13 de diciembre. Se prohíben películas
Un filme que nació para la denunciar la tortura en el mundo y que terminó siendo un símbolo de la libertad de expresión.
Hace hoy justo cuarenta años era la fecha prevista para el estreno de El crimen de Cuenca, de Pilar Miró. Pero tal estreno no se llegó a producir ese día: por decisión gubernamental quedaba retenida la indispensable licencia de exhibición. 13 de diciembre, se prohíben películas, podría decir el tagline de esta particular historia cinematográfica.
Es frecuente que en nuestras presentaciones del documental Regresa El Cepa, que recuerda la prohibición de la película de Pilar Miró, a mi querido Guillermo Montesinos le recuerden su rol en la película Buenas noches, señor monstruo y el “show del hombre lobo” que hacía junto a mi añorado Paul Naschy. Es curioso, qué dos roles tan diferentes de Montesinos, el de Quasimodo y el de El Cepa, en dos películas que se estrenan en la misma época, tan distintas, que personifican dos corrientes dispares, sinónimo de lo que ocurría en el país. España, entonces, y el cine español, se debatían entre la también necesaria evasión y divertimento, y la necesidad de reivindicar una democracia plena como proponía El crimen de Cuenca, algo sin duda aún más necesario.
El estreno del largometraje El Crimen de Cuenca, dirigido por Pilar Miró, estaba previsto para el 13 de diciembre de 1979. Un día antes, el 12 de diciembre, en la oficina de la productora de la película, la jefa de producción, Sol Carnicero, asigna por teléfono al actor Fernando Rey sus entradas para el estreno en el cine Proyecciones de Madrid. En ese momento, por otra línea, el director general de Cinematografía, Luis Escobar de la Serna, le comunica al productor Alfredo Matas que por orden gubernamental se suspenderá el estreno, en base a la posibilidad de ser el film constitutivo de delito contra la Guardia Civil, por las escenas de tortura. Unas escenas, por otro lado, probadas por sentencia del Tribunal Supremo. Matas, advierte al director general de las posibles pérdidas frente a la campaña de Navidad, recordando que ha gastado cuarenta y cinco millones de las antiguas pesetas en la película.
Mientras, Pilar Miró estaba siendo entrevistada en el programa Protagonistas junto a la guionista Lola Salvador y una nieta de Gregorio Valero, uno de los involuntarios protagonistas del hecho real de El crimen de Cuenca, o Caso Grimaldos. Pilar se pone furiosa. Y en ese momento toma la determinación de defender la película pase lo que pase, por sus convicciones, por su militancia política y por su muy especial carácter. Ella ya libró una batalla anterior contra la censura con su primera película, La petición. Batalla que de alguna manera ganó.
Al considerarlo un atentado contra la libertad de expresión, por parte de la productora y la directora se pone en marcha una campaña de comunicación para anunciar que el estreno de la película ha sido suspendido, hecho que recogen todos los periódicos, con algunas de las fotos más impactantes del film. Se plantean cuatro frentes de acción, el político, el parlamentario, el jurídico y el mediático. Una estrategia que ocupará año y medio de ardua labor hasta conseguir el estreno.
El crimen de Cuenca fue sustituida en cartelera por Polvos mágicos. Paradoja, en este caso no era Montesinos sino Assumpta Serna quien compartía presencia en las dos películas, en la dirigida por Miró y en la protagonizada por Alfredo Landa. De nuevo dos conceptos de cine, lo decía el propio Matas: “En España es mejor sacar a Landa en calzoncillos persiguiendo a una señora que meterse a hacer un cine serio, digno y responsable”.
El estreno de la película de Pilar Miró estaba previsto en ese día 13, el pase de la película a las 20 horas y la presentación del libro de Lola Salvador a las 18.30 horas, ambos en el citado cine Proyecciones. Como el libro no fue prohibido, a pesar de ser aún más duro que la película, ciento cincuenta actores y técnicos acuden al acto para mostrar solidaridad con la película. Toda esa jornada supuso el comienzo del calvario de El crimen de Cuenca. Y el calvario personal de Pilar Miró.
Después vendrá el secuestro de las copias por orden de un tribunal militar, y el posterior procesamiento de Pilar Miró sobre la que pendía la posibilidad de un consejo de guerra y pena de cárcel. Y mientras, el 23F, con la amenaza de represalias para la cineasta, en ese momento madre de un bebe de diez días, mi querido Gonzalo Werther Miró… Afortunadamente, esa determinación de la cineasta, de la mujer, y aquella estrategia en los cuatro ámbitos dio resultado, y la película finalmente se estrenó. Un éxito para el cine español, y un éxito para la democracia. Una película que consiguió cambiar incluso la legislación, algo que nació para la denunciar la tortura en el mundo y que terminó siendo un símbolo de la libertad de expresión.
Hay hechos que merecen ser recordados. Para que no se vuelvan a repetir. Para que no haya otros 13 de diciembre para prohibir.