'A fuego lento', el libro que ha superado un 'hackeo' y su nexo con 'La chica del tren'
El título de la nueva novela de Paula Hawkins es, literalmente, una metáfora.
Quién le iba a decir a Paula Hawkins cuando tuvo que cambiar el chip porque la novela romántica no le sacaba de los números rojos, que su debut con el thriller La chica del tren (2015) le haría ganar 27 millones de lectores en más de 50 países.
Quién le iba a decir a la periodista zimbabuense de nacionalidad británica que esa historia, la de Rachel, se mantendría durante 100 semanas en la lista de los más vendidos de The New York Times. Quién le iba a decir que eso se traduce en que cada seis segundos se vendía un ejemplar en Estados Unidos, según los cálculos de los agentes literarios.
Con los que se compraron en España (1,7 millones) se podría llenar veinte veces el estadio Santiago Bernabéu. Y todo ello, con la peculiaridad de haber conquistado a los editores sólo con la mitad del manuscrito, porque no lo envió al completo. “Fue una contratación particular porque en una novela negra el desenlace final puede ser crucial para determinar si es un buen libro”, reveló Elena Ramírez, directora de Ficción Internacional de Planeta en una presentación celebrada en Madrid.
Y así llegó A fuego lento
Con semejantes precedentes y expectación, y siendo una de las mujeres más influyentes según la BBC, hay que tener las espaldas bien cubiertas. En su caso, mucho. Después de haber pasado dos años de pandemia encerrada y escribiendo su tercera novela —tras Escrito en el agua (2017)—, intentaron hackear el manuscrito, como ha revelado la editorial.
El proceso para que A fuego lento haya llegado este miércoles a las librerías sin un mínimo spoiler ha estado casi más cifrado que cualquier expediente de la CIA. Una historia sobre su propio libro del que podría salir el argumento para el cuarto, si quisiera.
Hawkins ha encontrado en “las mujeres que no encajan en el patrón de lo que la sociedad espera de ellas” a sus personajes perfectos, como decía en su mensaje a la prensa en el mencionado evento. “Escribo sobre los marginados, sobre los traumas del pasado, sobre los diferentes enfoques con los que se afrontan esos traumas”, explicó.
También le apasiona abordar el asunto de la justicia, “el quién recibe lo que se merece y el cómo debería ser su castigo”. Su mérito, el de haber renovado la novela negra, según los críticos, reside en todo ello: en la construcción de sus personajes, de que tengan tantos matices que hagan imposible que el lector se fíe de ellos, de “jugar con lo que se recuerda y lo que no”, apuntó. Así fue precisamente el caso de Rachel en La chica del tren, una protagonista alcohólica con grandes lagunas mentales.
Son también personajes incapaces de gestionar sus emociones y, para la escritora, en su nuevo libro “Laura es la nueva Rachel”, porque “también tiene una doble faceta y peculiaridades que no impiden empatizar con ella”.
Que la historia se llame A fuego lento tiene todo el sentido: “Slow fire en inglés se refiere a cómo el papel se degrada con el tiempo por la acidificación. El ácido procede del mismo papel [una especie de autodestrucción]. Es una metáfora que enlaza con la carga de sentimientos peligrosos de los personajes, que los pueden llegar a consumir”.
El argumento
El cuerpo de un joven asesinado brutalmente aparece en su casa flotante de Londres. Tres mujeres relacionadas con él son las principales sospechosas: Laura, una chica problemática, solitaria y con una vida desestructurada. Se vio con él la misma noche de su muerte; su tía millonaria Carla, que perdió recientemente a su hijo, y Miriam, su vecina ‘cotilla’ y con una mala experiencia en su mochila, que decide ocultar información a la Policía.
Las tres tienen secretos y rencor. Todas ellas son mujeres prejuzgadas socialmente, otro de los temas fetiche de Paula Hawkins y un nexo más con su primer thriller.
Cómo surge en la mente de Hawkins una historia tan turbia
La autora vive cerca del Regent’s Canal, al norte de Londres. Lo describe como un espacio “típicamente londinense, poco frecuentado por los turistas y de arquitectura tradicional”.
Así, cayó en la cuenta de que “si a alguien se le ocurriera esconder un cadáver en alguna de las viviendas que parecen haber sido abandonadas, podrían pasar días, incluso semanas, sin que nadie lo descubriera”.
La observación y, en este caso, el escenario del crimen, es el punto de partida del tercer libro de una autora que parece no haber tocado techo.