Al jefe que me pidió que no contratara a mujeres: no nos subestimes
Antes de ser madre en 2010 estuve varios años trabajando como comercial de productos sanitarios. Se trata de un mercado muy competitivo, lleno de personas apasionadas ansiosas de ganar dinero y subir la escalera corporativa. Y mi caso no fue distinto.
Mi carrera lo era todo para mí: era mi identidad. Yo era quien quería ser y me apasionaba la idea de tener éxito. Con el tiempo, conseguí ascender y estar cada vez más cerca de un puesto directivo. Era genial, era lo que siempre había querido y mi próximo objetivo profesional.
Antes de la entrevista para ese puesto, hice los deberes. Llena de entusiasmo, hablé con otras personas en puestos directivos que tenían una idea clara de dónde me estaba metiendo. Quería recibir feedback sincero con el objetivo de prepararme para la entrevista y saber qué podía esperar de este trabajo. Me dieron muy buenos consejos sobre cómo dirigir empresas, gestionar el equipo de ventas, contratar y despedir personal. Parece bastante básico, ¿verdad? Lo era, hasta que un día tuve una conversación que me sorprendió bastante, y que me sigue chocando a día de hoy, sobre todo porque ahora soy madre.
Un directivo me aconsejó no contratar a mujeres como personal de ventas. Con los ojos como platos, le pregunté por qué. "Yo soy mujer, ¿por qué no iba a contratar a otras mujeres?", inquirí.
"Porque tienen hijos y esas cosas, y al final no hacen su trabajo", contestó.
Este directivo no solo me aconsejó que no contratara a mujeres, sino que también me confesó una regla secreta entre los empleadores. En ese momento me vinieron a la cabeza la cantidad de desafíos a los que me iba a tener que enfrentar, porque yo sabía que llegaría un día en el que iba ser madre y no quería dejar de trabajar.
Sin embargo, lo conseguí. Obtuve el puesto y tuve un bebé.
Puedo asegurar que ser madre me ha hecho mejorar en mi trabajo y en mi carrera profesional. Para nada ha convertido en una persona laxa o que no tenga las cosas claras. De hecho, gracias a la maternidad soy más asertiva y decisiva, así como más estratégica y reflexiva respecto a mi trabajo. Cuando se tienen hijos, las madres se ven obligadas a mejorar todas estas habilidades. Hablando con algunas amigas que también son madres y trabajan, me aseguraron que han percibido lo mismo.
A continuación expongo cinco motivos por los que ser madre mejora el desempeño en el trabajo:
Gestionan mejor el tiempo
Cuando se tienen hijos, la gestión del tiempo lo es todo. Básicamente, se aprende a ser más organizada y que no se tiene el control sobre todo. Las madres se ven obligadas a prever los acontecimientos, estar listas para gestionar posibles desastres o lo que sea que pueda deparar el día. Por ejemplo, tienen que compaginar las clases de ballet, los partidos de fútbol, un hijo enfermo, la mascota en el veterinario, el marido de viaje, una reunión con el jefe y una fecha límite en el trabajo a la vuelta de la esquina. De no ser por una gestión adecuada, esto daría lugar a un caos absoluto.
Hubo un momento en mi vida en el que todos estos elementos me habrían sobrepasado por completo o, directamente, me habría dado al vino. No obstante, estas circunstancias me enseñaron a gestionar el tiempo de forma más eficaz, lo cual también es aplicable en el mundo laboral, porque nuestra mente se entrena para pensar antes de tiempo. Y así continuamente. Aunque he de admitir que, en ocasiones, sí que me sirvo una copa de vino, pero a la par aprovecho el tiempo.
Desarrollan 'tolerancia cero'
Las madres no toleran las tonterías. Al fin y al cabo, deben distribuir su tiempo de forma distinta, y esto implica que no disponen de tiempo para lidiar con absurdeces respecto a los niños.
Con sus hijos, las madres no toleran acciones como el acoso o robar, así que en el trabajo las toleran menos aún. En el ámbito laboral, esto se traduce en que las madres saben anticiparse a los problemas, por tanto, tienden a mantenerse al margen de discusiones sobre las políticas de la oficina, afrontan los desafíos del trabajo con eficacia y llegan a acuerdos con elegancia.
Son más comprensivas
Una madre es una persona comprensiva. Es decir, incluso aunque su hijo le escupa la comida, llore desconsoladamente o esté cambiando un pañal sucio, le quiere con todo su corazón. No importa lo difícil que sea la situación, aprenden a lidiar con ella y a seguir adelante.
Y, una vez más, esto puede aplicarse al ámbito laboral. Una actitud comprensiva mejora las relaciones de trabajo, la confianza y el rendimiento en la oficina. Cuando los empleados se sienten seguros, en un entorno de confianza y sienten que sus compañeros se preocupan por ellos de forma personal y profesional, aportan más a la empresa.
Son personas más centradas
Las madres trabajadoras suelen pasar menos tiempo con sus hijos. Es así, aunque no les guste. El trabajo puede implicar viajar, participar en conferencias o en comidas de negocios. Por tanto, las madres no pueden acudir siempre a los actos de la escuela, ver los conciertos de piano o simplemente mantener una conversación en el coche de camino al colegio.
Así pues, en el trabajo, las madres se centran mucho más en sus objetivos y tareas. Precisamente porque pasan más tiempo fuera, aprovechan el tiempo al máximo para que, cuando lleguen en casa, el tiempo ahí sea de calidad. Las madres no quieren que el trabajo interfiera en la relación con sus hijos. Como consecuencia, estas mujeres terminan los proyectos pronto, están perfectamente preparadas para futuras reuniones y son más organizadas.
Además, las madres son expertas en resolver problemas. Son personas a las que no les queda otra que pensar de forma estratégica continuamente. Son capaces de aplicar esta forma de pensar en los ámbitos familiar y laboral. Por consiguiente, las madres son muy eficientes y productivas. Esto no solo resulta favorable para la empresa, sino que también les ayuda a alcanzar sus objetivos profesionales y a crecer personalmente.
Dominan el estrés
Un tema muy común para todas aquellas madres que buscan conciliar el trabajo y la maternidad es el elevado nivel de estrés. El estrés puede desencadenarse en casa y en el trabajo, y a veces parece ineludible (hablo por experiencia propia). Pero también puede ser el factor subyacente que determine la alta efectividad, la concentración y la capacidad de enfrentar los problemas.
Por sorprendente que parezca, vivir con estrés continuamente me ha ayudado a aprender a gestionarlo. Ahora soporto mucho mejor el estrés y soy más paciente. En casa, ya no me da un ataque cuando veo que los niños han estampado las oreos contra una silla blanca, y mantengo la calma cuando se aproxima una fecha límite o cuando estoy hablando con un jefe enfadado. Me ha enseñado a lidiar con el estrés en el trabajo de forma cuidadosa y paciente y a salir airosa de las situaciones.
Así que, a ese jefe que me dijo que no contratara a mujeres y a sus colegas que piensen igual, me gustaría decirles que nunca subestimen la fuerza de una mujer.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.