10 obras para entender la conexión entre arte y homosexualidad
El Prado y el Thyssen estrenan dos muestras con motivo del Orgullo Gay 2017.
El mundo del arte siempre ha ido unos pasos por delante de la sociedad en libertad y traspaso de los límites y las convenciones, y por ello siempre ha estado muy ligado a la homosexualidad.
El tema ha sido explorado por los artistas en sus obras y en sus propias vidas, incluso en épocas en las que era algo desconocido para la mayoría e inconcebible para la Iglesia y la sociedad. Ahora, dos grandes museos madrileños, el Prado y el Thyssen-Bornemisza, abrazan esa unión de arte y homosexualidad y organizan recorridos temáticos con motivo del Orgullo 2017.
El Thyssen lo ha titulado La mirada del otro: escenarios para la diferencia; consta de 15 piezas, dura hasta el 2 de julio y cuesta 16 euros, pero incluye la entrada a la colección permanente y una audioguía. La del Prado se llama Amor diverso;estará hasta el 10 de septiembre, se integra en la entrada general del museo (15 euros) y contiene 30 obras repartidas en cinco recorridos.
El HuffPost ha seleccionado 10 obras, cinco de cada exposición, para echar un vistazo a lo que ofrecen.
Antinoo (131-132), busto en mármol de un taller romano, anónimo [Museo del Prado]
Esta obra, realizada en la Roma clásica, pertenece al primer recorrido propuesto por el Prado: Amistades inmortales, que explora las relaciones sentimentales y políticas entre personas del mismo sexo en la Antigüedad. Una de ellas es el protagonista del busto, Antinoo, un joven romano de gran belleza que fue amante del emperador Adriano.
La Gioconda (1503-1519), anónimo del taller de Leonardo da Vinci [Museo del Prado]
La mejor copia de la Mona Lisa, el cuadro más famoso de Leonardo da Vinci, forma parte de la colección del Prado. Se integra en el itinerario Perseguir los deseos, que aborda la persecución que sufrieron tanto los artistas como las obras que visibilizaban relaciones fuera de los cánones morales de su época, entre ellos el propio Leonardo. Fue pintada en su taller por uno de sus discípulos más cercanos, o Francesco Melzi o Salai. De ambos se ha dicho que fueron no sólo sus aprendices sino también sus amantes. Se cree que el segundo sirvió de modelo para esbozar la sonrisa del original.
San Sebastián (1533), de Bronzino [Museo Thyssen]
Este santo es un icono para la comunidad gay, según el Thyssen. Aunque solía ser un hombre de cierta edad, en el Renacimiento al que pertenece esta pintura empieza a ser retratado como un bello adolescente. La obra es de Bronzino, artista que había mantenido una relación sentimental con su maestro. Janet Cox-Rearick, historiadora del arte especializada en el pintor, sostiene que el cuadro "tiene un carácter conscientemente homoérotico" por la ausencia de los elementos del santo que realzan su religiosidad y porque utiliza las flechas, no de forma amenazante, sino sensual.
La mujer barbuda — Magdalena Ventura con su marido (1631), de José de Ribera [Museo del Prado]
Esta obra ilustra el tema del tercer recorrido del Prado, Engañosas apariencias, que analiza cómo los cuerpos contradecían lo que se suponía que debían ser. En los siglos XVI y XVII, las deformidades eran un entretenimiento, una mezcla de broma y maravilla. Así reza el encabezado de las lápidas de esta pintura: "El gran milagro de la naturaleza". Sobre las losas descansan un huso y una concha, símbolos del hermafrodistismo. El pintor retrata a una familia italiana real, la de Magdalena Ventura, madre de tres hijos a la que le creció barba y que se empezó a quedar calva a los 37 años.
El rapto de Ganimedes (1636-1638), de Pedro Pablo Rubens [Museo del Prado]
Este cuadro forma parte del itinerario Amar como los dioses, que agrupa obras mitológicas del Prado destinadas a las élites: mostraban un amor que no tenía cabida en el mundo real, que solo los poderosos las podían contemplar, y sólo los dioses las podían protagonizar, pues estaban prohibidas a los mortales. En la obra se ve la carnalidad musculosa con la que Rubens retrataba a los hombres, una representación más viril de lo habitual para Ganimedes, un adolescente troyano al que Zeus raptó convirtiéndose en águila y se llevó al Olimpo para que fuera su copero y su amante.
La muerte de Jacinto (1752-1753), de Giambattista Tiepolo [Museo Thyssen]
El Thyssen califica esta obra como su "mayor icono gay". Y no es para menos: la encargó un barón alemán en homenaje a un músico español con el que mantenía una relación, y representa la muerte de Jacinto, amante del dios Apolo, mientras disputaban un partido de tenis (lanzamiento de disco en la versión clásica). La mano de Apolo cubriendo los genitales y dibujando una erección sobre la estatua de Pan, protector de la sexualidad masculina, es un guiño más de esta obra restaurada para el Orgullo.
El maricón de la tía Gila (1808-1824), de Francisco de Goya [Museo del Prado]
Este dibujo, que el Prado califica como "poco conocido" y "excepcional", se engloba en el último recorrido planteado por el museo, Otras miradas. Junto a El Cid de Rosa Bonheur, "visibiliza dos realidades complementarias de una artista y una iconografía claramente alusiva a los contenidos de este itinerario expositivo", señalan los organizadores. La obra forma parte del Álbum C, "el más importante y el único que ha llegado casi intacto" del pintor, según el Prado.
Nacimiento de Venus — La Aurora (1906-1907), de Auguste Rodin [Museo Thyssen]
El interés de Rodin por el lesbianismo es común a todos los miembros de las bohemias artísticas de finales del siglo XIX, según el Thyssen, que asegura que el escultor contrató modelos lesbianas y adaptó los poemas de Charles Baudelaire, algunos de ellos sobre las relaciones entre mujeres. Esta obra está formada por el ensamblaje de tres yesos que Rodin había creado 20 años antes, revela el museo. La composición resultante es "una pareja desnuda en un momento de intimidad".
Retrato de George Dyer en un espejo (1968), de Francis Bacon [Museo Thyssen]
Uno de los temas habituales de la obra del irlandés Francis Bacon en sus últimas décadas fue George Dyer, un ratero semianalfabeto que entró a robar en su taller y se convirtió en "el primer amante al que aventajaba en edad y experiencia", según el Thyssen. El museo apunta a la salpicadura de óleo en la entrepierna del retratado, que atribuye a una protesta contra el naturalismo, una alegoría de la firma del autor... o "una alusión a la eyaculación y a la relación homosexual" que mantenía el pintor con él.