Después de 8 semanas confinados en China, estos son nuestros consejos
Al comienzo de la crisis, erigieron muros alrededor de nuestro barrio y establecieron toques de queda. Cuando salimos a comprar tenemos que fichar con una aplicación móvil.
Nota del editor: los autores de este blog son dos estadounidenses que viven en China. Publican bajo el anonimato debido a los potenciales riesgos que correrían si usaran sus nombres.
Vivimos en China con nuestros hijos y llevamos ocho semanas confinados en casa, teletrabajando y haciendo que nuestros hijos asistan a clases telemáticas debido a la pandemia de coronavirus.
Vemos las noticias y mantenemos el contacto con nuestros amigos de Estados Unidos y Europa. Nos han hecho preguntas sobre cómo hemos llevado la cuarentena y qué pueden esperar ellos a medida que el coronavirus se sigue expandiendo y los países aumentan sus restricciones. Evidentemente, no podemos predecir cómo se van a desarrollar los acontecimientos en todos los lugares y no tenemos soluciones para todo el mundo sobre qué se puede hacer, pero sí que contamos con cierta experiencia para mantenernos relativamente cuerdos y productivos pese a los desafíos que presenta un confinamiento que dura semanas.
Somos profesores en el colegio en el que estudian nuestros hijos. Nuestra ciudad está a cientos de kilómetros de Wuhan, el epicentro de la pandemia. En esta ciudad viven millones de personas y se han detectado unos pocos cientos de casos, pero las restricciones impuestas son enormes.
Al comienzo de la crisis, erigieron muros alrededor de nuestro barrio y colocaron barricadas para limitar las entradas y salidas. Establecieron toques de queda durante los cuales nadie que no viviera en el barrio podía entrar. Nos dieron unos documentos acreditativos que certifican que no hemos salido del país ni viajado por China. Hasta hace poco, los únicos establecimientos abiertos eran las tiendas de comida y las gasolineras. Cada vez que salíamos a comprar comida teníamos que fichar con una aplicación móvil para que el Gobierno supiera dónde estábamos.
Los colegios llevan cerrados desde el Año Nuevo Chino, que fue en enero. Empezamos a teletrabajar a comienzos de febrero y nuestros hijos asisten a sus clases desde la mesa del comedor. El confinamiento inicial estaba programado para dos semanas, pero lo han ido prorrogando hasta marzo. A día de hoy, la fecha del final todavía es incierta. Aunque esto no es estrictamente una cuarentena, sí que hemos estado muy limitados en cuanto a dónde ir y qué hacer, pero hemos tenido tiempo de ajustarnos a un estilo de vida muy distinto y esto es lo que nos ha funcionado a nosotros:
Mucha gente ya trabajaba desde casa antes de la pandemia, pero para nosotros fue algo nuevo y tuvimos que hacer ajustes. Dar clase suele ser un trabajo con mucho contacto humano. También hay mucha gente que escolariza a sus hijos en casa, pero para nosotros fue algo nuevo, además de un desafío añadido a seguir trabajando desde casa.
No tardamos en adaptarnos al Día de la Marmota a medida que los días se fusionaban. Diseñar una rutina estructurada nos ha ayudado. Ponemos una alarma y nos despertamos solamente un poco más tarde de lo que haríamos un día de trabajo normal. Al principio bromeábamos sobre ir en pijama todo el día, pero no tardamos en cansarnos y al final nos vestimos normal.
Hacemos lo mismo con nuestros hijos. Fue importante que comprendieran que esto no son vacaciones. Es verdad que se acuestan un poco más tarde de lo normal, pero una vez despiertos, bajan, desayunan y se preparan en la mesa del comedor para asistir a clase mientras nosotros nos vamos a otra habitación en la que hemos montado nuestra oficina.
Todos los días nos tomamos un descanso a mediodía para comer. Vemos series mientras comemos. En cierto modo, es como cuando nos quedábamos en casa y no íbamos al colegio porque estábamos enfermos. Es un pequeño placer, pero no podríamos hacerlo en circunstancias normales. Pasado ese descanso, volvemos al trabajo.
En cuanto a los niños, ha sido importante poner límites al tiempo que pasan haciendo deberes. Aunque sus profesores les ponen tareas por internet todos los días, es importante comprobar qué tal van. Los deberes pueden extenderse y más de una vez nos hemos encontrado con alguno de nuestros hijos llorando porque le estaba costando más de lo esperado. Sus profesores están haciendo un gran trabajo, pero no siempre es fácil medir el tiempo que le cuesta a un niño que quiere hacerlo lo mejor posible pero no tiene ayuda inmediata ni compañeros en los que apoyarse.
También intentamos dejar de trabajar a una hora razonable. Los niños recogen por la tarde temprano. Como profesores, para nosotros es más difícil. Muchos de nuestros alumnos no tienen unos horarios fijos o han vuelto a sus países de origen y entregan los deberes cuando aquí ya es de noche. Nuestra jornada laboral a menudo se extiende hasta la noche y trabajamos más horas que en un día normal. No hemos encontrado solución, pero las series de televisión son un consuelo.
Al igual que muchos padres, nos preocupamos por el tiempo que pasan nuestros hijos delante de la pantalla, pese a las horas de televisión que pasamos nosotros a su edad. Si dependiera de ellos, no habría un tiempo máximo para jugar a los videojuegos y probablemente pasarían horas y horas chateando con sus amigos y viendo vídeos de YouTube.
En circunstancias normales, ponemos límites y tratamos de animarlos para que hagan algo más productivo. No nos hemos dado por vencidos, pero sí que somos más indulgentes y apreciamos el lado positivo de ciertos videojuegos. Con Just Dance hacen ejercicio. Con Minecraft ejercitan su ingenio. Incluso le encontramos el lado bueno a Fortnite cuando les vemos planificando estrategias con los amigos que hacen por todo el mundo.
Estamos viendo más la tele y Netflix que de normal. Comprendemos que ver la tele no es un consejo útil ni nuevo, pero hemos ampliado nuestros hábitos televisivos. Hemos visto películas de gran calidad (El faro nos pareció especialmente recomendable), pero también realities muy malos y nuestras series favoritas. The Office y Rick y Morty se conservan especialemente bien. Hemos empezado a ver Supervivientes en familia y debatimos quién nos cae mejor.
En un intento de desengancharnos de la pantalla, hemos desempolvado los juegos de mesa. Es muy agradable cómo la mesa en la que hacen deberes se transforma en un lugar para estar juntos. En nuestra defensa, he de decir que todos estamos leyendo más, desde Harry Potter hasta La broma infinita.
La tentación de ver las noticias de última hora es muy real. Es constructivo y es importante que estemos informados, pero si no tienes cuidado, se convierte en un vicio, como tocarse una herida. Además de tener la noticias puestas, antes manteníamos abierto el navegador en el mapa a tiempo real de la Universidad John Hopkins con los casos globales de coronavirus. Al principio intentábamos hacernos a la idea de la magnitud de la epidemia en China y, a medida que en las últimas semanas se ha ido frenando, empezamos a comprobar las cifras globales. Se puede convertir en una espiral perniciosa, ya que empiezas a leer artículos académicos de epidemiología y acabas leyendo sobre conspiraciones. La tentación de intervenir en debates cibernéticos con desconocidos también es muy tóxica.
A veces, esconder la cabeza en la tierra es bueno. No pasa nada por tomarse un respiro. Instagram es un destino excelente para pasarse el rato viendo publicaciones agradables para abstraerse. Nosotros nos hemos enganchado a publicaciones de pasteles (buscad el hashtag #cakedecorating). No os imagináis lo relajante que es ver cómo se sirven las tartas, cómo esparcen la cobertura con la espátula y cómo ponen flores de colores y virutas. Son publicaciones preciosas y no hay discrepancia posible.
Antes de que todo esto empezara, íbamos al gimnasio y hacíamos pesas. Nos fortalecía y era genial para mantener la cordura, pero los gimnasios han cerrado, como todo lo demás, así que dejó de ser una opción.
Al principio nos recomendaron no salir de casa. El virus era muy nuevo y la gente estaba asustada. También hay que decir que hizo frío y estuvo nublado durante gran parte de enero y febrero, de modo que tampoco fue un drama quedarse en casa casi todo el tiempo.
Probamos algunos programas de ejercicios por internet con ejercicios clásicos de calistenia con solo el peso corporal. Encontramos nuestras deportivas antiguas, nos pusimos mascarillas (pese a que no sirven de mucho cuando estás en la calle lejos de las multitudes) y empezamos a correr.
Ahora que las temperaturas van a subir y el gimnasio sigue cerrado, correr se ha vuelto una parte no tan terrible e incluso agradable de la rutina. Cada vez veo a más vecinos en la calle con nosotros (todos con mascarillas y manteniendo la distancia).
Todos hemos pasado rachas (a veces de varios días) en las que sentimos que las cosas van bien y que podemos superar esta situación con paciencia. Y, de repente, aparece cierta preocupación, ansiedad e incluso miedo.
Ese miedo y ansiedad pueden ser leves, como cuando nos estresamos por terminar el trabajo y hacerlo bien, o más graves, como cuando pensamos en las consecuencias que va a tener este confinamiento en nuestros hijos y el miedo existencial que nos provocan las peores previsiones. Todo lo negativo se magnifica cuando sientes que estás atrapado y aislado en tu casa.
Hasta ahora, hemos hecho un gran trabajo sufriendo estas crisis de uno en uno. Cuando uno de nosotros tiene una mala tarde o un mal día en general, los demás somos la voz de la razón. Luego, uno o dos días después, invertimos los roles y la otra persona da el consejo que acaba de recibir.
Si resulta que todo el mundo tiene un mal día al mismo tiempo o si vives solo, a nosotros nos ha venido bien la meditación. También se nos ha hecho más llevadero al mandarles mensajes a nuestros amigos. Seguro que hay alguno que está tranquilo y te puede echar un cable para relajarte. No tenemos por qué superar esto solos.
Lo que antes parecía intolerable ahora se ha convertido en parte del día a día. Todo lo que vemos y leemos nos subraya la importancia del distanciamiento social siempre que sea posible. Hemos de reconocer que aunque se ha hecho difícil y agotador, tembién tenemos suerte de trabajar desde casa y del hecho mismo de tener trabajo, porque sabemos que muchas personas no tienen esa suerte.
Durante la semana pasada ha habido indicios de un cambio de tendencia en China. Ya no se ha informado de casos nuevos en nuestra ciudad. Han empezado a llegar entregas a nuestro barrio y nos hemos enterado de que van a reabrir las tiendas de Apple en China justo ahora que están cerrando en el resto del mundo.
Al mismo tiempo, se rumorea que van a seguir retrasando la fecha de reapertura de los colegios y ya se habla de finales de abril. Sigue habiendo muros y barricadas en nuestro barrio y han impuesto más restricciones a las personas que pueden regresar a China. Hay mucho miedo a que se produzca otro brote de coronavirus y a nosotros nos tienen prácticamente desinformados sobre lo que va a pasar.
Por ahora seguimos tan tranquilos y pacientes como podemos y hacemos lo que está en nuestra mano para mantener la cordura. Les deseamos lo mejor a las personas de todo el mundo que se encuentran en una situación similar.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del ingles por Daniel Templeman Sauco.