2019: Vox, Twitter, Orbis Tertius
Uno de mis propósitos para 2019 es dejar de hacer pronósticos. Sin embargo, no hace falta ser adivino para anticipar que la actualidad informativa en nuestro país va a estar de alguna forma condicionada por el juicio a los presos del procés y por unas elecciones (por lo menos en mayo) en las que se espera que Vox consiga los mejores resultados para un partido de extrema derecha de los últimos 40 años en España. Y resulta ciertamente preocupante que España esté en camino de parecerse cada vez más al delirio de un independentista catalán.
En su cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertiusincluído en Ficciones, Jorge Luis Borges narra la historia de una sociedad "secreta y benévola" llamada Orbis Tertius que se propone crear un nuevo mundo al que denominan Tlön. Borges y su amigo Bioy Casares descubren la existencia de Tlön al leer un artículo sobre una de sus regiones (Uqbar) en el volumen XXVI de la Anglo-American Cyclopaedia. Posteriormente Borges heredará de otro amigo recientemente fallecido una completa Encyclopaedia of Tlön que describe con minucioso detalle las costumbres, la historia, las lenguas y la filosofía propias de Tlön. En Tlön el idealismo filosófico de George Berkeley es considerado la doctrina oficial y el materialismo es considerado una herejía.
Karl Marx es el filósofo materialista por antonomasia, y para Marx las ideas no son más que el reflejo de las condiciones materiales en las que éstas son pensadas. En este blog he tendido a tomar este enfoque para explicar el auge de las ideas independentistas. Hegel, la principal influencia intelectual para Marx, fue en cambio un idealista, para el que según este último "el proceso del pensamiento, al que él convierte, con el nombre de Idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo del mundo real, y el mundo real es solamente la forma externa y fenoménica de la Idea".
Si hay algo que separa las leyes de otro tipo de ideas es el hecho de que las leyes, en última instancia, se imponen por la fuerza (por su propia naturaleza). Al forzar la leyes hasta violentarlas los dirigentes independentistas sabían pues que se exponían a ser juzgados. Ahora bien, no deja de ser cierto que los presos independentistas no pegaron ni un tiro y se enfrentan a unas penas gravísimas. Recordemos que Aznar aprobó penar con cinco años de cárcel la convocatoria de un referéndum ilegal con una ley derogada luego por Zapatero. En mi opinión, la gravedad de los hechos que se imputan a los presos independentistas no debería ser mucho mayor que la de ese tipo penal que el propio Aznar consideraba adecuado hace cinco años (y que no es poca), y sin embargo los presos independentistas se enfrentan a una pena de hasta 30 años de cárcel que a todas luces parece desproporcionada.
Es en este sentido en el que cabe preguntarse si la idea que los independentistas catalanes han agitado tantas veces (España es un país autoritario y no es una auténtica democracia) se está realizando a sí misma en un proceso hegeliano. Los nacionalistas catalanes acostumbraban igualmente a categorizar a cualquiera que no se adscribiera a sus tesis como nacionalista del campo opuesto. Lo que no solía ser cierto, ahora en muchos casos empieza a serlo puesto que partidos que nacieron con el expreso objetivo de combatir al nacionalismo han acabado por abrazarlo sin complejos. El auge de Vox es también en parte un hijo bastardo del independentismo. No me cabe duda de que se ha gritado tanto "facha" (especialmente en redes sociales) que éstos finalmente han llegado a la arena política después de curtirse en Twitter.
A veces piensa uno que nuestro mundo va pareciéndose cada vez más al que presentan las cuentas más influyentes de Twitter y que esos tuiteros son los nuevos autores de Orbis Tertius en el cuento de Borges. La elección de Donald Trump, el comandante troll en jefe, es sin duda el momento más estelar en que las redes sociales han irrumpido en la realidad de forma visible, pero el procés también ha brindado sus joyitas, como por ejemplo esta célebre payasada de Gabriel Rufián:
Este tuit, al igual que la brújula de metal con con caja cóncava, aguja azul y con letras en la esfera correspondientes a uno de los alfabetos de Tlön fue lo que Borges llamó la primera intrusión del mundo fantástico en el mundo real (procesista, añado). No es en absoluto descabellado pensar, como los propios implicados se han encargado de corroborar, que sin ese tuit no hubiera habido ni semi-declaración de independencia, ni 155 ni huida a Bruselas, y los cargos de la fiscalía en el juicio que se avecina probablemente se limitarían a algo parecido a malversación y desobediencia, pero no habría rebelión.
En el último párrafo de su cuento, Borges escribe lo siguiente sobre el inevitable proceso de sustitución de la realidad desatado por los autores de Orbis Tertius: "desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el mero español. El mundo será Tlön". En 2019, nuestro mundo no se convertirá en Twitter, pero aventuro que se le parecerá aún un poco más. Yo, como Borges, me propongo no hacer caso y con suerte aprender algo de italiano desde mi pequeña habitación en Nápoles.