Aburrimiento y capitalismo
Este mes he tenido dos experiencias formativas muy divertidas. La primera es ver el documental largo de HBO sobre la vida de uno de los cómicos americanos que más he admirado en las últimas décadas, Los diarios zen de Garry Shandling. Esta película pretende resolver uno de los misterios más enigmáticos de la vida de Shandling: el hecho de que, después de escribir, dirigir y protagonizar The Larry Sanders Show – que hoy en día se considera un hito de la cultura posmoderna (y que yo considero prácticamente la mejor serie de comedia de toda la historia), no volvió a producir nada durante el resto de su vida. ¿Cómo es posible que una mente tan fecunda, original e innovadora pueda pasar los últimos 20 años de su vida prácticamente sin hacer nada, y dedicándose a una serie de pasatiempos aparentemente tan aburridos (boxeo, yoga, meditación, psicoterapia estadounidense)?
La segunda experiencia cultural importante que he tenido este mes es leer el nuevo libro brillante y precioso del filósofo de arte madrileño Daniel Lesmes: Aburrimiento y capitalismo en la escena revolucionaria, Paris 1830-1848 (Pre-textos, 2018). Este libro, que me gustaría considerar aquí, me ha proporcionado otra perspectiva sobre los años finales de Shandling. ¿Por qué?
Diría que el elemento teórico central del libro de Lesmes es su análisis de la relación entre el aburrimiento y la nada (o el vacío). Para él, el aburrimiento – que llama, por razones técnicas, ennui - representa algo como una trinchera al borde de la nada. Es por ello que lo compara con la pulsión de muerte de Freud, que describe un impulso oscuro por parte de los seres humanos de no existir - o de ser nada -, que se expresa en aquella especie de inercia activa que Freud llama la compulsiónderepetición.
Puede deducirse que para Lesmes, el aburrimiento es un fenómeno ambiguo. Por un lado, se adhiere a la nada; por otro, representa una energía psíquica irreductible. Dicho de otra manera, si la nada representa la ruina de todos los proyectos humanos, lo importante del aburrimiento es que consuma esta ruina pero en el mismísimo momento abre la posibilidad de nuevos proyectos, ya que es en parte una reflexión de las propias capacidades humanas. Como ha dicho el filósofo alemán Walter Benjamin, que es un referente constante para Lesmes: "el aburrimiento es el umbral de grandes hechos". O, para Baudelaire, quien es otro pilar del argumento del libro, "el (aburrimiento) no sólo es algo contra lo que se lucha, sino el terreno mismo en que lo poético puede acontecer", por ponerlo en las palabras de Lesmes.
Quizás es esto, entonces, la solución del enigma de la vida de Garry Shandling. El aburrimiento es en realidad el otro lado de la gran actividad y productividad de las que a veces son capaces los seres humanos. Para escapar de su propia creatividad, Shandling tenía que dedicarse tiempo completo al aburrimiento. Y lo consiguió. Consiguió morir con la dignidad de nunca haber realmente producido nada más. ¿Qué más nos enseña el libro de Lesmes?
La idea de que el aburrimiento lleva todos nuestros proyectos a la ruina conduce al autor a explorar su conexión con las revoluciones. Se enfoca sobre todo en las revoluciones artísticas y su relación con la sociedad capitalista. Su libro cubre el periodo 1830-1848, que es cuando empieza a tomar forma el propio capitalismo (en 1848 se publicó un documento portentoso: el manifiesto del partido comunista), y también cuando surge la confluencia entre el romanticismo y la incipiente industria de la cultura. ¿Cuál es la conexión que Lesmes ve entre la economía moderna y el aburrimiento?
Argumenta que en el periodo en que empieza a tomar forma – real y conceptual – la economía capitalista, el aburrimiento se estigmatiza por asociarse con la pereza, la cual, en una sociedad capitalista, es un pecado fundamental. En esto, Lesmes da la razón a los (proto-)capitalistas. Acepta que el aburrimiento pone fin a toda experiencia acumulada, incluida la acumulación masiva de mercancías bajo el capitalismo. De nuevo, sin embargo, el aburrimiento al mismo tiempo nos permite vislumbrar que las cosas pudieran ser de otra manera.
Aquí surge otra ambigüedad del tema del aburrimiento para Lesmes. Ya es bastante evidente que la producción constante de novedades – de nuevas mercancías - en la economía capitalista es aburrida en sí misma. ¿Cómo entonces puede el aburrimiento radical competir con el aburrimiento banal del capitalismo? Quizás una solución sería la de acelerar el aburrimiento que se encuentra en el mismo sistema, así reduciéndolo a su estado puro. Parece que Lesmes tiene una intuición de esta posibilidad cuando trata el aburrimiento como si fuera un compuesto (y un compuesto explosivo, además). Como lo expresa él, el aburrimiento es un "dolor inventado que contiene todos los dolores reales".
La apuesta de Lesmes aquí parece ser que si esta aceleración pudiera conseguirse, quizás sería también posible vislumbrar – aunque sea de manera fragmentaria - un deseo humano que vaya más allá de los deseos inducidos, de forma repetitiva, por el propio capitalismo. Este otrodeseo podría considerarse, otra vez, un deseo de la nada, en el mismo sentido en que en la Tebas antigua, Antígona cumplió con su deber ético por desear su propia muerte. No hay que olvidar, sin embargo, que en el mismo proceso consiguió arruinar la ciudad opresora, así creando el espacio para otra. Lesmes cree que este tipo de deseo radical es una potencialidad de los seres humanos en general y, de la misma manera, es lo que nos une.
No puedo terminar esta reseña sin mencionar el estilo remarcable del libro de Lesmes. Me parece que hay (al menos) dos maneras de escribir un libro filosófico. La primera podría llamarse intensiva. Implica metaforizar, o condensar, la teoría, para luego poder trabajar sus matices en mucho detalle. La otra podría llamarse extensiva. Implica metonimizar la teoría, o de desplazarla continuamente, para darle otro alcance, otro despliegue. Este libro es del segundo tipo. El argumento es muy alusivo, y la teoría de Lesmes emerge en pinceladas muy finas y cuidadosas, del tipo, quizás, que empleaban los pintores decimonónicos que discute (vale la pena mencionar aquí que las reproducciones de las pinturas en el libro son magníficas). Es un libro lleno de referencias a todo tipo de experiencia cultural, y leer una sola página enriquece enormemente la experiencia del lector.
Mi única duda sobre el argumento de Lesmes concierne precisamente la manera en que conecta la subversión social con el arte, en vez de la política como tal. Cuando habla, por ejemplo, de la manera en que los grandes libros u obras de arte dialectizan el aburrimiento, ¿esto quiere decir que estas formas son únicamente subversivas? ¿Quiere decir que el acto artístico debe considerarse político en sí mismo? ¿O incluso que el arte como tal constituye una rebelión contra el capital? Me parece una conclusión controvertida.
Esto aparte, recomendaría el libro de Lesmes sin reservas, en parte por el interés que pudiera provocar su implicación explosiva: que el aburrimiento es la condición necesaria (aunque sea insuficiente) del cambio social. Además, el autor nos recuerda que los primeros en llegar a esta conclusión eran los artistas y pensadores que eran activos la última vez que se experimentó un gran aburrimiento en nuestro continente, y, posteriormente, un gran cambio social duradero, a saber, en el alba del capitalismo. Quizás nos encontramos en un momento de cambio igual de importante hoy en día.