Netanyahu contra Obama... y Occidente
Dos factores han hecho posible la descarada, vergonzosa e insultante presencia de Netanyahu en el Congreso de EEUU. Uno, su interés electoralista de cara a los comicios del próximo día 17. Dos, la ambición del cortoplacista presidente de la Cámara de Representantes norteamericana, John Boehner, que copatrocinó la surrealista invitación con el embajador israelí.
Dos factores han hecho posible la descarada, vergonzosa e insultante presencia del primer ministro israelí en el Congreso de los Estados Unidos. Dos factores en contra del presidente norteamericano y del sentido político común. Uno, el interés electoralista de Netanyahu de cara a los comicios del próximo 17 de marzo. Estima que tal aparición le aportará ventajas, algo que no comparte la prensa israelí de hoy. Dos, la ambición del cortoplacista presidente de la Cámara de Representantes norteamericana, John Boehner, que copatrocinó la surrealista invitación con el embajador israelí, Ron Dermer, precisamente el personaje más despreciado por el gabinete de la Casa Blanca. Boehner ha colocado los intereses de su partido, el Republicano, por encima de los intereses diplomáticos e internacionales más amplios de su país.
Porque, como ha declarado Susan Rice, la consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, ha sido una "visita destructiva" para la seria y bien articulada negociación con Irán del P5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Francia, más Alemania) de cara a convencer a Teherán de que renuncie a la energía nuclear con fines militares. Expertos y políticos norteamericanos pro-Israel y algún destacado miembro del establecimiento de seguridad nacional israelí apoyan el empeño del P5+1 y comparten la opinión de Susan Rice.
Todos ellos entienden que los intereses de EEUU y de Israel coinciden en determinados asuntos, pero no en todos. Es posible que el interés de Israel (versión Netanyahu) consista en forzar a Irán a renunciar de inmediato al enriquecimiento de uranio y en convencer a Washington a ir a la guerra en caso contrario. Pero no es el de los EEUU, puesto que su posición estratégica (y la de Occidente) quedaría reforzada si consiguiera un acuerdo diplomático que impidiera a Irán convertirse en potencia nuclear y abriera la puerta a una relación constructiva.
Netanyahu continua firmemente opuesto a la solución que permita el establecimiento de un Estado palestino viable. Se opuso ya en 1993 a los acuerdos de Oslo, apoya la existencia de una serie de enclaves palestinos desconectados entre sí bajo control israelí y parte de su gobierno preconiza la anexión de Cisjordania. Obviamente, tal programa no es del interés ni de Obama ni de los propios Estados Unidos. El propósito de Obama (impedido por el lobby sionista norteamericano) manifestado en su famoso discurso de El Cairo de junio de 2009, era lograr los dos Estados. Esa fórmula, dijo, "es en interés de Israel, en interés de Palestina, en interés de los Estados Unidos y en interés mundial".
Desde luego no es en interés de EEUU que su íntimo aliado en Oriente Medio niegue a los palestinos sus legítimos derechos individuales y colectivos. El interés de EEUU resulta dañado cada vez que Israel invade Gaza y mata a centenares de civiles con armas norteamericanas pagadas por el contribuyente norteamericano, lo que ocasiona un enorme daño a su imagen y favorece la del Estado islámico entre miles de musulmanes. Por eso, la verdadera amenaza para Israel no es Irán (al que, además, en caso de conflicto podría borrar del mapa con su propio arsenal nuclear no declarado... doble rasero norteamericano y de Occidente al no denunciar esta circunstancia), sino su negativa a renunciar a la ocupación de los Territorios Palestinos. El ex primer ministro israelí Olmert declaró en 2007: "Si la solución de los dos Estados fracasa, Israel confrontará una situación similar a la de la Suráfrica del apartheid. Y si eso sucede, será el final del Estado de Israel". Y hoy (4-3-15) el diario israelí Haaretz en su editorial acusa a Netanyahu de ignorar la mayor amenaza para la democracia israelí: la continuada ocupación de la tierra palestina.
Ante la última osadía de Netanyahu, teatralizada en el Congreso de Washington con el mayor desdén hacia el presidente de la República, una vez celebrados los comicios del 17 de marzo, Obama debe, en cooperación con la Unión Europea, forzar a quien haya ganado aquellos a aceptar un Estado palestino viable, cuya inexistencia supone el verdadero peligro para la estabilidad y seguridad de la zona, incluida la del propio Israel. Un pacto con Irán incorporará a este a la urgente necesidad de lograr esa estabilidad. Irán, además, se uniría a la guerra contra el Estado islámico, cuyo salvajismo ha superado tiempo ha los límites tolerables. Pacto que asimismo fortalecería al sector moderado iraní encabezado por el presidente Rohani, lo que conduciría progresivamente a la normalización internacional del país. Ni Obama ni Occidente pueden tolerar que el interés electoralista de Netanyahu ponga en peligro esta gran oportunidad.