La crisis del mayor distrito textil de Europa vaticina una tormenta perfecta para la moda
Un problema que afecta tanto al lujo como a la conocida como fast fashion.
Una mujer trabajando en una empresa textil en Prato en 2019 (Gianni Cipriano/The New York Times)
El distrito textil de Prato, en Italia, el mayor de Europa, está viviendo uno de sus momentos más críticos. En las últimas semanas, la situación se ha agravado: fábricas que cierran, producción en caída y un incremento masivo en las solicitudes de cese temporal para los empleados. En medio de un panorama que Il Post describe como "un desierto de capannones", el sector se enfrenta a un declive provocado por una combinación de factores económicos, políticos y culturales.
Según los datos del Instituto Italiano de Estadística (ISTAT), la producción textil en Prato cayó un 10,8% en los primeros siete meses de 2024 en comparación con el mismo periodo del año anterior. Pero el problema no es reciente. Desde mayo de 2022 hasta julio de 2024, el descenso total ha sido del 25%, lo que ha llevado a muchos empresarios a ver disminuidos sus ingresos hasta en un 90%. Los almacenes, repletos de productos del año anterior que no encuentran comprador, son testigos silenciosos de una industria paralizada.
Además, a finales de 2023, más del 8% de los trabajadores del distrito ya estaban en cese temporal, una medida que ha seguido aumentando en los últimos meses. A pesar de ser una herramienta útil en tiempos de crisis, muchos temen que esta situación se prolongue más allá de lo que las empresas pueden soportar, dejando a miles de trabajadores sin empleo y a sus familias en una situación de incertidumbre.
El colapso del sector no discrimina entre marcas de lujo y moda de bajo coste. Antonio Mancinelli, periodista y experto en moda, describe la situación de Prato como “la tormenta perfecta”, una combinación de crisis de exportaciones, cambios en los hábitos de consumo y problemas estructurales que han afectado a toda la industria. Las guerras en curso, especialmente la de Ucrania, han reducido significativamente las exportaciones a mercados clave como el ruso. Por otro lado, el aumento de los costos de las materias primas y la incertidumbre económica han obligado a los consumidores a priorizar compras más duraderas, como joyas o accesorios, en lugar de ropa.
El impacto es especialmente visible en el sector artesanal, que ha sido el pilar de Prato durante décadas. Muchos talleres que sobrevivieron hasta ahora han tenido que cerrar. La diseñadora Sonia Gonnelli, fundadora de la marca BYE (Be Your Essence), relata cómo las empresas artesanales que producían a mano sus cintas y flecos han tenido que cerrar por falta de pedidos y por los altos costes de alquiler y energía. “Ahora solo puedo abastecerme en fábricas que usan maquinaria industrial”, lamenta Gonnelli, que ve cómo la calidad de los productos se ha reducido.
Prato también ha sufrido por la competencia desleal de marcas de bajo coste como Shein y Temu, cuyos precios increíblemente bajos son un reflejo de la explotación laboral que impera en sus cadenas de producción. Según Mancinelli, el crecimiento de estas marcas ha golpeado duramente a empresas que solían tener una parte de su producción en Prato, incapaces de competir con los precios de estos gigantes del fast fashion.
Al mismo tiempo, el mismo modelo de “fast fashion” está viviendo una crisis. Las generaciones más jóvenes han mostrado una creciente preocupación por la sostenibilidad, optando por moda vintage de mayor calidad o marcas que promueven un consumo más consciente. Esto ha dejado a Prato, que históricamente ha estado asociado con la producción masiva y a bajo coste, en una situación aún más vulnerable.