A la europea: ¿Por qué la elección de Von der Leyen es una buena noticia?
La elección de Úrsula Von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea ha sido recibida por la mayor parte de la opinión pública como una buena noticia por muchas razones, entre las que se destacan acertadamente que será la primera mujer en ejercer esa responsabilidad, su apoyo a medidas sociales tan relevantes como el reaseguro de desempleo europeo, su compromiso al alza en la lucha contra el cambio climático y, en fin, que se haya evitado una grave crisis institucional en el peor de los momentos, con un Brexit a la vuelta de la esquina probablemente gobernado (es un decir) por Boris Johnson y con Donald Trump haciendo de las suyas.
Sin embargo, no se le está dando la relevancia suficiente a otras razones de calibre para considerar positivo que, aunque por estrecho margen, el Parlamento Europeo le haya otorgado su confianza. Pero conviene no olvidarlas porque, más allá de las orientaciones políticas presentadas por Von der Leyen, representarán el verdadero hilo conductor de su mandato.
La primera de ellas es que ha sido elegida gracias a una amplia coalición en el Consejo y el Parlamento Europeo formada por los partidos políticos que idearon el proceso de construcción europea, lo han gobernado con éxito (más allá de sus evidentes defectos e insuficiencias) hasta la fecha y sin cuyo acuerdo la UE no tendría perspectivas: el popular, el socialista y el liberal. Claro que ha obtenido otros votos, pero ni los ha demandado ni los ha recompensado en su discurso y sus orientaciones, sino al contrario: no los ha querido explícitamente. Conviene que los responsables de esas tres grandes formaciones europeístas cuiden como oro en paño su capacidad para ponerse de acuerdo y enfrentar juntos los avances y los peligros que la UE tiene por delante.
La segunda, su convicción de hacer las cosas “a la europea”, que la nueva presidenta ha definido como ser ambiciosos, no dejar a nadie rezagado y ofrecer perspectivas de futuro. Es decir, un modelo incluyente basado en valores irrenunciables para garantizar derechos. La UE ni es ni quiere ser otra cosa que lo que su historia ha perfilado en una lucha por la libertad y la independencia que Von der Leyen subrayó, al tiempo que recordaba los sufrimientos que su país, con la dictadura nazi, provocó en el continente.
Y la tercera, su apuesta decidida por la profundización política europea, a la que, en aras al pragmatismo, no puso una etiqueta, pero que pasa en su proyecto por la convocatoria de una Conferencia sobre el Futuro de Europa que reunirá a la ciudadanía (vía sociedad civil) y a las instituciones comunitarias durante dos años y que, en buena lógica, terminaría desembocando necesariamente en una Convención Constitucional si se quieren materializar los objetivos que ella misma apoyó claramente: otorgar derecho de iniciativa legislativa y pleno poder de codecisión al Parlamento Europeo, acabar con la unanimidad en políticas climática, energética, social y fiscal o establecer listas transnacionales en las euroelecciones.
Muchas y buenas razones para apoyar a Úrsula Von der Leyen y para esperar ahora una propuesta de colegio de comisarios paritaria y competente, en la que ya sabemos el nombre español: Josep Borrell.
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