Ochocientos metros de vida
"En el invierno del 94 pasé por aquí con barro, agua hasta las rodillas y con mucha gente que iba detrás, era una estampida humana", recuerda Boban Minic en el túnel por el que huyó de Sarajevo. 800 metros de largo y 1,5 de alto construidos bajo un aeropuerto controlado por las fuerzas internacionales.
"En el invierno del 94 pasé por aquí con barro, agua hasta las rodillas y con mucha gente que iba detrás, era una estampida humana", recuerda Boban Minic en el interior del túnel por el que huyó de Sarajevo. Hoy, 19 años después, un museo conmemora lo que bautizaron como el túnel de la vida o de la esperanza. Y no es para menos. Esta infraestructura subterránea que une Dobrinja, el barrio más cercano al aeropuerto de Sarajevo, y Butmir, el primer municipio libre fuera del asedio a la capital bosnia, fue vital para la supervivencia de los sarajevitas durante la guerra.
Ochocientos metros de largo y uno y medio de alto construidos bajo la pista de un aeropuerto de Sarajevo controlado por las fuerzas internacionales. Una infraestructura llevada a cabo por el ejército bosnio en absoluta clandestinidad.
Parte del túnel puede visitarse hoy en día en el museo Tunel Spasa. Foto: Edu Marín.
Al principio solo los militares y el Gobierno bosnio utilizaban el túnel, tanto para transportar heridos y hacer llegar las armas, los medicamentos y la comida, como para sacar a las delegaciones gubernamentales que tenían que acudir a conferencias en el extranjero y buscar donantes y ayuda para la defensa. Sin embargo, pronto, el asfixiante asedio serbio a la ciudad obligó a extender su uso a los civiles. El túnel se convirtió entonces en un flujo constante de idas y venidas de gente que lo utilizaba como método de supervivencia o como vía de escape de aquella barbarie para no volver jamás.
"Para mí este túnel salvó Sarajevo", asegura Boban. "Por aquí pasaba la luz, la electricidad y la comida", continúa, "y a veces la gente volvía con mochilas de hasta 50 kilos". La humedad, el frío en invierno y el aliento del vecino de atrás convertían el pasaje en una experiencia que solo la necesidad y las ganas de vivir hacían que los sarajevitas quisiesen repetirla. Era su única ventana hacia el mundo exterior.
Boban Minic, Olivier Algora y Davide Giorni durante un momento del rodaje en el túnel de la vida. Foto: Edu Marín.
El miedo a ser descubiertos obligaba a los transeúntes a cruzar el túnel en absoluto silencio. Resulta sorprendente que los serbios nunca se enteraron de la existencia del túnel. Habrían acabado con él. Los que sí se percataron de la hazaña, al parecer, fueron los militares miembros de las fuerzas internacionales. No porque lo descubrieran, sino porque notaron que en pocos días el flujo de civiles que intentaban pasar a territorio libre por encima de las pistas del aeropuerto era cada vez menor. Enseguida sospecharon que lo tenían que estar haciendo por debajo. Sin embargo, al ver que Sarajevo sobrevivía gracias a ese túnel, decidieron hacer la vista gorda.
"La vida es como el agua, siempre encuentra una salida", subraya Boban en su libro Bienvenido a Sarajevo, hermano. Y esta vez, curiosamente la encontró en un túnel cuya entrada se construyó en el sótano de una casa de una familia que se apellida Sloboda, que en bosnio significa libertad.