58 años y ningún orgasmo
Las mujeres disfrutamos del sexo sí, pero lo de los “fuegos artificiales”, lo de correrse, todavía es para muchas una asignatura pendiente.
Esta semana en el programa de las citas a ciegas, First Dates, una concursante se atrevió a confesar a toda España y en horario de máxima audiencia la realidad de muchas mujeres: “No he llegado al orgasmo, así de claro, no he llegado a correrme”. Ella lo dijo en tono bajito, con su cuerpo inclinado hacia delante, como si sólo la estuviese escuchando quien le estaba grabando. Pero en ese momento millones de hombres y de mujeres le estábamos escuchando. Y mientras intentábamos tragar ese trozo de sándwich que se nos había quedado en la garganta, unos pensaban ¡pobrecita! y otras se reconocían ¡a mí también me pasa!”. ¡Bravo Lola, bravo!
Lo que le sucede a la protagonista de esta cita no es ninguna rareza, de hecho, es de lo más habitual. Las mujeres disfrutamos del sexo sí, pero lo de los “fuegos artificiales”, lo de correrse, todavía es para muchas una asignatura pendiente. Hace poco retomé el contacto con mis amigas del colegio y tras de 25 años sin vernos, prácticamente de lo único que hablamos fue… de sexo. Recuerdo que alguien dijo que después de llevar toda la vida preocupándonos de los demás ahora nos tocaba disfrutar. ¿Habéis tenido alguna vez un orgasmo? Se hizo el silencio y todas nos miramos. Yo fui la primera en reconocer que había tardado mucho tiempo en alcanzarlo. “Pues yo no he tenido nunca”, admitió una. “Yo tampoco”, dijo otra. “Yo tampoco, hasta a que probé los vibradores”. Allí estábamos un grupo de mujeres con más de media vida recorrida poniendo sobre la mesa nuestra frustrada vida sexual. Ni hijos, ni trabajos, ni anécdotas del pasado: nuestros orgasmos eran lo que nos preocupaba de verdad.
Saqué mi móvil y les mostré el dibujo de un clítoris. ¿Esa soy yo? Se sorprendieron. No habían visto esa imagen en su vida. Empecé a describir las distintas zonas y por qué algunas daban más placer que otras. Los hombres de las mesas de al lado no nos quitaban los ojos de encima, y al dibujo ni digamos. Todas coincidíamos en lo mismo: como en las primeras relaciones no tuvimos orgasmos llegamos a la conclusión de que nuestro cuerpo estaba mal… y nos callamos. La educación que recibimos las mujeres nos sitúa siempre en segundo lugar y hace que prioricemos el placer de nuestros compañeros antes que el nuestro. ¿Qué hay que ponerse a hacer fondos a cuatro patas y de espalda? Lo hacemos. ¿Que hay que gemir imitando el sonido melódico de la ambulancia? Lo hacemos. Pero todo eso es como dar indicaciones a un avión para que se estrelle: les estamos diciendo “es por aquí” cuando en realidad están muy lejos.
No existe ningún tipo de formación sobre el placer femenino, nada, cero. Ni para que nosotras podamos sentirlo, ni para que ellos puedan encenderlo. Los libros de texto sólo valen si te interesa la parte biológica del asunto, y con 13 años no es probable que ese sea nuestro deseo. La única fuente de educación sexual que tenemos es el porno, que proyecta una imagen totalmente distorsionada del placer, sobre todo del femenino. La pornografía, cómo toda nuestra cultura visual, está planteada desde una perspectiva masculina: está hecha por y para hombres. Eso no significa que ver sexo no nos excite, pero todos esos movimientos, posturas, gestos y expresiones están hechas pensando sólo en ellos. Como no existen otros relatos damos ese por válido y si no nos funciona pensamos que somos nosotras las que fallamos. Por otro lado, cada vez hay más mujeres (y hombres) a las que la pornografía mainstream les produce rechazo: violaciones a menores, forcejeos, incestos, maltratos, escupitajos... Esto de la violencia se nos está yendo de las manos. También dicen que existe un porno específico para mujeres, pero si las mujeres vemos uno y los hombres otro... ¿cómo nos entenderemos cuando nos encontremos?
Afortunadamente las mujeres hablamos cada vez más y sin tapujos sobre sexo. Hacen falta más cursos, talleres y formación sobre el cuerpo femenino y las distintas formas de darnos placer. Si nunca has tenido un orgasmo no tires la toalla. Empieza conociéndote, apúntate a cursos, consulta a un terapeuta, explora tu cuerpo y hazte cargo de él. Lo que le funciona a una no tiene por qué funcionarle a otra: te paciencia y dedícate muchas horas. Tengas la edad que tengas, nunca es tarde para empezar y no es necesario tener pareja: hay toda una serie de aparatitos ma-ra-vi-llo-sos que pueden hacerte sentir esos fuegos artificiales en cuestión de minutos. Con un vibrador pequeñito estratégicamente colocado ya tocarás el cielo. Pero si quieres algo infalible, el último hit, el novamás, pon en Google “succionador de clítoris” y encarga uno ya. Ni libros de texto, ni porno, ni hombres: sólo tienes que cargar la batería y el orgasmo está más que asegurado. ¡A disfrutar!