Al Qaeda, tras la eliminación de Al Zawahiri: descabezada pero viva
La organización yihadista ha sufrido un duro golpe al quedarse sin líder, pero tiene un estado a su servicio como Afganistán y múltiples grupos leales que siguen atacando.
“El mundo ya no debe temer a un asesino despiadado y constante”. Lo dijo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al anunciar el asesinato del líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, en su escondite de Kabul, el pasado domingo. El descabezamiento del grupo yihadista, sin embargo, no garantiza más paz, menos atentados. La Base está sin mando, pero sigue viva. Sumida en una encrucijada, es verdad, en busca de un nuevo jefe y alerta para que su tinglado de terror no se desmorone, pero aún cuenta con capacidad para golpear, con grupos afines que le guardan lealtad y con ayuda hasta de un estado, Afganistán, donde sus protectores, los talibanes, vuelven a mandar.
Al Zawahiri ha sido apenas el segundo líder de la organización, desde que se creó en 1998. Antes vino Osama Bin Laden, muerto también por EEUU en 2011. Ha sido siempre una entidad estable en el mando, por lo que un relevo genera una obvia incertidumbre. El médico egipcio no era Bin Laden, pero contaba con una alta credibilidad y contactos, forjados en muchos años de militancia, que le daban una base de consenso importante. Le lastraba su confesión de haber traicionado a sus camaradas, bajo tortura, cuando fue detenido en su país, más allá de sus discursos interminables y poco inspiradores, pero ahí estaba, mano derecha de Osama, cerebro en la sombra, posiblemente ideólogo de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EEUU.
En sus manos ha estado la exitosa supervivencia de la organización, tras quedar huérfana del saudí. Había superado la dolorosa travesía del desierto que supuso la mayor persecución de Occidente, impulsada por la Casa Blanca tras las Torres Gemelas y el Pentágono, la salida de los talibanes del poder en Kabul -su refugio-, y el ascenso de otros yihadismos más atractivos para las nuevas generaciones, como el del Estado Islámico, cuando ellos no supieron pescar en el río revuelto de las guerras de Siria o Irak y se quedaron descolgados de las Primaveras Árabes.
Un contexto “favorable”
El pasado 25 de julio, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas emitía un informe en el que sostiene que “el contexto internacional es favorable” para Al Qaeda, “que pretende ser reconocido nuevamente como líder de la Yihad global”. “La propaganda de Al Qaeda ahora está mejor desarrollada para competir con el Estado Islámico como el actor clave en la inspiración de la amenaza internacional”, añade.
Indica que su amenaza “sigue siendo relativamente baja en las zonas sin conflicto”, pero “es mucho mayor en las zonas directamente afectadas por el conflicto o aledañas”. Es posible, dice su previsión, que se “incube” en estas zonas conflictivas una “capacidad operativa externa” para Al Qaeda -la misma previsión hace para el ISIS-. Las ”áreas de mayor preocupación” son África, Asia Central y del Sur y el Levante.
Para la estabilización de Al Qaeda ha sido importante lo que la ONU llama su “refugio seguro” afgano. El European Eye on Radicalization (Ojo Europeo en la Radicalización, EER, por sus siglas en inglés) ha publicado una valoración sobre cómo queda la organización ahora y constata que “vuelve a tener un estado”, como ocurrió antes de la invasión norteamericana ordenada por George W. Bush. Se ha visto incluso con el escondite donde el dron de la CIA dio con Al Zawahiri: estaba en el exclusivo barrio Sherpur de Kabul y pertenecía a Sirajuddin Haqqani, jefe de la llamada Red Haqqani, miembro de Al-Qaeda y adjunto general de los talibanes.
“Esto destaca nuevamente la naturaleza fluida de la red yihadista en Afganistán, con las distinciones entre los talibanes, Al Qaeda y los Haqqanis siendo más teóricas que reales”, indican sus expertos. “Dondequiera que vayan los talibanes, Al Qaeda estará presente, incluso en su capital. Esto supone un regreso a la situación anterior al 11 de septiembre, donde Al Qaeda tiene el espacio de un estado para establecer campos de entrenamiento y otra infraestructura para planear sus operaciones”, añade.
Según datos de la Inteligencia norteamericana publicados en agosto del pasado año, al caer Kabul, el grupo islamista tiene entre 200 y 500 miembros sólo en la provincia de Kunar, de donde nunca pudo ser erradicado, dispuestos a crecer con la condiciones propicias que se esperan.
Naciones Unidas sostiene que “no se considera que Al Qaeda represente una amenaza internacional inmediata”, citando precisamente el hecho de que “actualmente no desea causar dificultades o vergüenza internacional a los talibanes”, con el fin de mantener su apoyo. Sin embargo, no está claro cuánto durará este cálculo, dicen el EER. Los talibanes están, dice, “claramente avergonzados y molestos” de que EEUU haya matado a Al Zawahiri en su territorio por lo que “si Al Qaeda elige tomar represalias contra EEUU, parece poco probable que los talibanes los detengan”.
No obstante, ha habido también especulaciones sobre si los actuales gestores de la República Islámica de Afganistán habrían suministrado a la CIA información de dónde vivía Al Zawahiri, en un intento de ponerse a bien con Biden, angustiados como están por la falta de reconocimiento internacional tras su toma de Kabul, el 15 de agosto del año pasado. No ha habido pruebas de esto y formalmente el Gobierno ha dicho que se había “violado” su soberanía con un ataque extranjero.
La estrategia por venir
Al Qaeda se ha centrado menos en los últimos tiempos en los ataques extranjeros, pero en 2019 el grupo demostró que todavía estaba dispuesto a llevar a cabo tales operaciones, dirigiendo un ataque terrorista en una base militar en Pensacola, dentro de EEUU; un cadete saudita mató a tres estadounidenses. Naciones Unidas, en su reporte del Consejo de Seguridad, duda de la capacidad de la organización para lanzar ataques en Occidente, pero dependerá en gran parte no sólo de su capacidad operativa y de efectivos -matar es muy fácil, eso está claro- sino de las órdenes del nuevo líder por venir, si quiere profundizar en una internacionalización y, también, en una venganza por el nuevo asesinato de su líder. Algunas intentonas podrían ser “más frecuentes”, dice el EER.
Al Qaeda también podría inspirar más ataques acometidos por lobos solitarios en el próximo período. El Estado Islámico actualmente mantiene un perfil más bajo, hundido su califato en 2019, y se lame las heridas, trata de recomposerse, “lo que le da a Al Qaeda la oportunidad de promover la propaganda de que su camino yihadista es más efectivo”. Con la desaparición de Zawahiri, “se podría permitir que un líder más carismático asuma el cargo y que sea más capaz de convencer a la gente de (su) mensaje y hacer que actúen en consecuencia en los países occidentales y otros lugares del mundo”, constata.
Otra cosa es si se mantiene e incluso potencia su estrategia más localista. En este caso, “las circunstancias son ampliamente favorables” para ellos. La pérdida de Zawahiri no afecta seriamente a los afiliados, porque “su función era brindar orientación estratégica, no instrucciones del día a día, y a menudo era difícil para los emires regionales ponerse en contacto con él, especialmente para asuntos urgentes”. Los grupos siguen siendo fieles a una filosofía, y en este extremo la fidelidad es alta, coinciden los expertos europeos y los de la ONU.
“Supo mantener el cetro ideológico de la yihad global y ha conseguido que las franquicias de Al Qaeda permaneciesen fieles a la marca original, incluso durante un periodo de apogeo y de mucho atractivo por parte del Estado Islámico”, explica Sergio Altuna, investigador especializado en islamismo, a la Agencia EFE. Especialmente serias son las fidelidades que guarda en Afganistán, Pakistán, la Península Arábiga, el Magreb, el Sahel y Oriente Medio. Medio mundo por explotar. Hay zonas especialmente buenas para el cultivo de su ideología: la continua agresión de los hutíes de Irán en Yemen perpetúa la guerra en ese país, que Al Qaeda puede seguir explotando, y en África, las acciones directas de Rusia, así como la incertidumbre económica creada en Ucrania, “crean condiciones inestables en las que florece el yihadismo”, añade el observatorio.
Estados Unidos ha avisado a sus ciudadanos de que se preparen ante eventuales ataques tras su ajusticiamiento en Kabul, pero a la vez lanza el mensaje más tranquilizador de que ha eliminado en unos años a los principales líderes de Al Qaeda y que las capacidades operativas de los operativos y de líderes restantes para llevar a cabo un ataque de la magnitud del 11 de septiembre se han visto notablemente disminuidas.
Según un exfuncionario del Centro Nacional Contra el Terrorismo de EEUU, citado por The Washington Post, “Al Qaeda está en crisis, aunque el grupo utiliza la propaganda en las redes sociales para inspirar movimientos yihadistas”. “Sobrevivió después de Osama gracias a las habilidades organizativas de Al Zawahiri. Ahora, con su muerte, la desaparición del grupo parece tan probable como posible su reactivación con un nuevo líder carismático a la cabeza”.
El sucesor
En agosto de 2020, EEUU mató en las calles de Teherán a Abdullah Ahmed Abdullah, en una operación secreta. Era el número dos de Al Qaeda y tenía trayectoria, seguidores y condicionantes -era el padre de Miriam, viuda de Hamza, hijo de Bin Laden, igualmente asesinada en el mismo ataque-. Pero ahí acabó su futuro. Ahora son dos los nombres que más suenan, citados expresamente por la ONU, por el EER y por la Inteligencia de EEUU: son el egipcio Seif al Adl y el marroquí Abdelrahman al Maghrebi -yerno de Al Zawahiri-, siguiendo la línea de antigüedad de la organización. Tras la eliminación de Bin Laden, los islamistas tardaron tres meses en anunciar su nuevo mandatario.
Lo más notable es que tanto Al Adl como Al Maghrebi están en Irán, con los chiíes, la rama no mayoritaria en el Islam, enemistada con los suníes, mayoritarios. Eso puede ser un problema, confiesa a EFE en el mismo informe el analista en yihad y conflicto contemporáneo para el International Crisis Group Jerome Drevon. Eso puede crear incluso “fricciones” en el seno de Al Qaeda, afirma.
El European Eye on Radicalization rebaja este conflicto, porque sostiene que “ha sido muy claro, durante mucho tiempo, que Al Qaeda y el régimen clerical de Irán tienen una relación de cooperación, basada en un odio mutuo de Occidente”, que está por encima de la cuestión religiosa. “El adjunto de Zawahiri antes de Al Adl fue Abu Muhammad al Masri, quien fue asesinado en Teherán por Israel en agosto de 2020. La mayoría de los líderes militares y religiosos de Al Qaeda han estado en Irán, a salvo de los drones estadounidenses, durante 20 años”, precisan. Desde allí han orquestrado buena parte de sus últimos atentados.
Altuna añade que Al Adl y Al Maghrebi aparecen como los nombres “clásicos” en la línea de sucesión, pero la elección de cualquiera de ellos “tendría un impacto enorme y suscitaría un debate sobre qué han hecho durante todo este tiempo y qué consecuencias ha tenido su relación con el régimen de los ayatolá en su ideología”. “Este componente chií sería complejo de gestionar por la organización”, apunta. Por ello, asegura que es posible que se produzca “un primer cambio generacional” en la organización: “El debate existe en el seno de la militancia y eso llega cuando la base no conecta especialmente con estos militantes jóvenes que abrazan la ideología”.
Al Qaeda, la mande quien la mande, sobrevivirá a la muerte de Al Zawahiri, como sobrevivió a la de Bin Laden. Unos talibanes al mando en Kabul, nuevos y fuertes lazos en Pakistán e India y sus filiales africanas robustecidas le garantizan el futuro inminente, pese a todas las dudas que ahora arrastra sobre el porvenir, su orientación y su liderazgo. El golpe ha sido duro y, sin duda, tendrá hondas consecuencias.