Podemos- se hace realidad, el mazazo para Rivera le hará muy difícil seguir al frente del partido que preside desde que se fundó en 2006. Él mismo lo sabe. No está dispuesto a continuar en el trono naranja a cualquier precio y, por ello, ya habla de su retirada: “Estoy en política porque me apasiona. No me mueve el apego al sillón, a un escaño o a un cargo”, dijo en TVE.
Consciente de que la de noviembre puede ser su última oportunidad, Rivera intenta hacer frente a los malos augurios con el tema que más le ha beneficiado: Cataluña. Fuentes naranjas mantienen que el partido y los diputados no están mirando “las encuestas por el retrovisor”, sino pensando en “cuántos días más va a tardar Sánchez en aplicar la Constitución en Cataluña para cesar a Torra”.
El pasado fin de semana organizaron un acto en la barcelonesa Plaza de Sant Jaume, donde volvieron a azotar al independentismo: ”¡Quiero ser presidente para meter en la cárcel a los que intentan romper a nuestro país!”, aireó Rivera saltándose la separación de poderes. La aplicación del artículo 155 por segunda vez en Cataluña es su mantra.
Muy cerca del sillón de mando de Ciudadanos se sienta Inés Arrimadas. La actual diputada por Barcelona y portavoz en el Congreso tomó el puente aéreo y cambió el Parlament por la Carrera de San Jerónimo. Su llegada a Madrid está avalada por su victoria -la primera de un partido no nacionalista desde 1978- en las elecciones catalanas. Pero, por ahora, espera su momento.
Fuentes próximas a la dirigente recalcan a El HuffPost “que sigue siendo vecina de Barcelona y vive en su mismo barrio”. Eso sí, dicen que “se pasa el día en el AVE, como muchos catalanes que trabajan en Madrid”. Arrimadas no se pierde su ciudad y solo tras el 10-N se despejará si termina comprando un billete solo de ida para hacerse con las riendas; algo que la formación no comenta.
“Si las encuestas se cumplen, Rivera abandonará Ciudadanos. Algo que hace tres meses era impensable”, señala a El HuffPost el politólogo de la Universidad Autónoma de Madrid y experto en élites de partidos Guillermo Cordero.
El dirigente naranja logró en abril uno de sus mayores éxitos. Sentó a 57 diputados en el Congreso, solo nueve menos de los que obtuvo el PP en el estreno de Pablo Casado (66). Ese gran resultado le llevó creer firmemente que podría desbancar a los populares, pero las cosas no le han ido bien.
La sombra de la popular -y también portavoz en el Congreso- Cayetana Álvarez de Toledo ha anulado la contundencia naranja contra el independentismo que tan buenos resultados les ha dado. Quizá por ello, los últimos acontecimientos en Cataluña no han insuflado aire al partido, que “no mira las encuestas” y aspira a repetir “la campaña perfecta” que hizo el 28-A. Pero esta será diferente a la de abril. Las imágenes de las calles de Barcelona en llamas tardarán tiempo en borrarse de la retina de los españoles.
Goteo de bajas
Ciudadanos ha sufrido este verano una importante crisis interna cuyos efectos se calibrarán en las urnas. De momento, la fuga de militantes ya es un termómetro poco halagüeño. Según la Cadena Ser los naranjas han perdido un 4,5% de los afiliados: toda una auténtica sangría. En marzo de 2018 tenían 32.500 carnés y el pasado septiembre 31.000.
De sus filas también han huido algunos de los rostros más visibles del sector socialdemócrata. Nombres como Francesc De Carreras -fundador del partido y mentor de Rivera-, Toni Roldán, Javier Nart y Francisco de la Torre, que han criticado con dureza el rumbo del partido y la negativa de Rivera a facilitar el Gobierno a Sánchez para que no dependiera ni de Unidas Podemos, ni de los independentistas.
“Dieron por hecho el cálculo, y ha sido erróneo, de que a corto y medio plazo iba a haber un sorpasso de Ciudadanos al PP y que iba a ser el principal partido de la oposición”, explica Codero. Por eso, el líder de Ciudadanos se negó a negociar con Sánchez. Dijo no hasta a una coalición con socialistas, que tienen 123 escaños, y que hubiera contado con el apoyo de 180 diputados, cuatro por encima de la mayoría absoluta.
Los populares también han sentido el rechazo de los naranjas. Rivera no ha querido coaligarse con el PP, como sí ha hecho en Navarra, en la plataforma España Suma; el plan de Casado para que la fragmentación electoral en la derecha no les castigue en las urnas. Pero la jugada no le ha salido mal al popular, que puede seguir vendiéndose como el voto útil de la derecha.
Volantazo de última hora
La presión a Rivera por sus noes ha sido tan fuerte que tuvo que rectificar a última hora. Justo cuando las Cortes estaban a punto de disolverse -tras la ronda de consultas del Rey en septiembre-, ofreció al presidente en funciones favorecer su investidura con tres condiciones que, según respondió el propio Sánchez, ya se cumplían. “Otro error: mantener la estrategia, querer seguir siendo el gran partido de centro derecha y cambiar tarde de posición”, razona Cordero. “El pánico hace milagros”, ironizó el líder de socialistas.
Las ganas de Rivera de ocupar el espacio del PP le harán, según vaticina el politólogo, seguir algunos de sus vicios. “Aunque puede dejar de dirigir el partido, es probable que sea él quien pilote el proceso de selección del próximo líder. Habrá primarias, no va a haber una elección a dedo. Pero eso es en la teoría, luego en la práctica, Rivera decidirá quién será el próximo líder”.
El descalabro que auguran las encuestas lo adelantó en septiembre un dato del último barómetro del CIS, elaborado antes de que apareciera Más País y de que se publicara la sentencia del procés. Solo el 58,6% de los 4.136.000 votantes de Ciudadanos el 28-A tenía seguro que repetiría papeleta. Es el partido con más infieles. El 10-N es la última oportunidad de Rivera para convencerles.