Ahora y siempre, cultura
Ahora que estamos confinados se evidencia lo que aporta la cultura en nuestras vidas.
Son los momentos críticos los que hacen emerger quiénes somos, nuestros deseos, nuestros límites y arrojan luces diferentes sobre lo que vemos todos los días. En eso consiste entre otras cosas el arte y la cultura: interrumpir lo ordinario, desplazar el punto de vista, poner determinadas palabras, y no otras, a sentimientos comunes. En eso está consistiendo también la crisis sanitaria actual, en general, -por descontado y desde la solidaridad con los enfermos, fallecidos y sus familias- y también, en particular, en el sector cultural.
Por un lado las instituciones se están poniendo las pilas, reinventándose y haciendo de la necesidad virtud. Explicaciones virtuales de cuadros como ha puesto en marcha el Museo del Prado, conciertos online como el del festival Yo Me Quedo En Casa, o plataformas como la Teatroteca del INAEM y muchas otras. Algunas nacen ahora, otras ya existían y ahora es cuando se dotan de visibilidad. Queda, por supuesto, mucho por explorar, pero se está avanzando en situación de necesidad en algo que debería ser norma: sacar la cultura de sus espacios habituales, sacarla de las paredes que normalmente la separan de nuestra vida cotidiana y meterla en nuestras casas, con formatos insospechados, en momentos intempestivos y, sobre todo, quitándole su aureola sagrada. Esto nos ha traído la crisis del coronavirus y esto debería quedarse entre nosotros como un nuevo modo de hacer.
Por otro lado, este es un momento muy oportuno para tomar conciencia, reconocer y agradecer el trabajo de los profesionales de la cultura y de los creadores que están haciendo que nuestro confinamiento sea más llevadero mientras leemos, escuchamos música o vemos series. Esos productos que hacen que nuestro tiempo transcurra de modo más amable los inventan, pergeñan, dan forma y producen personas -habitualmente en condiciones precarias- que se merecen una atención y respeto social semejante al de quienes cuidan nuestra salud, nuestra educación y nuestro estómago. En tiempos de crisis y fuera de estos. Son, además, trabajadores de un sector que se está viendo profundamente dañado con lo que está sucediendo. No es ni de lejos el único, pero sí suele ser uno de los más olvidados. Es, por lo tanto, importante, agradecer e ir pensando y poniendo en marcha medidas similares a las que anunció el gobierno alemán o las que ya han sido propuestas por distintos agentes del sector.
Por último, la cultura como lo común. Hay un vídeo que ha producido mucha emoción, aquel en el que se ve a vecinos/as napolitanos/as cantando y tocando desde sus balcones para animar los momentos de reclusión doméstica. La música como una manera de estar juntos. También en Madrid, ahora que el sol acompañaba, han proliferado los conciertos desde terrazas y azoteas y los cánticos compartidos de ventana a ventana. La cultura como aquello que nos ayuda a superar situaciones complicadas, nos conforta, nos hace disfrutar, reír y mirar con alegría la vida incluso en sus momentos más difíciles: para cercar las epidemias en el corazón, la emoción de la cultura. De esto nos damos cuenta ahora, en situación de excepción, pero la cultura está siempre ahí para hacer(nos) común.
Lo sabemos, son los momentos complicados los que nos permiten darle valor a aquello a lo que no se lo damos habitualmente; por ejemplo, cuando falla la salud o cuando perdemos a alguien a quien queremos, de ese quiebre emerge una verdad a la que ya no podemos no serle fieles. Ahora que estamos confinados se evidencia lo que aporta la cultura en nuestras vidas. Nunca es mal momento para darse cuenta, hacerlo ahora es ya un paso para que, cuando en un futuro estas semanas queden en el recuerdo, seamos capaces de cuidarla y valorarla. Acumulemos imaginación, historias, músicas y emociones...no solo papel higiénico. Ahora y siempre, cultura.