1.300 kilómetros para descansar en paz
La saturación de los crematorios por el coronavirus obliga a muchas funerarias a aprovechar la red de incineradoras de todo el país.
“Todos los días iniciamos la jornada como si un avión Boing 747 se estrellara y fallecieran todos sus ocupantes”. Esta es la gráfica realidad a la que se han visto abocadas las funerarias por el coronavirus. El avión al que hace referencia Juan Rodríguez, consejero delegado de la funeraria Albia, tiene un cupo de cerca de 500 pasajeros. “Ningún país ni ninguna ciudad está preparada para esto”, añade. Están desbordados, sobre todo en Madrid, la comunidad más castigada por la pandemia con casi 8.000 muertos frente a los 127 de la Región de Murcia.
La saturación es tal que la funerarias tienen que realizar fuera de la capital las incineraciones de fallecidos en Madrid. En algunos casos deben recorrer hasta 1.300 kilómetros: trayectos como Madrid-Huelva-Huelva-Madrid se están convirtiendo en algo habitual.
En situaciones normales las cenizas pueden recogerse al día siguiente de su incineración. En la realidad marcada por el Covid-19 esas 24 horas son una mera quimera. El padre de Víctor murió el 1 de abril en Madrid. Después de contactar con muchas funerarias, localizaron una en Toledo que lo recogió 12 horas más tarde en la casa que compartía con su mujer y su hermana. Fue la única que le garantizó la incineración, que se hizo en Huelva dos semanas después.
“Ni mis tres hermanos ni yo pudimos despedirnos ni estar con mi madre y mi tía en estos momentos”, relata. Las cenizas llegaron a casa de su madre tres días después y tendrán que esperar más de dos meses para poder enterrarlo. “Por un lado lo piensas e incluso prefieres no tener fecha de entierro, porque ahora mismo sólo podrían asistir dos personas”, lamenta.
La situación está desbocada, como reconocen los servicios funerarios de Madrid —que gestionan el crematorio de la Almudena y el crematorio Sur—, aunque aseguran que en la actualidad están incinerando sin demasiadas dificultades. “Es cierto que hace una semana fue necesario derivar el servicio a localidades situadas fuera de Madrid, como Ponferrada o Burgos”. Las funerarias privadas, por el contrario, siguen saturadas.
“Esos días algunos hospitales de la Comunidad de Madrid tenían sus cámaras llenas. Iban bajando fallecidos a mayor ritmo del que las funerarias iban sacando los cuerpos”, explican. De ahí que la Comunidad de Madrid tuviera que habilitar una morgue en el Palacio de Hielo, ya cerrada.
Varias funerarias privadas reconocen que aún están recurriendo a los crematorios situados fuera de Madrid. Albia usa sus más de 250 centros repartidos por toda España por “la fuerte intensidad del momento” .
Se han reforzado los traslados temporales de otros centros para dar apoyo a Madrid, han aumentado la flota de vehículos fúnebres y han desarrollado “un plan para aprovechar la red de hornos crematorios de todo el país para poder hacer frente a la situación actual”, detallan.
Mientras que Albia está reforzando sus servicios en zonas con menor incidencia del virus y “menos presión”, como Castilla-La Mancha, Castilla y León, Galicia, Asturias o la Comunidad Valenciana, otras funerarias que prefieren no dar su nombre tienen que incinerar en Aranda de Duero (Burgos), Huelva o en Salamanca “porque en Madrid la fecha se va a más de 20 días”.
El panorama es muy delicado, pero el procedimiento no cambia: la familia no se puede despedir de su familiar, tiene que contratar el servicio con la funeraria, gestionar (en caso de personas mayores) la baja de la pensión de la Seguridad Social o la pensión de viudedad... Todo ello en pleno duelo: “Aún no tenemos el certificado de defunción que emite el registro civil. Después de un mes no hemos avanzado nada en el trámite de la pensión”, explica Víctor.
Al contrario de lo que ocurre con las incineraciones, los 14 cementerios municipales están inhumando con normalidad, especialmente en los nichos temporales del cementerio Sur.
Las funerarias con las que se ha puesto en contacto El HuffPost critican que hay otras muchas que están aprovechando la trágica situación de la pandemia para sacar tajada con fraudes. Son casos que ya estarían en manos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).
Esas mismas funerarias han perdido cuerpos de fallecidos o han inflado los precios, a pesar de que los protocolos sanitarios para la gestión de defunciones por enfermedades infecciosas marcan que no se utilicen salas de vela o espacios del tanatorio, por lo que los servicios serían menos. Incluso las municipales confirman que tienen constancia de “familias que han puesto denuncias a funerarias privadas”.
“Un servicio así, en circunstancias normales, costaría cerca de 3.000 euros y hemos llegado a saber que hay funerarias que cobran 6.000 euros por recorrer 60 kilómetros. Si cobran por encima de 3.000 euros, la funeraria se está aprovechando o el cliente ha solicitado más servicios”, sentencian. “En esta situación ni siquiera sabes si te están cobrando más o menos”, explica Víctor.