Los sutiles signos de ahogamiento a los que todos los padres deben prestar atención
"Un ahogamiento es muy silencioso y muy rápido. Si no estás atento, es difícil que te des cuenta”.
La segunda causa de muerte accidental en niños de uno a cuatro años es el ahogamiento. La mayoría de los niños menores de seis años que se ahogan en una piscina no deberían estar en el agua, y menos sin vigilancia constante, asegura la pediatra Sarah Denny, portavoz de la Academia Americana de Pediatría y exsocorrista.
“Sabemos que a esta edad son movidos, enérgicos y curiosos, pero no tienen ningún sentido del peligro”, advierte Denny.
Con el inicio de la temporada de piscina y playa, también aumenta el número de niños que se ahogan: dos tercios de las muertes por ahogamiento de niños se producen entre mayo y agosto.
Para mantener a tus hijos a salvo, olvida lo bien que crees que nadan tus hijos y cómo crees que pedirían ayuda si les pasa algo en el agua. Estas son las señales de peligro a las que hay que prestar atención y los mitos falsos sobre los ahogamientos.
Si te das cuenta de que un niño que normalmente habla mucho está muy callado, comprueba cómo está. Por desgracia, los ahogamientos suelen producirse cuando los adultos que están cerca no se enteran de que el niño está en peligro.
En una encuesta realizada en 2016 por Safe Kids Worldwide, cerca de la mitad de los padres estadounidenses de niños pequeños dijeron que creían que si su hijo se estaba ahogando cerca, escucharían chapoteos, llantos o gritos.
Pero muy a menudo, el ahogamiento se produce en silencio.
“Las personas que se están ahogando rara vez gritan o agitan los brazos para pedir ayuda, porque están dedicando su energía a tratar de mantenerse a flote”, afirma Chris Brewster, antiguo jefe de socorristas en San Diego (Estados Unidos).
Denny corrobora que es mucho más común que los niños se ahoguen en silencio.
“Solo intentan sacar la boca del agua. No les queda energía para agitar los brazos o gritar”, explica. “Un ahogamiento es muy silencioso y muy rápido. Como antiguo socorrista, puedo asegurarte que si no estás atento, es difícil que te des cuenta”.
Por eso es tan importante mantener el contacto visual con los niños y estar a un brazo de distancia de ellos en el agua en todo momento, como recomiendan múltiples guías de seguridad acuática.
Mucha gente se imagina el ahogamiento en los niños como una lucha muy obvia y escandalosa por mantenerse a flote. “El problema es que puede suceder en un lapso de tiempo muy breve”, advierte Brewster.
Denny explica que algunas señales sutiles de ahogamiento también pueden ser una mirada de pánico y un balanceo hacia arriba y hacia abajo en el agua.
Otras señales pueden ser una mirada desenfocada, ojos cerrados, hiperventilación, boca a ras del agua, el pelo sobre los ojos, una persona en posición vertical que que parece estar subiendo una escalera invisible, etc.
Una desaparición repentina también es una alerta roja. Si no encuentras a un niño y estás cerca de una piscina, un lago o el mar, revisa el agua lo antes posible.
Incluso si la piscina está a la vista, no des por sentado que verás claramente si hay una persona sumergida.
“La gente cree que se puede ver fácilmente a las personas bajo el agua, pero debido a la refracción de la luz, al viento si es una piscina exterior, o al reflejo de un foco si es una piscina interior, puede ser muy difícil ver debajo del agua”, asegura Brewster.
El paso más importante y eficaz para reducir los ahogamientos mortales es evitar que los niños acaben en este tipo de situaciones peligrosas.
1. Asegúrate de que hay alguien vigilando (de verdad) en la piscina o en la playa
“Cuando todo el mundo vigila, nadie vigila”, dice Denny. “Esto sucede continuamente: un grupo de adultos está alrededor a lo suyo y un niño se ahoga. No es culpa de nadie en concreto; todo el mundo daba por hecho que alguien, de entre todos, estaría vigilando”.
El que vigila no debe estar bebiendo ni distraído (con un libro o un móvil) aunque haya un socorrista presente. Su trabajo no termina hasta que la gente está fuera del agua o hasta que cede sus responsabilidades a otra persona.
Para evitar el aburrimiento, la organización Safe Kids Worldwide recomienda establecer turnos de 15 minutos antes de pasar la responsabilidad a otra persona.
2. Pon vallas
No dejes que los niños pequeños se caigan por accidente al agua por corretear donde no deberían. En el caso de los niños que no saben nadar y de los que aún no deberían estar solos en el agua, “el problema no suelen ser los indicios de ahogamiento”, dice Brewster: “En ese caso, lo más importante es asegurarse de que la piscina esté vallada”.
Para evitar que los niños se metan en la piscina sin la supervisión de un adulto, los expertos en seguridad recomiendan una valla que rodee todo el perímetro de la piscina con una puerta cerrada.
3. No des por sentado que un niño no puede ahogarse solo porque sabe nadar
Sí, las clases de natación reducen las posibilidades de que un niño se ahogue, pero no son una garantía. El 60% de los padres encuestados por Safe Kids Worldwide aseguran que no se preocuparían tanto de que su hijo se pudiera ahogar si hubiera recibido clases de natación.
Que un niño nade bien en una piscina no significa que vaya a nadar igual de bien en un lago o en el mar. Además, tras las cuarentenas por la pandemia, un niño con poca experiencia puede haber olvidado cómo nadar, avisa Denny.
“Muchos niños llevan más de dos años sin ir a clases de natación por la pandemia. Puede que no tengan la misma destreza que en veranos anteriores”, comenta, señalando que es clave ser realistas con las habilidades de natación de los niños, ya que los más pequeños tienden a pensar que nadan mejor de lo que lo hacen.
4. Aprende a hacer una RCP
Si eres la única persona adulta que hay, saber hacer una reanimación cardiopulmonar (RCP) puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte del niño.
“Está demostrado que conocer la técnica de RCP mejora las probabilidades de supervivencia en los niños”, expone Denny. “Incluso si no sabes cuánto tiempo lleva la persona ahogándose, empieza de inmediato”.
Busca cursos en tu ciudad, o consulta con la Cruz Roja para aprender a hacer la RCP.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.