Al rescate de la maternidad
Las mujeres conquistamos el derecho a no ser madres, ahora el desafío reside en poder decidir cómo queremos vivir esta experiencia.
Ser madre no es fácil. Vivimos en una sociedad que da la espalda a la maternidad, con jornadas laborales precarias e incompatibles con la vida familiar, con una baja por maternidad escasa, de apenas dieciséis semanas, que ni siquiera nos permite dar la teta en exclusiva durante los seis primeros meses de vida del bebé, como recomiendan todas las instituciones sanitarias. Cuidar y criar es una tarea casi imposible en el sistema actual.
La crisis además ha tenido un impacto directo en la maternidad. Lo vemos en las dificultades que cada vez más mujeres tenemos para quedarnos embarazadas, el aplazamiento o incluso la renuncia forzada de la maternidad, los malabarismos para conciliar la crianza con el empleo, la imposibilidad de tener el número de criaturas que deseamos, la insatisfacción de la propia experiencia materna o la autoculpabilización.
Pensar la maternidad desde el feminismo implica rescatar la maternidad de sus crisis y rescatarnos a nosotras de las crisis de la maternidad. Así lo planteo en el libro Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, publicado con Capitan Swing.
El patriarcado recluyó la maternidad en el hogar, utilizándola como un instrumento de control sobre las mujeres. He aquí esa “institución maternal” impuesta que tan bien describía la poeta y activista feminista Adrienne Rich a mediados de los años setenta, en contraposición a “la experiencia subjetiva de las mujeres con la maternidad”, una experiencia que puede ser tan desbordante como gozosa, ambivalente, siempre como opción libremente elegida.
Y es que lo que nos aparta de la esfera pública e impide nuestra autonomía personal no es el hecho de ser madre en sí, sino el carácter que se le ha dado. Aceptar la maternidad patriarcal como la única posible implica renunciar a dar a la maternidad una perspectiva feminista, a dejarnos huérfanas de referentes una vez somos madres y a seguir normativizando la maternidad bajo los preceptos del patriarcado.
La maternidad es un campo en disputa. Hay que liberar la experiencia materna del patriarcado y reconocer el papel fundamental de la práctica materna, sin caer en una mirada idealizada. Las mujeres conquistamos el derecho a no ser madres, a acabar con la maternidad como destino, ahora el desafío reside en poder decidir cómo queremos vivir esta experiencia.
Una nueva generación de mujeres y madres hoy, seguramente más libres de prejuicios que las anteriores, reivindicamos la visibilidad y el reconocimiento de un trabajo que han venido realizando las mujeres desde antaño. Se trata de la toma de conciencia de cómo algo tan relevante para la sociedad, como gestar, parir, lactar y criar, ha sido relegado a los márgenes, y reivindicar la necesidad de valorarlo y visibilizarlo pública y políticamente. Al mismo tiempo hay que reconocer que la crianza es una responsabilidad colectiva, de mujeres y hombres, que solo podremos ejercer sin renuncias en un modelo de sociedad alternativo al actual.