Victimismos
Querer convertir al Barça en una extraoficial selección catalana de fútbol es ir un paso más allá de lo que sería "promocionar Cataluña" y es otro más de esos errores estratégicos (en mi opinión) que el propio club debería intentar evitar.
El otro día, escribí un artículo titulado El Barça trascendente, en el cual comentaba las recientes polémicas surgidas desde la celebración de la Diada desde un punto de vista futbolístico, puesto que es el deporte el tema que suelo tratar en mi blog de El Huffington Post. Ahora veo que otro compañero bloguero de este medio, Raúl Fernández Jódar, me replica en otro, titulado El diablo viste de azulgrana (un titular digno del mismísimo José Mourinho). No pensé que mi artículo en cuestión levantara ninguna polvareda, pero una vez ocurrido, no puedo más que aclarar algunos aspectos o, si lo prefieren, replicar al señor Fernández Jódar.
Comienza su artículo contando una anécdota de un conocido suyo, "racista y machista violento". Créanme si les digo que me estremecí un poco al ver tal comienzo tan cerquita de mi nombre. Por suerte, unas líneas después aclaraba que nada tenían que ver esos adjetivos con mi persona (no tengo el gusto de conocerle, además), pero sí con mi razonamiento, que para resumirles, es que no me gusta ningún nacionalismo (cuando digo ninguno incluyo también el español). Equipara mi manera de pensar a la de su conocido racista y machista violento porque en mi anterior artículo digo que Cataluña es maravillosa y según él, luego doy a entender "que no lo es tanto". Puestos a elegir, hubiera quedado un poquito menos incendiario comparar mi opinión con, por ejemplo, el que dice estar a dieta y luego se come un helado de tres bolas. Pero soy periodista y entiendo perfectamente a Fernández Jódar. Meter, subrepticiamente, en el mismo saco a machistas y racistas y a aquellos que rechazan el nacionalismo es mucho más efectista.
Dice el señor Fernández Jódar que satanizo todo lo que viene de Cataluña (aunque matiza que lo hago sin querer y se lo agradezco, si bien no he encontrado en mi artículo ese "todo") y que relaciono al F. C. Barcelona con el nacionalismo con argumentos "a los que nunca habría recurrido si hubiera escrito sobre otro equipo". Nos ha fastidiado, señor Fernández. No espere que el día que hable, pongamos que del Albacete Balompié, rebusque en archivos y bibliotecas su relación con el movimiento secesionista manchego (que existe, no se crean).
En un párrafo de mi artículo cito tres de las noticias que salieron a la luz esos días: que el Barça llevará una senyera como segunda camiseta el año que viene, la ofrenda floral de la Diada y la revelación independentista de Guardiola. El señor Fernández quiere ver en esta enumeración (también convenientemente enlazada en el artículo original) mi intento de satanización. Lo que el autor de El diablo se viste de azulgrana no entiende (y puede que haya sido yo el que me haya explicado mal) es que mi intención era contextualizar con noticias de la actualidad mi reflexión. Le sorprende que a mí me parezca bien (en realidad ni bien ni mal) que el Barça lleve la cuatribarrada (más los logos de Nike y el de Qatar Foundation -qué extraños compañeros de viaje hacen los negocios, ¿verdad?-) en su camiseta del año que viene. Sólo quería, insisto, darle contexto a mi artículo. Porque sobre el tema de la senyeraha habido polémica. Mal que nos pese a ambos. Y aunque me parezcan de sobra estas susceptibilidades, supongo que nadie se sorprenderá de que sí las haya cuando se trata del Barça y no cuando se trata del Valencia.
Respecto a lo de la ofrenda floral, en efecto, no es nada nuevo. Pero la foto de un sonriente Sandro Rosell (como antes de Joan Laporta) en tan tradicional momento fue la que ilustró otra de las noticias de aquella semana: la absurda hipótesis de si el Barcelona debe dejar o no la Liga española. Por último, también recordé la revelación independentista de Guardiola, que ni satanizo ni alabo ni gloso de ninguna manera, pese a que el señor Fernández Jódar quiere ver que sí.
El autor de El diablo viste de azulgrana intenta explicar en su artículo que no hay relación entre el nacionalismo catalán y el Barça, sino un mero trabajo de promoción de "Cataluña, su territorio y su cultura, en el mundo". Añade que los 'satanizadores' como yo confundimos ambas cosas. Y se equivoca. Promocionar Cataluña es lo que hace la Agència Catalana de Turisme, por ejemplo, la cual, que yo sepa, no apoya el nacionalismo catalán. Pero a lo que iba: A estas alturas de la película, hacer creer a alguien que entre el F. C. Barcelona y el movimiento independentista o nacionalista catalán no hay ninguna relación me parece de una ingenuidad sorprendente. Y ojo que con Sandro Rosell la cosa no tiene tanta intensidad como con su predecesor, Joan Laporta, pero aun así, creo que es inútil negar una evidencia que tantas veces se ha descrito (sobre todo, por extranjeros, que tienen una visión más neutra del asunto).
Además, el señor Fernández incurre en una pequeña contradicción. Afirma que "si Cataluña tuviera su propia selección de fútbol, el F.C. Barcelona se quitaría esta obligación representativa de encima". Querer convertir al Barça en una extraoficial selección catalana de fútbol es ir un paso más allá de lo que sería "promocionar Cataluña" y es otro más de esos errores estratégicos (en mi opinión) que el propio club debería intentar evitar. Como dije el otro día: estoy seguro de que hay muchos hinchas del Barça en todo el mundo (sobre todo en España) que no tienen ningún interés en que el club de sus amores sea una suerte de selección catalana.
Y continúo: Dice el señor Fernández que "defender la propia identidad sirve para no ser devorado por los más poderosos". Sería una frase acertadísima en contextos, como dije en mi anterior artículo, de dictadura, ocupación, guerra o invasión, que a Dios gracias ya no existen en Europa occidental. Tengo especial interés, no obstante, en saber quiénes son esos poderosos que pueden devorar a Cataluña.
Respecto a lo de pueblerino, en un comentario del propio artículo pedí disculpas a otro lector ofendido. No era ni es mi intención faltar a nadie y reitero mi petición de disculpas aquí. Pero eso no significa que no piense igual. Las exhibiciones de banderas, escudos e himnos me parecen un atraso y créanme, me dan hasta miedo. Por ponerles un ejemplo: a mí, la verdad, me parece un poco ridículo que los jugadores de la selección española, cuando ganan algún título (por suerte algo bastante habitual), se anuden al cuello o a la cintura sus banderas autonómicas (la andaluza, la asturiana, la vasca, la canaria...). Tan ridículo me parece como cuando se sacan banderas españolas en competiciones de clubes (sobre todo nacionales).
Mezcla luego churras con merinas el señor Fernández Jódar cuando dice "Al final terminaremos por llamar pueblerinos a los valencianos que coman paella en vez de hamburguesas de carne sospechosa". No, no es el caso. En Valencia se come paella como en Baviera se comen salchichas blancas o en La Pampa se come asado. Lo pueblerino sería considerarlo un motivo de orgullo nacional.
Termina su artículo el señor Fernández Jódar aleccionándome: "(...)'Catalunya Nord' es la denominación histórica de la Francia catalanohablante". Para que el lector no se lleve a engaño, creo que es necesario explicar que esa denominación "histórica" se remonta a 1930 (allá en los albores de la civilización, como ven), de la mano e imaginación de Alfons Miàs, prominente catalanista nacido en Francia, en concreto en la zona que desde la Alta Edad Media (entre los siglos V y X) se llama Rosellón (Roussillon en francés o Rosselló en catalán) y que administrativamente, hoy, se llama región del Languedoc-Rosellón.
En fin, que al parecer existen unas víctimas y unos verdugos. Los primeros, los catalanes que opinan como el señor Fernández y los segundos, los que como un servidor, supuestamente atribuimos a "todo lo que venga de Cataluña" cualidades en extremo perversas (dice la RAE). Se quejaba el señor Fernández en un artículo anterior, sobre el mismo tema, de los que lo ven todo blanco o negro. Y es curioso, porque él demuestra no dominar mucho la escala de grises.