Ser mujer en Oriente Medio
Las sociedades árabes e islámicas de fuerte componente tribal son vergonzoso ejemplo del agobio, despotismo y agravio que durante siglos el hombre ha impuesto a la mujer, quien es, ante todo y durante toda su vida, víctima. Y a menudo, víctima mortal, de corta vida.
En febrero de 1998, Helmut Hofer, ciudadano alemán, fue encarcelado en Teherán y a punto estuvo de ser ejecutado por haber tenido relaciones sexuales con una estudiante iraní de medicina. La sharia -ley islámica- que se aplica en Irán exigía la pena capital para todo kafir (infiel) que mantuviera relaciones ilícitas con una musulmana. De ahí que Hofer se empeñara, con éxito, en convencer a la autoridad competente de que se había convertido al islam hacía algún tiempo.
Nada se supo entonces de las circunstancias personales o familiares de Vahideh Qassam, la estudiante cortejada. Si la suerte de un extranjero ajeno a lo islámico no es envidiable en casos como el que comento, tampoco la de las musulmanas lo es en demasía. Lo más probable es que Vahideh ignorara la obra de su compatriota Shirin Neshat, quien precisamente en ese año ganó una de las secciones de Arco 98, con su obra Turbulencias y que, al recoger el premio, manifestó que "la mujer iraní tiene prohibido cantar". No es fácil entonar una oda en esas latitudes. Las sociedades árabes e islámicas de fuerte componente tribal son vergonzoso ejemplo del agobio, despotismo y agravio que durante siglos el hombre ha impuesto a la mujer, quien es, ante todo y durante toda su vida, víctima. Y a menudo, víctima mortal, de corta vida. Con frecuencia, en dichas sociedades, costumbre y tradiciones prevalecen sobre la ley. El papel femenino consiste en velar por la familia, pero ello incluye la supeditación al hombre.
Ante ello, la rebelión de la mujer deviene paradigma, pero también excepción. Son escasas quienes han logrado convertirse en líderes de opinión y activistas contra Gobiernos que bloquean la evolución social y especialmente la de la situación de la mujer. Quiero comentar la lucha de dos mujeres iraníes -una profundamente creyente, la otra, menos- contra el despotismo, el agobio y el agravio. Me refiero a Shirin Ebadi y a Shirin Neshat, ambas fuera de su país hoy en día.
Shirin Ebadi (Hamadán, junio 1947), abogada, feminista, decidida activista pro democracia, derechos humanos y firme defensora de la institución de la justicia universal. Su empeño en este último aspecto lo entiende como imprescindible para que la comunidad internacional y la judicatura puedan perseguir y procesar a aquellos gobernantes responsables de la ausencia de democracia y conculcadores de los derechos humanos. Cree en la fe islámica y opina (como tantos otros) que no es el islam, sino la interpretación del mismo, la causa de la discriminación de la mujer.
Creyó que la revolución de Jomeini de 1979 devolvería la libertad y los derechos suprimidos por la dictadura del sha, pero se equivocó y dice que, más de tres décadas después, Irán continúa sin libertad ni derechos. Apoyó en 1997, como la mayoría de las iraníes, la elección de Mohamed Jatamí como presidente de la República Islámica, porque prometió más libertad política. Cierto, Jatamí permitió que las mujeres pudieran expresar ideas, exigencias y críticas, pero sólo hasta el listón impuesto por quien en realidad detenta el poder cuasi total, el líder supremo, Jamenei. Por eso, ahora -ante la esperanza suscitada en Occidente, en relación con la producción nuclear iraní, por la elección del nuevo presidente, Hasan Rohani, afirma contundente: "Rohani no puede hacer nada porque el poder real lo detenta el líder supremo".
En cualquier caso, la concesión en 2003 del Premio Nobel de la Paz a Shirin Ebadin supuso una inapreciable ayuda para la labor que realiza. El Comité Noruego del Nobel reconocía "la sensatez profesional y valentía de Shirin Ebadin, quien jamás ha prestado atención a las amenazas a su propia seguridad" y otorgaba el premio "en razón de sus esfuerzos por la democracia y los derechos humanos, en reconocimiento a su particular atención a la lucha por los derechos de las mujeres y los niños". Anecdóticamente, diré que la concesión sorprendió y disgustó a determinados sectores del Vaticano, que lo esperaban para Juan Pablo II. Las autoridades iraníes lo entendieron como una provocación por parte de una institución pro occidental y se indignaron de que Ebadi recogiera el premio "a pelo descubierto".
La faceta jurídico-internacional de Ebadi es sumamente interesante. Defensora de la justicia universal, asistió y clausuró en Madrid en mayo de este año el I Congreso de Jurisdicción Universal en el Siglo XXI. Y lo hizo manifestando su dolor y preocupación por la actitud del Gobierno Rajoy hacia el tema: "Estoy muy decepcionada con España. Lamento profundamente la reforma que limita la jurisdicción universal, un paso atrás que no esperaba. España tenía una ley maravillosa en este ámbito. La justicia universal no debe venderse por intereses económicos. España era un ejemplo para el mundo. Podía decir con orgullo que había ordenado detener a Pinochet. ¿Cómo han permitido que el Gobierno les quite eso?". Y finalizó así su intervención: "Los Estados democráticos que se precian de serlo están moralmente obligados a perseguir los crímenes de lesa humanidad, de guerra y genocidio, sin tener en cuenta la nacionalidad de verdugos o víctimas o los intereses económicos en juego. Lo más importante de una democracia es la independencia total y absoluta del poder judicial". (EL PAIS, 23-5-2014, EL MUNDO, 24-5-2014).
¿Qué decir de nuestra otra protagonista, Shirin Neshat (Qazvin, marzo 1957)? Artista plástica, feminista y activista política. Su obra gira en torno a la condición de la mujer en las sociedades islámicas contemporáneas. De familia occidentalizada y bienestante en la época del sha, en 1974 va a estudiar arte a Los Ángeles y San Francisco. La revolución la sorprende allí. En 1990 regresa a Irán y registra una doble sensación: "Siempre digo,que fue una experiencia muy intensa, porque nunca había estado en un lugar en el que la ideología tuviera tanto peso. El Irán que encontré era por un lado aterrador y por otro muy excitante. El país había estado tan aislado que en cierto modo parecía que uno entraba en otro mundo completamente distinto. Esto tenía cierto atractivo, especialmente viniendo de Occidente, del capitalismo y el individualismo, propios del primer mundo. Pero cuando uno se enfrentaba con aspectos tan cruciales como la ausencia de derechos humanos y de libertad de expresión, daban ganas de salir corriendo".
La conmoción que le produce el regreso a su país deviene en explosión de creatividad, lleva a su obra cánticos y bailes ancestrales inmersos en acontecimientos políticos y sociales de hoy en día. Se trata de un juego de opuestos que muestra y demuestra -al tiempo que denuncia- la dualidad en que se mueve la mujer en las sociedades islámicas. Aludía al principio de este post al filme Turbulencias (visible en YouTube). Expresa a la perfección el ser y hacer de Shirin. En la pantalla, partida en dos, aparecen paralelamente una cantante, Susan Deyhim, con chador y de espaldas a un patio de butacas absolutamente vacío (en alusión a la prohibición de las mujeres para cantar en público), mientras en la otra mitad de la pantalla Shoja Azari canta, también de espaldas, pero a un auditorio repleto de hombres que sí pueden disfrutar de la música. En 2009 Shirin obtuvo el León de Plata del Festival de Venecia por su primer largometraje, Women without men. El periodista y crítico de arte, Roger Denson, en un artículo en el Huffingtonpost , diciembre 2010, designaba a Shirin Neshat "Artista de la Década".
Ejemplos de su activismo político han sido, entre otros, sus tres días de huelga de hambre en 2009 ante la sede de Naciones Unidas en Nueva York, en protesta por la elección de Ahmadineyad ese año como presidente de Irán. O su unión a los 135 artistas que en 2011 protestaron por las condiciones laborales de semiesclavitud a las que fueron sometidos los trabajadores que participaron en la construcción del museo Guggenheim de Abu Dabi. Los coaligados se comprometieron a no vender ni ceder ninguna de sus obras a dicho museo y exhortaron a la colectividad artística a hacer lo propio.
Muchas más que dos Shirin son necesarias para continuar la batalla por la dignidad de la mujer en los países musulmanes y en los guetos islámicos institucionalizados en numerosas ciudades europeas, guetos donde muchas mujeres están sujetas a la autoridad tiránica de maridos, padres o líderes comunitarios. Guetos en donde, si se atreven a huir de esa tiranía, no siempre pueden esperar el apoyo de la policía o de las autoridades, que a menudo estiman que inmiscuirse en ese ámbito equivale a profanar la cultura inmigrante. Empero, constituyen un ejemplo susceptible de admiración y apoyo y necesario de ser propagado.
Coda: A todos aquellos lectores que no hayan visto la joya cinematográfica iraní Nader y Simin, una separación, háganse con ella a la mayor brevedad. Dirigida por Asghar Farhadi, conmocionó el Festival de Berlín en 2011. Una maravilla que relata el infierno de un hombre ejemplar, roto al recibir la demanda de divorcio de su esposa. Hombres y mujeres inmersos en una sociedad temerosa y recelosa, con una administración de justicia civil impresentable. Con actores iraníes excepcionales: Leila Hatami, Peyman Moaadi, Shahab Hosseini.
Otra: Entrevistada por EL PAIS (23-5-2014) por Natalia Junquera y preguntada por el machismo de Cañete, Ebadin dice: "Un hombre que cree que la mujer es inferior no respeta ni a su propia madre. Y eso es muy feo".