Las lecciones de la victoria de François Fillon en las primarias de la derecha francesa
La victoria de François Fillon muestra que el voto de convicción ha superado al voto útil. Se puede pensar que esto se repetirá en las primarias socialistas después de dos primarias consecutivas en las que los electores no han elegido realmente al candidato acorde con sus convicciones más profundas, sino a aquel susceptible de poder llegar a la segunda vuelta.
Las entradas en campaña del expresidente francés Nicolas Sarkozy y de Arnaud Montebourg el pasado agosto marcaron el comienzo de la larga campaña presidencial que debe acabar en abril o en mayo de 2017. En ese momento, nadie podía imaginarse que François Fillon saldría vencedor de las primarias de la derecha y el centro. Esta victoria parece confirmar las tres tendencias que llevan observándose los últimos años en el ámbito político de Francia y debería ayudar a la reorganización y a la adaptación de cara a la campaña presidencial.
La primera tendencia es el ansia que muestran los franceses por renovar al personal del ámbito de la política y a los dirigentes. Aunque François Fillon está lejos de ser un novato en la política nacional -ya que ha formado parte de la mayoría de los Gobiernos de derechas desde 1993-, ha conseguido encarnar a la perfección el deseo de ver nuevas caras, lo que ha llevado a la desaparición de tres de los principales líderes de los últimos años: Nicolas Sarkozy, Alain Juppé y Jean-François Copé. También podemos comprobar que la primera ronda de primarias de la derecha ha consistido en eliminar a los candidatos que los electores no querían ver (igual que pasó en las primarias del partido Europa Ecología Los Verdes): primero a Nicolas Sarkozy y luego a Cécile Duflot. Por supuesto, esto debe considerarse como una advertencia a tener en cuenta por François Hollande con respecto a las primarias de los socialistas y a sus aliados de cara al próximo enero porque es evidente que, si se presenta a las primarias, serán un referéndum a favor o en contra de él, sobre todo porque los votantes de la extrema derecha y -especialmente- los de la izquierda radical han superado al presidente de la República y porque, sin duda, van a influir en el resultado final.
La segunda tendencia es la manifiesta disposición de algunos votantes de liberarse de lo que Raymond Barre llamaba el "microcosmos" en la década de los ochenta, es decir: el punto de vista y los análisis de los periodistas, los observadores y los comentaristas políticos, y los encuestadores. Esto fue muy perjudicial para Alain Juppé, el favorito en las encuestas durante dos años seguidos, que había construido su campaña basándose en su gran popularidad. Los votantes quieren opinar, no les gusta que igualemos su fuerza y no quieren enfrentarse a una especie de hecho ya cumplido, como era el caso de Alain Juppé.
Por último, la tercera tendencia es la necesidad que aparentemente expresaron los votantes que participaron en estas primarias: el deseo de aclarar las opciones políticas e ideológicas y el rechazo correlativo de las diversas formas de confusión y de conspiración en tiempos difíciles en los que necesitamos puntos de referencia claros. La victoria de François Fillon marca el fracaso de las denominadas estrategias de triangulación, que consisten en apropiarse de los temas e incluso de las ideas de los oponentes políticos para adaptarse a la evolución del electorado. En la derecha, esta estrategia la utilizaron Nicolas Sarkozy con los votantes de extrema derecha para filtrar su electorado y Alain Juppé con los votantes de centro y de izquierda durante dos años seguidos.
La clara victoria de François Fillon parece reflejar el evidente deseo de los votantes de derechas de volver a los fundamentos -una derecha real que no sea un sucedáneo de la izquierda (Alain Juppé) ni una extrema derecha blanda (Nicolas Sarkozy)- y al ADN de los valores y de la identidad de la derecha: la autoridad, la firmeza, la libertad y el conservadurismo. François Fillon encarna estos fundamentos a título personal (integridad, seriedad, experiencia, competencia) y se diferencia notablemente de la personalidad de Nicolas Sarkozy y de su programa (conservador y autoritario a nivel social, liberal a nivel económico y realista a nivel de la realpolitik internacional) y supone una ruptura con la derecha acomplejada del Gobierno de Chirac, que no fue una derecha como tal y que acabó haciendo pocas reformas. Será interesante ver si se hará el mismo tipo de distinción o no en la izquierda, algo que podría perjudicar al liberalismo social de François Hollande y Manuel Valls.
Sea como sea, esta victoria de François Fillon modifica en gran parte la situación de las elecciones presidenciales. En primer lugar, el escenario de unas presidenciales que oponen a los partidarios del sistema contra los antisistema antes de llegar a una segunda vuelta entre el principal representante de este sistema (para el caso, Alain Juppé) y su principal contrincante (Marine Le Pen) podría verse como una versión francesa de las elecciones estadounidenses, pero ya no está de actualidad. Incluso se podría formular la hipótesis de que las opciones siguen estando entre la antigua división izquierda-derecha. Si bien la izquierda podría estar molesta por un Alain Juppé que podría atraer a una parte de los descontentos con el hollandismo y que compartía algunos de sus valores, también puede encontrar en François Fillon, calificado como "archirreaccionario, ultraliberal, pro-Putin" en la portada de la revista L'Obs, un adversario susceptible de volver a movilizar la izquierda en torno a un candidato que reafirme los valores de izquierda.
Por otro lado, la victoria de François Fillon muestra que el voto de convicción ha superado al voto útil personificado en Alain Juppé. Se puede lanzar la hipótesis de que esto se repetirá en las primarias socialistas después de dos primarias consecutivas (vencidas por Ségolène Royal y François Hollande, respectivamente) en las que los electores no han elegido realmente al candidato acorde con sus convicciones más profundas, sino a aquel susceptible de poder llegar a la segunda vuelta -tras el golpe del 21 de abril de 2002- con el fin de ganar a Nicolas Sarkozy. Todo esto podría llevar a la formación de una fractura política muy marcada entre una derecha real y una izquierda, como ocurrió en los años 70, y a reducir de facto el atractivo de los candidatos antisistema (Marine Le Pen, por el Frente Nacional, y Jean-Luc Mélenchon, por el Partido de Izquierda). Si seguimos esta hipótesis, uno puede preguntarse si la mayor sorpresa de este escrutinio no sería en definitiva la no clasificación de Marine Le Pen para la segunda vuelta.
La designación de François Fillon como candidato de los Republicanos a las presidenciales plantea otra cuestión fundamental: ¿puede la derechización del electorado de derechas, que se ha observado estos últimos meses, llevar a una verdadera revolución conservadora en Francia como ocurrió en Gran Bretaña y en Estados Unidos entre los 70 y los 80? Claro está, es demasiado pronto para saberlo, pero el resultado de François Fillon en la segunda vuelta de estas primarias y la tasa de participación incluso superior a la de la primera vuelta parecen mostrar que hay una fuerte tendencia en su favor hacia la derecha y, en parte, hacia el centro.
Este post fue publicado originalmente en la edición francesa de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés y Marina Velasco.