Lance Armstrong: Perdemos todos
¿Quién nos asegura a los aficionados que los nombres de los últimos ganadores no desaparecerán del palmarés, como ha ocurrido con Armstrong? Creo que el ciclismo está herido de muerte. Con el caso Armstrong no sólo pierde él siete Tours. Todos los aficionados perdemos un deporte.
A mí nunca me gustó Lance Armstrong. Como ciclista, quiero decir. Su férrea forma de manejar las carreras, la poca emoción que suscitaba y por qué no admitirlo, su absoluto dominio entre 1999 y 2005 de la más importante carrera por etapas del ciclismo mundial me disgustaban.
Ahora, después de que la Unión Internacional de Ciclismo (UCI en sus siglas en francés) le haya desposeído de lo más brillante de su palmarés, todo son palos para el ciclista que dio una lección al mundo cuando superó un cáncer testicular. Los que en su época ya ponían en duda los méritos de Armstrong ahora se frotan las manos, con la satisfacción del que puede decir "¿Lo ves? Ya lo decía yo". Los que lo defendían, o más bien no se mojaban, se hacen cruces y se unen al coro de los primeros.
Lance Edward Armstrong pasó, durante su carrera deportiva, más de 500 controles antidoping. No dio positivo en ninguno. Ahora, con los datos aportados por la USADA en su exhaustiva investigación (que arrancó con una denuncia de Floyd Landis -medice, cura te ipsum-), a nadie le queda duda de que el de Texas ganó de forma ilegal sus siete Tours.
La UCI, el ente gobernante del deporte del ciclismo y que en su día no supo o no pudo detectar este supuesto dopaje de Armstrong, actúa ahora con firmeza ante el caso, atacando duramente a Armstrong y sacando pecho, anunciando a bombo y platillo que todo ha cambiado, que no volverán a pasar cosas así, y que a día de hoy, el ciclismo es un deporte limpio.
No sé si Pat McQuaid, presidente de la UCI, es consciente de lo nefasto que todo este asunto resulta para este deporte, uno de los más seguidos en España. Siete Tours de Francia cuyo palmarés ya no es el que era. Que puede que recaigan en los segundos clasificados de entonces (como el alemán Jan Ullrich, otro que también está salpicado por el doping -¿recaerá entonces el título en el tercero?-) o que directamente se declaren desiertos, un espanto y un horror.
Por eso me sorprende que diga McQuaid que "Hay un futuro para el ciclismo", "Hoy la actitud es diferente y debemos tener fe". ¿Quién le asegura a McQuaid que dentro de 10 años no ocurrirá lo mismo? ¿Quién nos asegura a los aficionados que los nombres de los últimos ganadores no desaparecerán del palmarés, como ha ocurrido con Armstrong? Creo que el ciclismo está herido de muerte. Con el caso Armstrong no sólo pierde él siete Tours. Todos los aficionados perdemos un deporte.