Arrecifes de hormigón
Estos días es noticia todo lo que está aconteciendo en Gibraltar, como la colocación por parte del Gobierno gibraltareño de 70 bloques de hormigón para la creación de un arrecife artificial. Estas estructuras no son raras y podemos encontrarlas desde Cataluña hasta Andalucía pasando por Valencia y Baleares.
Estos días es noticia todo lo que está aconteciendo en Gibraltar, como la colocación por parte del Gobierno gibraltareño de 70 bloques de hormigón para la creación de un arrecife artificial.
Sin conocer en profundidad los detalles del proyecto (como la localización exacta de los bloques, el fondo donde se han depositado o los estudios previos que se hayan realizado) podemos afirmar que, como práctica, la colocación de bloques de hormigón en el fondo marino a modo de arrecife artificial no es generalmente algo excesivamente perjudicial. De hecho, es un material común en el diseño de este tipo de estructuras.
El diseño del arrecife puede variar en función del objetivo. En muchas ocasiones, el hormigón cuenta con huecos y ranuras para que en ellos busquen refugio peces o se fijen a la superficie pequeños invertebrados y así aumentar la biodiversidad de la zona. En otras ocasiones la función que se busca es de protección ante determinadas artes de pesca dañinas para el medio marino, como la pesca de arrastre. Y en algunos casos el objetivo es mixto: tanto de atracción como de protección, como sería el caso del arrecife de Gibraltar.
Estas estructuras no son raras en nuestras costas y podemos encontrarlas desde Cataluña hasta Andalucía pasando por Valencia y Baleares. Detrás de algunos de estos proyectos están los pescadores artesanales, que han solicitado su colocación ante la intromisión de barcos de arrastre en sus zonas de pesca de forma ilegal. Esta técnica, que consiste como su nombre indica en arrastrar una red por el fondo, captura no sólo la especie objetivo de la pesca, sino también todo lo demás que encuentra a su paso, dejando un fondo marino yermo en el que poco pueden pescar otras artes y mucho menos las generaciones de pescadores que vengan en el futuro.
Existe una regulación para la pesca de arrastre. En el Mediterráneo español los barcos arrastreros no pueden faenar a menos de 50 metros de profundidad o sobre ciertos ecosistemas protegidos, como por ejemplo las praderas de Posidonia oceánica. Pero la ley no se respeta y si a esto le sumamos la falta de vigilancia eficaz, como constatan con demasiada frecuencia los pescadores artesanales, se debe recurrir a este tipo de parches para proteger nuestros fondos. ¿No sería más sencillo hacer una gestión sostenible y eficaz de nuestros recursos marinos? Desde Greenpeace creemos que sí y trabajamos porque sea una realidad.