60 años del grito "¡Yo soy Espartaco!"
Sin España, 'Espartaco' sería importante, pero seguro que no tan recordada.
El grito de “¡Yo soy Brian!”, maravillosos Monty Python, es frecuentemente aludido. Pero cabe recordar que ese célebre grito en La vida de Brian hace referencia al de otra película anterior, absolutamente memorable, Espartaco (Spartacus), de Stanley Kubrick, un cineasta, al menos para mí, de reclinatorio.
Se cumplen sesenta años del estreno de la película de Kubrick, protagonizada y producida por Kirk Douglas, con la Universal, y guionizada por Dalton Trumbo a partir de la novela de Howard Fast. En octubre de 1960 se estrenaba en Estados Unidos, y en diciembre en España. Con minutos cortados, que entonces no se pudieron ver, como aquellas escenas que hablaban de homosexualidad. Y son sesenta años, pero, creo, no ha envejecido nada, sus temas siguen absolutamente vigentes. Sigue siendo un claro símbolo de la lucha contra la tiranía, de la denuncia de la explotación de unos seres por parte de otros.
Cuando Espartaco está aparentemente terminada, a los ejecutivos de la Universal se les antoja que a la película le faltan planos de masas, de acción, y de personajes mundanos. Y ya que entonces Hollywood rodaba en España, plantean venirse aquí para solventar la papeleta. El resultado, escenas emocionantes que engrandecen la película, y una de las batallas más memorables del cine. Todo ello rodado por el propio Kubrick.
Kirk Douglas reconoce en sus memorias sobre el rodaje que sin la parte rodada en España, Espartaco no sería lo mismo: “Todos nosotros, incluida la Universal estábamos deslumbrados. Todo el mundo coincidía en que el dinero extra estaba bien gastado. También creo que este fue el momento en que Stanley Kubrick despuntó como gran director”.
Una larga fila de crucificados frente a un supuesto acueducto romano, en realidad un puente del ferrocarril Madrid-Burgos. Los esclavos pasando por la nieve en Rascafría, por los campos en Venturada, por los pantanos en el arroyo de la madrileña Casa de Campo. Escuchan a su líder por la noche a orillas del mar, pero la supuesta playa marítima es la del rio Alberche, en Aldea del Fresno. Y la batalla. Hasta más de cinco mil figurantes diarios en la Dehesa de Navalvillar de Colmenar Viejo, en aquellos tiempos no había retoque digital. Los soldados de reemplazo, en las cohortes romanas, y los vecinos de los pueblos madrileños, en la masa de insurrectos, no tan ordenados. Sin España, Espartaco sería importante, pero seguro que no tan recordada. Ayudó a su éxito, y el éxito ayudó a difundir, aún más, su mensaje.
La gestación de Espartaco es absolutamente memorable. A través de ella se pueden estudiar las luchas de poder en Hollywood o la caza de brujas, la ideología y la hipocresía. Algo que precisa de su tiempo, recomiendo la lectura del libro Espartaco. El libro del 60 aniversario, recién editado de forma impecable, por parte de Notorious Ediciones.
“¡Yo soy Espartaco!”. El grito por la libertad. Memorable. La película, intacta, vigente. Como los temas que propone, el mundo sigue igual. O casi.