Agosto en la ciudad: menos coches, ruido y polución, y mucha naturaleza por descubrir
La ciudad también aloja pequeños vergeles botánicos y ríos con más vida de la piensas.
Es agosto y te ha tocado, por gusto o por obligación, quedarte en la ciudad. Piensas que entre tanto asfalto tienes vetado el acceso a una naturaleza límpida entre bosques, ríos, costas y montañas. No es tan así. Sin necesidad de recurrir a mercados medievales, zoológicos ni parques temáticos, comprobarás que la ciudad también aloja aves rapaces, pequeños vergeles botánicos y ríos con más vida de la que te piensas.
De entrada hay que decir que, especialmente en grandes ciudades como Madrid y Barcelona, en agosto hay menos tráfico motorizado y, por lo tanto, menos contaminación acústica y atmosférica. Además, con menos motores en marcha se percibe un ambiente más relajado, sin prisas, sin agobios, ideal para pasear y contemplar aquellos rincones naturales que pasan desapercibidos en la vorágine de la vida diaria cotidiana.
Por este motivo, los primeros puntos a recomendar son los centenares de parques y jardines urbanos que se reparten por las ciudades más populosas de España. Es momento de sumergirse a fondo en El Retiro o la Casa de Campo (Madrid), Montjuïc y la Ciutadella (Barcelona), María Luisa (Sevilla), Labordeta (Zaragoza) y Campo Grande (Valladolid), entre otros. En ellos conviene rastrear a fósiles botánicos vivientes con parientes que convivieron junto a los dinosaurios, como el Ginkgo biloba, o decenas de especies de aves que van más allá del gorrión y la paloma.
Los cauces fluviales urbanos, en proceso de renaturalización en algunos casos (río Manzanares en Madrid) y de limpieza a fondo en otros (ría del Nervión en Bilbao), permiten que la vida salvaje fluya tanto entre la vegetación acuática como entre la comunidad de aves. Las zonas verdes que escoltan al río Guadalquivir en Sevilla, especialmente el parque del Alamillo, también hay que apuntarlos para paseos en las horas menos calurosas del día. Y lo mismo para los siete kilómetros de los jardines del Turia en Valencia, aunque sea sobre su cauce original seco, ya que se le desvió por uno artificial al sur de la ciudad.
Hay vergeles urbanos que, incluso en las horas más calurosas del día, funcionan como aparatos naturales de aire acondicionado. Es el caso de los jardines botánicos, donde la profusión de plantas y grandes ejemplares de árboles añosos aportan sombra constante y un microclima reparador. Casi cada ciudad tiene uno, pero nos apuntamos el Real Jardín Botánico en Madrid, Marimurtra en Girona, Històric en Barcelona (en la montaña de Montjuïc), Universitario en Valencia y el Histórico-La Concepción en Málaga.
En todas estas zonas verdes proliferan las aves, pero también más allá de aquellas. De hecho, en pleno asfalto, en edificios de gran altura, habita el animal más veloz del mundo. Sí: sin salir de la ciudad ni ir a África o Sudamérica, Madrid y Barcelona albergan nidos de halcón peregrino en su meollo urbano. Se les ve sobre todo en plena época de reproducción, hasta finales de junio, pero no es raro toparse con alguno en estos días. A ellos se unen cernícalos vulgares, milanos reales y negros, y busardos ratoneros, todas aves rapaces de posible localización en plena ciudad.
Será más fácil dar con el halcón peregrino en Barcelona, ya que los acantilados de la montaña de Montjuïc sobre el Mediterráneo son también hábitat para la especie, y en otras ciudades pegadas al mar. En general, todas las áreas urbanas con costa suman un aliciente natural más. Ya hemos citado a Barcelona, Málaga, Valencia o Bilbao, pero no hay que olvidar, en el norte, a Vigo, A Coruña, Gijón o Santander. Poco o nada hay que alejarse de ellas para dar con gaviotas, cormoranes, limícolas, espátulas, ánades...
Todo esto da de sí la naturaleza urbana al aire libre, pero conviene anotar que hay museos de ciencias naturales, de zoología, de geología e incluso tecnológicos (casi siempre con acogedores jardines a su vera) que bien merecen una visita. Tampoco hay que desechar la idea de coger la bicicleta, el metro o un bus urbano y llegar a espacios naturales cercanos a las grandes urbes, como el Parque Natural de la Albufera de Valencia, el Parque Regional del Sureste en Madrid o el delta del Llobregat en Barcelona.
Y para cerrar, y ya que estamos sentados en el sillín, nada mejor que rizar el rizo de la apuesta natural y visitar a pedales espacios urbanos generosos en fauna y flora. Entre otros, los ayuntamientos de Sevilla, Barcelona, Madrid y Donostia/San Sebastián desglosan en sus páginas web aquellos itinerarios con perfiles donde domina la biodiversidad urbana, especialmente centrada en parques y paseos fluviales y marítimos.