A mí me va bien, pero España va mal
Entrar en el detalle -¿pero a ti por qué te va mal?- cuando se quejan precisamente los que mejor les va, puede terminar siendo un ejercicio democrático y saludable.
“Qué desastre, España va fatal”. Cada vez que escuchamos este mantra tan repetido en los últimos meses, hacemos la misma pregunta a quien lo suelta: “Y a ti, ¿qué tal te va?”. Respuesta habitual: “A mí bien, pero vamos a la ruina”. Es curioso que se haya extendido la idea de que el país se encamina al apocalipsis, aunque a mí me vaya razonablemente bien.
Sin quitar hierro al asunto, la realidad es que la guerra de Putin en Ucrania está afectando a España menos que al resto de la eurozona, que se prevé que tenga un crecimiento del 0,3% frente al 1,2% que auguran organismos internacionales como el FMI para nuestro país, y que apuntaría una previsión mayor de crecimiento, sino fuera porque la dependencia histórica de la hostelería y el turismo lastró los datos en 2020. Hay frenazo, pero no recesión porque no se decrece, aunque los datos apuntan a los próximos seis meses de estancamiento.
Ahora, los españoles y los turistas se están resarciendo como si no hubiera un mañana. Restaurantes con listas de espera kilométricas, con un aumento de la facturación de un 20% respecto a datos prepandemia, y a la búsqueda desesperada de personal para atender la demanda. Y en las barras, mientras te tomas unas raciones, el inevitable comentario de qué mal va todo. La recuperación récord del turismo sigue en marcha. Las compañías aéreas tienen programados esta temporada un 5% más de vuelos en los aeropuertos de Aena que en el invierno de 2019, un año que se ha vuelto referencia de normalidad y que sirve también para medir una ocupación hotelera superior en muchas zonas de España mayor a la de ese año.
Porque en estos momentos en que la gente te dice: ”¡España va fatal!” se van a aprobar los terceros Presupuestos Generales del Estado. La creación de empleo crece hacía cotas históricas -solo antes de la Gran Recesión, en 2007 había más empleados que ahora- y dentro del contexto de la UE, con una guerra en suelo europeo tan brutal como la lanzada por Putin contra Ucrania, los datos de España hasta en inflación -lo más grave por ahora- siguen estando por debajo de la media.
Como apunta el ex ministro Jordi Sevilla, una de las causas de la tendencia “es que hay medios abonados a difundir el catastrofismo, igual porque vende entre su público”. También dice con ironía que para los economistas, lo racional es ser pesimista, porque si se cumple tu pesimismo eres un genio y si no, nadie se acuerda. “Nos hemos instalado en que la oposición tiene que decir que todo va mal. Eso perturba el debate entre los técnicos. El año que viene la inflación será la mitad que este. El paro no va a subir. Y es la primera vez en la historia económica de España que en un frenazo creceremos más que el resto: 1,2 aquí frente al 0,3 en la eurozona con Alemania en negativo. Son dos realidades estructurales muy importantes. Hay datos y síntomas de que algo ha cambiado para bien y de que España va a resistir mejor que la media europea, aunque es innegable que hay pérdida de poder adquisitivo”.
Repasando los datos de los beneficios de las empresas y de la banca que se están conociendo estos días, y que repercuten en inversores y accionistas, no parece que se vayan a hundir precisamente. El 84% de las empresas cotizadas prevé aumentar sus beneficios al cierre del 2022. Y la inflación suma ya tres meses a la baja, una desescalada que se verá reflejada en los precios.
Puedes estar despotricando contra lo mal que va el país, en una playa de la costa mediterránea, que ve alargada la temporada en sus hoteles gracias al cambio climático y una tercera edad que goza de unas pensiones que no van a disfrutar sus hijos ni sus nietos. O en una terraza de Barcelona o Madrid, donde has tenido que esperar para pillar una mesa con tus amigas.
El hecho es que “se van a aprobar los terceros Presupuestos Generales, cuando hace tres años se decía que un Gobierno de Coalición con Podemos iba a traer las siete plagas de Egipto como mínimo. Si miras alrededor en estos momentos -Italia, Gran Bretaña, Macron y la conflictividad social francesa -aunque es característica de Francia-, estamos bien en términos relativos”, reflexiona Daniel Fuentes, doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de París, ex jefe de Economía de La Moncloa y traductor de Piketty, entre otras muchas cosas.
El derrotismo entre la población
El derrotismo instalado entre la población es uno de los principales problemas de Moncloa, porque vayas donde vayas, ha calado tanto el España va mal, que no hay dato positivo que sirva para planteárselo a quien pronuncia la frase como una lección aprendida de memoria.
“Hemos sobrepasado ya la cifra de ocupados de antes de la pandemia y los contratos indefinidos, lideramos la modernización y la transición energética con el giro de las renovables y, que no se nos olvide, hemos acabado con el problema de Cataluña… se han roto los bloques…Hay que acordarse de lo que fue Cataluña desde el referéndum y Rajoy…¡Madre mía!!!!”, dice Juan Moscoso, jefe de Relaciones Internacionales del CES (Consejo Económico y Social).
Las cosas podrían ir mucho mejor, desde luego. Por ejemplo, Putin podría entrar en razón y buscar una salida negociada al conflicto más grave desde la Segunda Guerra Mundial y la crisis de los misiles en Cuba -para algunos analistas, esta situación es aún peor-, pero eso no está en manos de Pedro Sánchez y su gobierno.
Pacto de rentas
También podrían haberse hecho más cosas. A saber, firmar un pacto de rentas. Para el profesor Daniel Fuentes, “esa ausencia del pacto es lo más notorio desde el punto de vista económico. Si antes del verano hubiese llegado el acuerdo, por ejemplo a tres años, en términos predictivos y de expectativas todo iría mucho mejor”. Fuentes cree que no solo es el cambio de actitud de Antonio Garamendi, el presidente de la CEOE que en unos días afronta su reelección y está sometido seguramente a duras presiones. De hecho, ya le cayeron unas cuantas bofetadas por su actitud moderada en el salario mínimo y la reforma laboral.
Con Alberto Núñez Feijóo, Garamendi se siente más en conexión que con Pablo Casado, al que no tenía un especial respeto, según se recogía claramente en los entornos de la CEOE. Que el liderazgo de Feijóo haya quedado definitivamente socavado por la espantá al acuerdo del CGPJ, tras las presiones de jueces, empresarios y el ala ultra del Partido Popular, es una variable aún sin tiempo suficiente para valorar, pero muy importante.
España va bien, mejor que su entorno, pese a la histeria que ataca a empresarios y banqueros ultramontanos, a los jueces antidemócratas, al PP ultra que representa Isabel Díaz Ayuso y que compite con Vox. La aprobación de los terceros Presupuestos Generales del Estado por un Gobierno de Coalición que todos ellos calificaron de “comunista y bolivariano”, sumado al éxito de la desaparición de Cataluña de la primera línea de los conflictos y lo que hubiera sido esta semana el acuerdo de Renovación del Consejo General del Poder Judicial -como manda la Constitución- era demasiado para esos poderes que no soportan unos años más la presencia de un Gobierno de izquierdas, socialdemócrata y encima, con prestigio en el exterior.
Por eso, entrar en el detalle -¿pero a ti por qué te va mal?- cuando se quejan precisamente los que mejor les va, puede terminar siendo un ejercicio democrático y saludable. Es un hecho que hay que ponerse el casco contra todas las barbaridades que se avecinan de la derecha. En el siglo XXI los golpes ya no los dan necesariamente los militares, hay sectores civiles mucho más preparados y peligrosos por el sigilo con que se deslizan en los pasillos de las instituciones más importantes de la democracia.