Ligar por internet: ¿felices para siempre o descenso al inframundo?
No se puede negar que las páginas y las aplicaciones para ligar ofrecen el ambiente ideal para que los depredadores sexuales se escondan sin esfuerzo, para que elijan a su presa y busquen a alguien vulnerable, a quien ya hayan hecho daño antes, con poca autoestima y que necesite afecto y aceptación.
Antes, si alguien me mencionaba los ligues por internet, me sumía profundamente en un ataque de pánico. Recuerdo una ocasión, durante una conversación normal y corriente, después de una cena de trabajo, en la que uno de mis compañeros contó que había conocido a su pareja por internet. De alguna manera, no recuerdo cómo, salí corriendo hacia el baño. Mis compañeros descubrieron esa noche que algo no iba bien. En otra ocasión, años más tarde -yo seguía sufriendo trastorno de estrés postraumático-, en la presentación de un nuevo ejecutivo en la oficina, se hizo un chiste sobre ligar por internet. Tuve que reunir toda mi energía y mi concentración para quedarme sentada en la silla y no montar una escena delante de mis 100 compañeros. Con los ligues por internet. Así empezó todo.
Sé por mucha gente, por muchos amigos míos, y compañeros de trabajo, que todo empieza ligando por internet. Para muchos, acaba con un felices para siempre. Cuando acabas de quedarte soltero o de divorciarte, es a donde acudes a conocer a gente nueva. Aunque según las estadísticas parece que el porcentaje de relaciones que comienzan gracias a internet no supera el 10%, esa no es la sensación que da (y según otras fuentes, una de cada tres relaciones surge gracias a internet). Cuando acabas de quedarte soltero o de divorciarte e intentas volver a tener una cita, parece que la única opción que tienes es salir con la gente con la que trabajas (la mayoría suelen estar emparejados y, si las cosas salen mal, sería perjudicial para tu carrera profesional) o conocer a gente nueva, por internet.
Cuando me quedé soltera, después de divorciarme, tras un matrimonio que me había apartado del mundo de las citas durante 12 años, empecé a salir con gente a la que conocía por internet.
Al principio, todo iba bien. Tuve un par de citas que transcurrieron sin incidentes. En una de ellas, bebí más de la cuenta y, cuando estábamos en mi casa, cambié de opinión. Él durmió en el sofá.
Después, dejó de ir bien. Una cita acabó provocando que sufriera trastorno de estrés postraumático durante años, que tuviera una crisis nerviosa y que mi vida corriera peligro (más de una vez). Recurrí a la Policía, un mes después, porque vi que su perfil seguía activo en diferentes páginas. Me di cuenta de que no podía seguir ignorando lo que había pasado (de todas formas, las pesadillas no me dejaban) y necesitaba denunciarle para que no hiciera daño a nadie más. (Ese fue el motivo inicial. Después, me parecía que la justicia era importante. Aunque lo de la justicia es otra historia).
Entonces, escribí a la página web de citas en cuestión. No sé si le borraron el perfil o si lo borró él voluntariamente. Nunca me contestaron. Lo siguiente que sé es que me estaban cobrando por estar suscrita: a pesar de que les escribí para informarles de que uno de sus miembros me había violado, querían seguir cobrándome. Al final, cuando aceptaron dar de baja mi suscripción, me mandaron el típico e-mail de "sentimos que te vayas", que contenía el típico texto en plan "pero si quieres volver...". Echando sal a la herida, perfecto.
Ahora que estoy mejor, ahora que soy capaz de hablar y de escribir sobre ligar por internet, me pregunto: ¿ha cambiado algo en estos años?
No se puede negar que las páginas y las aplicaciones para ligar ofrecen el ambiente ideal para que los depredadores sexuales se escondan sin esfuerzo, para que elijan a su presa y busquen a alguien vulnerable, a quien ya hayan hecho daño antes, con poca autoestima y que necesite afecto y aceptación. Según datos de la Agencia Nacional contra el Crimen de Reino Unido (NCA por sus siglas en inglés), las violaciones relacionadas con el ligue por internet habían aumentado en un 450% en 6 años (de 2009 a 2015). Sé que probablemente yo fuera la víctima perfecta, pero no el tipo de víctima perfecta que procesaría la Fiscalía Real británica (aunque pensaba que también lo era; los privilegios por ser blanca y de clase media no valen para todo), sino la típica víctima ingenua, vulnerable, con poca autoestima, confiada y perdida en el mundo de las citas.
Mientras escribo esto, pienso en lo que ha cambiado. Ahora hay páginas y aplicaciones que no existían por aquel entonces y que se preocupan más por la seguridad dentro del mundo de conocer a gente por internet. Fundamentalmente, se centran en los estafadores y en evitar fraudes. En segundo lugar, se centran en dar consejos de seguridad que refuerzan el mito de que si las mujeres hacen las cosas bien no les pasará nada (y si no las hacen bien, la culpa será solo suya por haber sido tontas). Yo pensaba que estaba haciendo las cosas bien. Aun así, me violaron.
Por aquel entonces, me preguntaba si una página de contactos compartía información con otras. Sé que lo hacen con los detalles de suscripción y que si te registras en una es posible que te aborde gente de otra, pero ¿por qué no llevan una lista negra de acusados? Como hacen los casinos con los que cuentan cartas. El hecho de que yo denunciara su perfil en una página no le impidió registrarse en otra. Con un nombre diferente, pero con la misma foto. Ahora que esta forma de ligar está cada vez más normalizada, que solo en Reino Unido hay 7 millones de usuarios de páginas y aplicaciones para ligar, que esta industria mueve 166 millones de libras (casi 195 millones de euros) al año, que la NCA dice que ha generado un nuevo tipo de agresor sexual, que se denuncian menos del 17% de las violaciones, ¿no ha llegado el momento de que las páginas y aplicaciones para ligar se tomen en serio su obligación social y recopilen y compartan entre ellas los detalles de los depredadores sexuales a los que se ha acusado de abuso?
Espero su opinión y su actuación al respecto.
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Emily Jacob es fundadora del programa ReConnected Life. Además de ayudar a las mujeres de forma directa mediante su programa de 'coaching' pionero, es la presidenta de una comunidad de apoyo y ayuda para supervivientes (haz clic aquí para ver más detalles, en inglés). Puedes seguirla en Twitter o en su página de Facebook. Si quieres apoyar el trabajo de Emily u ofrecer tu ayuda a quienes la necesiten, puedes donar aquí.
Este post fue publicado originalmente en la edición de Reino Unido de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.