'23-F: Anatomía de un instante', ¿saben aquel que dice…?
Con actores que hablan sin estridencias, en un tono relajado y bien alejado de lo que es el sector industrial de la política actual.
Lo más fácil es disparar a matar en la obra 23-F: Anatomía de un instante, estrenada en el Teatro de la Abadía. Obra que Alex Rigola ha dramatizado basándose en el libro del mismo título de Javier Cercas. Decir que esto no es teatro-teatro. Ya saben, una representación con actores interpretando distintos personajes que protagonizan una historia. En este caso, un Tejero and Friends, y todos los que rodearon el Golpe de Estado fallido del 23-F que trató de acabar con la incipiente democracia española.
Pero disparar, entiéndase metafóricamente, a lo que ha hecho Rigola con el libro de Cercas es injusto. Primero porque en toda esa enmarañada historia con tal cantidad de personajes, personajillos y demás ralea, que sucede en múltiples lugares, como un buen best seller, el espectador no se pierde. Conseguirlo ya es un valor en sí mismo.
Que además se genere interés por lo que se cuenta y, para los que no hayan leído el libro, haya datos que ponen en tela de juicio algunas convicciones, si es que las tenían, tampoco es moco de pavo.
Añádase cuatro buenos actores. Unos actores que hablan sin estridencias, en un tono relajado y bien alejado de lo que es el sector industrial de la política actual. Algo que hacen de una forma cool y simpática. Tres de ellos vestidos con un disfraz de unicornio multicolor que parece comprado en el chino de la esquina, de una fiesta cutre, de barrio más bien pobretón, muy propio para estas fechas carnavaleras en las que sucedió el 23-F.
Un tono similar al que tenía el humorista Eugenio, referencia común de los años en los que se produjo este intento de golpe. Un monologuista de aquella época que empezaba sus chistes con la muletilla de ¿Saben aquel que dice…?, dicho en catalán, muletilla que parece preceder a cada parlamento que tiene cada uno de los actores en 23-F: Anatomía de un instante.
¿Saben aquel que dice que hubo un golpe? ¿Saben aquel que dice que fue Tejero? ¿Saben aquel que dice que alguien sabía algo? ¿Saben aquel que dice que alguien confabuló con alguien? ¿Saben aquel que dice…?
Preguntas a las que sigue una serie de historias que sucedieron en lugares muy concretos de España. En las Cortes, en el Palacio de la Zarzuela, en la división Brunete, en Valencia, en la Capitanía General, en el Palace, en RTVE. En Ávila. En Madrid.
Historias que protagonizan personajes también muy concretos y reales. En su acepción de personas que viven o vivieron y en su acepción de persona pertenecientes a la monarquía.
Un joven rey que quería afianzar su reinado y de los futuros reyes por el convencimiento y no por la fuerza. Un joven sin estudios y con mucha ambición que quería ser presidente, incluso en un momento en el que era hasta difícil de imaginar. Un general, con aspecto de militar tintinesco, familiar de la Castafiore, al que le hacen la tres cuarenta o la cobra. Y un personaje que parece salido de un tebeo de Ibañez, que esperaba a la Autoridad Competente para saber qué hacer con tanto diputado en el Congreso.
Quizás sea ese tono festivo, cool y relajado que le da Alex Rigola lo que molesta. Ese escenario en el que se cuentan unos hechos trágicos y reales, en los que se temió lo peor, rodeados de globos de colores, con una bolsa de patatas fritas, unas palomitas, una Coca Cola y una Kas de naranja.
La fiesta española de una España en la que se oye a Rigoberta Bandini cantar en inglesñol, tras una fallida educación bilingüe. La fiesta con la que este montaje huye como de la peste de esa otra España que se siente y se vive trágica, una tragedia en la que se reboza y regodea, sin plantear otra cosa que su dolor y su legítima reparación.
Concluyendo, que es gerundio, frente a la ¿interesada? complejidad del 23-F, a la que muchos aluden para oscurecerla, para no tomar decisiones, para evitar posicionarse, llega esta obra con claridad meridiana. Ante la que el espectador no puede dejar de posicionarse, quiéralo o no, y hacerlo públicamente. Es decir, en un lugar público ante otros, como puede ser este teatro.