70 años de la Declaración de los Derechos Humanos: lo que queda por cumplir
La Carta Magna de todos los hombres y mujeres del planeta ha logrado avances extraordinarios. Pero somos ambiciosos: necesitamos aún más.
El 10 de diciembre de hace 70 años Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, 30 artículos llamados a ser la Carta Magna de todos los hombres y mujeres del planeta. Hablamos del documento más traducido de la Historia (a 500 idiomas, más que la Biblia), tan cotidiano en nuestros días (desde los murales del colegio a los discursos de los políticos), que casi hemos olvidado la revolución que supuso, apenas tres años después de que el mundo se destrozara en la Segunda Guerra Mundial.
La declaración proclamó los derechos inalienables inherentes a todos los seres humanos, sin importar su raza, color, religión, sexo, idioma, opiniones políticas o de otra índole, o origen nacional o social, propiedades, lugar de nacimiento ni ninguna otra condición. La dignidad, la libertad, el respeto al otro. Pasadas siete décadas es obligado celebrar su éxito, que es mucho, pero también ser ambiciosos y hacer una radiografía de lo que falta por cumplir, que es demasiado y urge.
Aquí están, artículo a artículo, nuestras asignaturas pendientes.
¿Fraternidad? Actualmente, según la ONU, hay una treintena de conflictos armados vivos en el mundo. Citemos sólo los diez más graves de este año, a juicio del International Crisis Group: Yemen, Siria, Afganistán, Corea del Norte, la crisis de los roghinyas, el Sahel, la República Democrática del Congo, Ucrania, Venezuela y la pelea EEUU-Irán-Arabia Saudí.
Naciones Unidas ha lanzado hace una semana un llamamiento por 21.900 millones de dólares (algo más de 19.200 millones de euros) con los que busca cubrir las necesidades humanitarias de 93,6 millones de personas en todo el mundo, la mayoría de ellas afectadas por conflictos que se prolongan en el tiempo.
Cada minuto, casi 20 personas son desplazadas como resultado de un conflicto o persecución. El número de desplazados (internos o externos) se acerca a los 70 millones.
La igualdad no es un hecho, pese a los avances. Algunos datos, aportados por Oxfam o el Banco Mundial: el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% del resto del planeta; las mujeres ganan entre 31 y 75% menos que los hombres a causa de la brecha salarial y de otras desigualdades económicas; lo mismo que 10.000 trabajadores de las fábricas textiles de Bangladesh gana en un año el director general de cualquier empresa incluida en el índice bursátil FTSE 100; cerca del 56% de la población mundial vive con entre 2 y10 dólares al día; Botsuana, Surinam, Haití, Honduras y Zambia son los países con más desigualdad económica (no hay norte, no hay occidente en esa lista).
La desigualdad económica es el principal eslabón de una cadena a la que se añaden luego demasiados eslabones: desigualdad de oportunidades, educativa, de género...
Basta con ver el caso de Yemen, donde prevé que el próximo año unos 24 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria y protección, lo que convierte al país sumido en una guerra desde marzo de 2015 en la peor crisis humanitaria actual.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que hay 24,9 millones de personas en el mundo que son víctimas de trabajos forzosos. De ellos, un 15,9 (un 64 %) son víctimas de trabajo forzoso con fines de explotación laboral; 4,8 millones (19 %) son víctimas de explotación sexual y 4,1 millones (17 %) de trabajo forzoso impuesto por autoridades estatales.
Y hasta se les sigue poniendo en la picota en busca del mejor postor. Ocurre aún hoy en Libia, como desveló la CNN. 400 euros vale una persona.
Durante los últimos cinco años, Amnistía Internacional ha informado sobre actos de tortura en 141 países. Y la pena de muerte sigue a la orden del día: durante 2017 se registraron 993 ejecuciones en 23 países y 2.591 condenas a muerte en 53 naciones. Las cifras van bajando, pero siguen siendo escandalosas. Estos son los principales ejecutores.
Este artículo, en apariencia menos claro que otros, consiste en el reconocimiento formal de una persona como tal, por el mero hecho de existir, con independencia de su voluntad, circunstancias o condición, correspondiéndole por ello automáticamente los derechos y deberes que la sociedad define para todos sus miembros. Por ejemplo, en la antiguedad, en muchas sociedades, los esclavos, las mujeres, los niños y los extranjeros no disfrutaban de personalidad jurídica: eran "propiedades" o vivían al margen del sistema de derechos.
En la actualidad, la existencia de las denominadas personas "ilegales" o "sin papeles", o la situación de las mujeres en algunas sociedades, nos recuerda que este artículo en la Declaración dista mucho de verse respetado de forma global: todavía es un objetivo por conseguir de forma generalizada.
Según la ONU, casi 700.000 musulmanes rohingyas han escapado de Myanmar al vecino Bangladesh tras una campaña sistemática de asesinatos (más de mil), violaciones e incendios provocados, una auténtica limpieza étnica. Al menos el 40% de los homosexuales y el 65% de los transexuales de América Latina han sufrido violencia homofóbica, añade la Unesco. Y en EEUU, el 68% de los hombres y mujeres migrantes ha sufrido algún tipo de discriminación. Por poner tres ejemplos.
Siempre que haya, claro, tribunales justos: no es así en Corea del Norte, donde desaparecen los críticos y no tienen derecho ni a un abogado. Ni en la Palestina ocupada, donde Israel aplica la detención administrativa, que permite tener a alguien encerrado indefinidamente sin derecho a representación ni a juicio y sin saber ni los cargos que se le imputan.
Amnistía Internacional o Human Rights Watch denuncian sistemáticamente estos arrestos irregulares en Arabia Saudí (la familia Saud contra los activistas críticos), en Venezuela (contra los opositores al chavismo), en Filipinas (en el contexto de la supuesta lucha contra el narcotráfico), en Rusia o Turquía (contra periodistas críticos con el gobierno...). Hay más casos que artículos tiene esta declaración.
"La justicia es igual para todos". ¿Seguro?
Inocente hasta que se demuestre lo contrario. Es algo que no aplican en los regímenes totalitarios (elige cualquiera, todos coinciden), que aplican prisión inmediata a los arrestados críticos, que niegan visitas, que cercenan derechos de representación por ser "delincuentes". Los macro juicios a supuestos egipcios cercanos a los Hermanos Musulmanes son muestra de ello. Algunos no han tenido ni oportunidad de declarar en su defensa.
Desde la policía de la moral que actúa en Arabia Saudí, Sudán o Malasia por cuestiones religiosas al robo de datos vía redes sociales con fines políticos o comerciales, pasando por empresas que hacen chequeos con detectives sobre la orientación sexual de sus aspirantes. Absolutamente expuestos.
Por eso la UE debate cómo reforzar sus fronteras, las concertinas siguen en Ceuta y Melilla, los muros crecen en Palestina o México... porque todos podemos elegir.
Tomemos sólo los datos de España. Según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), nuestro país sólo ofreció 2017 protección en poco más de una de cada tres solicitudes que resolvió, rechazando un total de 8.675, por lo que se sitúa por debajo de la media europea, 35% frente a 45%, en el reconocimiento del derecho de asilo. Según datos de Eurostat recabados por la entidad, en 2017 de un total de 13.350 resoluciones, se concedieron tan solo 595 estatutos de refugiado, 4.080 reconocimientos de protección subsidiaria y ninguna por razones humanitarias.
Cada diez minutos nace un niño en el mundo sin nacionalidad. Al no estar adscrito a un Estado, se convertirá en apátrida y tendrá que sobrevivir sin la protección y los derechos que concede pertenecer a un país. Es un problema que afecta a 10 millones de personas en el mundo. Los países com más apátridas son Birmania (por la minoría rohingya), Costa de Marfil (por la minoría voltense), Letonia y Estonia (por minoría rusa), y República Dominicana (por los haitianos).
Y, aún así, se calcula que en el mundo hay 700 millones de mujeres que fueron casadas siendo niñas, según Save The Children. Una vez emparejadas, muchas de ellas a la a la fuerza, suelen estar aisladas y ven restringida su libertad. Se convierten en personas invisibles, propiedad de sus parejas y dejan de tener voz y apoyo del resto de la comunidad.
Expropiaciones forzosas en Nigeria por parte de los yihadistas de Boko Haram, en Palestina para ampliar las colonias ilegales en Jerusalén Este o Cisjordania, fábricas nacionalizadas en Venezuela...
Este es uno de los derechos más repetidamente violados. Pagan con su sangre los musulmanes que no comulgan con los talibanes en Afganistán o los cristianos en el pasillo Siria-Irak del ISIS, pelean chiíes contra suníes, los judíos aún sufren el antisemitismo en Europa...
Hablemos aunque sólo sea de quienes tienen en la libertad de expresión la base de su oficio: los periodistas. Según Reporteros Sin Fronteras. 65 fueron asesinados en 2017 por hacer su trabajo. Si se exceptúan los lugares donde hay guerra abierta (Siria, Irak), México es, con diferencia, el peor lugar para ejercer el oficio con seguridad. Otros 179 informadores fueron encarcelados por ejercer su profesión y los secuestrados son hasta 54. El último y sonado caso de persecución ha sido el descuartizamiento del columnista saudí Jamal Khashoggi en Turquía, por parte del régimen de Riad.
De nuevo, la represión de los depredadores de los derechos humanos: ni partidos en China o las monarquías del Golfo, sindicatos cerrados en Rusia, reuniones estudiantiles vetadas en Egipto o Mauritania...
Mandan más o menos los de siempre. Como el poder económico, el poder político apenas se tambalea, pese a la entrada en escena de personajes radicalmente nuevos como José Mujica. Hay colectivos religiosos que no pueden formar parte de la administración y el gobierno de su país, como los rohingyas, que no son considerados siquiera ciudadanos de Birmania.
Sobre las elecciones, las acusaciones de fraude son constantes: sólo este año, ha habido denuncias cruzadas en Venezuela, Colombia, Bolivia, México... Hay aún investigaciones abiertas.
Están en la Constitución española, recién cuarentona, pero son derechos de marco, deseos aún sin cumplir, como el de la vivienda o el acceso a todos los niveles de educativos. La dignidad se logra, así, con una cobertura sanitaria plena, que en nuestro país se acaba de recuperar con el nuevo gobierno socialista, aunque las asociaciones profesionales avisan de la tardanza en su puesta en marcha. Y también eliminando la pobreza: un total de 12.338.187 personas se encontraban en 2017 en riesgo de exclusión en nuestro país, el 26,6% de la población.
En todo el planeta, el hambre creció en 2017 por tercer año consecutivo, hasta afectar a 821 millones de personas en todo el mundo, lo que supone un regreso a niveles de 2010 por factores entre los que destaca la variabilidad del clima.
Miremos sólo a la próspera Europa: la tasa media de paro en la Unión Europea está aproximadamente en el 7%, aunque eso abarca desde el 2,2% de la República Checa al 15,9% de España y el 20,8 de Grecia, cabeza y cola, respectivamente.
En nuestro país, el paro juvenil llega al 34,4%, lo que compromete la autonomía de las nuevas generaciones. El fenómeno del trabajador pobre que tiene empleo pero no llega a fin de mes se ha hecho casi estructural, sin que haya ayudas sociales que palien sus necesidades y sin que aún se haya aprobado un salario mínimo razonable. La brecha salarial entre hombres y mujeres llega ya al 30%.
Precioso, pero irreal. Jornadas a destajo para poder reunir un salario razonable, horas extra sin cobrar, vacaciones de quedarse en casa (una de cada tres familias españolas no pueden permitirse una salida)... Y eso, si hablamos de los problemas del primer mundo y que esta se catalogan con etiquetas en redes sociales como #Precaripedia. Vigilantes, dependientes, cajeros de supermercado, teleoperadores, camareras de piso, trabajadores del hogar... son sólo alguno de los profesionales con peores condiciones en el mercado laboral.
Estados Unidos, Micronesia, Palau, Tonga, Kiribati y Palau no tienen un solo día de vacaciones pagadas al año, mientras que son cinco apenas en Nigeria, China y Filipinas y seis en México, según un estudio de Project Time Off.
108 millones de personas sufren inseguridad alimentaria en el mundo, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Las causas: conflictos armados, los precios de los productos en los mercados locales de los países afectados y las condiciones meteorológicas extremas como la sequía y las lluvias. Otros 2.100 millones de personas carecen de agua potable en el hogar y más del doble no disponen de saneamiento seguro, añaden la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, la Agencia de la ONU para la Infancia.
En el caso de la maternidad, cada año, 2,6 millones de niños mueren sin haber cumplido un mes de vida. Un millón de ellos fallece el mismo día de su nacimiento. La diferencia entre territorios en brutal: un crío de Pakistán tiene 50 veces más posibilidades de morir en su primer mes que uno de Japón. Diariamente mueren además 1.500 mujeres debido a complicaciones del embarazo y el parto, más de medio millón al año. La mayoría, en países en desarrollo. La mayoría, evitables con inversión, medios y cobertura universal.
"Cada día, más de 1.000 millones de niños y niñas de todo el mundo van a la escuela. Tanto si las clases se imparten en escuelas, en tiendas de campaña o bajo un árbol, todas las niñas y niños deben tener la oportunidad de aprender y desarrollar su potencial. La educación es un derecho, no debería ser solo un sueño", recuerda UNICEF. Sin embargo, hay 264 millones de niños que no van al colegio. Casi un tercio de los menores sin escolarizar viven en 35 países afectados por distintos tipos de crisis y apenas el 2% de la ayuda humanitaria se destina a educación. En estados como Siria se ha pasado del 100% de escolarización, la propia de un país culto de Oriente Medio, a que haya 2,8 millones de niños fuera de las aulas por culpa de la guerra.
También aquí hay diferencias entre sexos. 9 de cada 10 niñas completan la escuela primaria, pero solo tres de cada cuatro completan el primer ciclo de la escuela secundaria. Esto significa que unas 132 millones de niñas de 6 a 17 años no asisten a la escuela. Un 75 % de ellas son adolescentes. En los países pobres, la cifra recrudece: menos de dos tercios de las niñas terminan la escuela primaria y solo una de cada tres niñas finaliza el primer ciclo de la escuela secundaria.
En este caso, la brecha es la misma que en el plano económico o el educativo, entre quien vive en el lado bueno y el lado malo del mundo. La cultura tiene un precio y hay que poder pagarlo para acceder a ella.
Y hay legados que se destrozan por las contiendas o peligran en mitad del fuego cruzado (Palmira, los budas de Bamiyan, la biblioteca de Tombuctú), que no pueden visitarse en un cómodo museo. También ay legados culturales arrasados por potencias coloniales, como los de los indígenas de América.
Tampoco, claro, hay ciencia sin medios, y no hay medios sin paz.
El mundo ha tratado de articularse para ello, pero pese a lo mucho logrado, a veces las estructuras quedan huecas, o resultan insuficientes. Aplausos merecen el ACNUR, la OMS, la FAO, UNICEF... y todos los mecanismos internos de las Naciones Unidas, el consejo de seguridad y las asambleas, las ponencias, los tribunales internacionales, los convenios, los protocolos, los acuerdos mundiales. El armazón está, pero su labor no llega a todos los rincones.
Ciudadanos libres, ciudadanos responsables, ciudadanos con plenas capacidades. La carta ofrece derechos pero recuerda también este deber. Imposible es llevarlo a cabo en las dictaduras aún vigentes (China, Cuba, Corea del Norte, Bielorrusia, Tayikistán, Turkmenistán, Gambia, Guinea Ecuatoria...).
La declaración se blindaba como la joya preciada que era y es, el texto que más ha dado a la concordia del mundo, y que hoy están en el corazón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Son 17 metas con las que el mundo trata de hacer la justicia que aún falta.